2018: Economía de Inicio y no de Principio

La ortodoxia económica no figura entre las prioridades de la actual Administración. La inoperancia y la incompetencia en actividades clave han provocado pérdidas irreparables en el patrimonio de la nación.

8 de noviembre, 2021 2018 Economía de Inicio y no de Principio

Al parecer no solamente se trata o se trató de un malentendido al inicio de esta transición. El presidente arguyó que México tenía un gobierno rico y un pueblo pobre. Tal vez en su concepción de aspirante a la presidencia y sus experiencias y exposición al poder le configuraron una percepción que llegó a concebir como real. La pobreza desde luego es un lastre social y es un renglón que ha acompañado la vida pública de la nación desde que existe. Combatirla ha significado un poco de todo en las diversas formas de ejercicio del poder y del servicio público. 

 

Tal vez la más significativa ha sido el paternalismo El Estado se significó en la figura de amparo y protección, iniciando en el campo mexicano. Desde la semilla, la siembra, el crédito agrícola hasta el seguro y comercialización encontraban la guía gubernamental y la concesión de inmadurez sobre todo, para ejercer funciones autónomas fuera del esquema oficial. Desde luego esta fase interpretativa de inmadurez del campesinado se transformó en un corporativismo y un ejercicio de control. La rectoría del Estado se hacía presente para dominar la escena productiva y la escena comercial de un amplio sector de contribución al producto: el rural.

 

En otras tareas, sobre todo en la industria y para la promoción del empleo, no necesariamente se ejercía un paternalismo pero el Estado se reservaba la concesión del crédito mediante mecanismos de segundo piso para efectos de descuento y labores especializadas para calificar en la concesión fiduciaria del gobierno. Las tasas relativamente blandas eran etiquetas de organismos financieros internacionales para en traducción crediticia fueran instruidos a fondos gubernamentales –fideicomisos- y operar de acuerdo a lineamientos previamente planteados desde el exterior.

 

Las labores del Contrato Social nunca han sido interrumpidas en la marcha del México moderno; estas se han implementado con programas que han recibido diversas nomenclaturas pero en esencia conllevan el rango social. Muchas han resultado de verdadera protección en renglones de vivienda, educación y salud pública. Otras se han encargado del fomento y preparación en el deporte, en la cultura y en la difusión de valores de la nación, en su historia y tradiciones. La suficiencia no ha superado la expansión demográfica, habrá que admitirlo. 

 

Abundar sobre la pobreza, sus causas, su demografía, su geografía y sus posibles redenciones constituye un capítulo sensible en la vida nacional. Pero más allá de la sensibilidad, existen de tiempo atrás los respaldos de libertad económica para desmembrar las fibras del romanticismo y el legado histórico que une al hombre a la tierra ya que fuera de esa estipulación no podría concebirse ningún progreso. El concepto de propiedad ha confundido y desviado la singular ruta del pensamiento liberal en su más pura esencia. La posesión nunca ha garantizado un nivel de sustento per se; la transformación es una fórmula que puede entenderse en el léxico empresarial pero no en las capas protegidas por un esquema social  caduco y estático.

 

La pobreza es un fenómeno de interpretación reactiva y no causal. Ahí radica la diferencia de criterio de esta transición en turno y las economías progresistas. El presidente se encuentra inmerso en causas y no atiende la liberación de un pensamiento de verdadera transformación, no el que pregona. Todo bien es materia susceptible de mejora, de adaptación y de transformación. Pero debe tenerse cuidado de no invadir los preceptos de libertad y de creatividad; los mercados son la esencia natural de la competitividad y la excelencia. Esto abarca desde el más humilde de los cultivos hasta el proceso más sofisticado. La dádiva que estimula esta transición, no solamente atenta contra la libertad, atenta contra la expresión individual. La dádiva es un ejercicio antagónico al ingreso. 

 

La otra interpretación errónea del presidente y que ha sentado las bases de una recesión de facto ha sido la económica. Al inicio del texto se mencionó la frase que caminó en paralelo con el presidente por décadas: un gobierno rico. Calificar la marcha económica de una nación incidiría en innumerables factores de cohesión y concordancia. La riqueza de una nación no es una conjunción de activos como tampoco lo es la capacidad o movilidad de sus finanzas. La riqueza es una suma, pero es una suma de valores que agregan al producto, que estimulan la competitividad, la especialización y otras capacidades que el mundo aprecia, pero la singularidad que esto expresa es la participación activa de agentes productivos.

 

El presidente y su interpretación que difiere en décadas de las prerrogativas de la modernidad, pensó en arcas de incontenible acumulación. La acumulación es otra concepción equivocada de la apreciación de una economía; se insiste en la transformación como se hizo un distingo de la propiedad como posesión. Esa visión retrógrada de esta transición en turno ha cifrado sus miras en el retorno a la función monopólica del Estado, en un centralismo opaco e inoperante y finalmente en una imposición de ideas sin la vigilancia operativa y redituable de toda actividad económica que pretenda abarcar un servicio o el mercadeo de un producto.

 

Como podemos apreciar, la ortodoxia económica no figura entre las prioridades de esta transición; la improvisación ha sido muy costosa. La inoperancia y la incompetencia en actividades clave han provocado pérdidas irreparables en el patrimonio de la nación. En suma, la economía mexicana ha sido un síntoma de inicio de una era irrepetible en la conducción del país y jamás ha conformado lo que las economías progresistas preservan: el principio económico como fórmula inalterable del crecimiento, el desarrollo y la armonía deseable en el concierto de las naciones. Inicio y principio, vocablos que no distan en su interpretación de espacio, pero en materia económica separan precariedad de progreso.

 

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