“Somos lo que leemos” | La mujer de la falda violeta: una novela sobre la indiferencia

Somos lo que leemos La mujer de la falda violeta Natsuko Imamura (Japón) Duomo Ediciones (España) 192 pp Una novela sobre la indiferencia Mi calificación: 3 de 5 estrellas. Desde hace algunas décadas me hice fanático de...

4 de junio, 2021

Somos lo que leemos

La mujer de la falda violeta

Natsuko Imamura (Japón)

Duomo Ediciones (España)

192 pp

Una novela sobre la indiferencia

Mi calificación: 3 de 5 estrellas.

Desde hace algunas décadas me hice fanático de la literatura japonesa: Tanizaki, Kawabata, Oe, Mishima, Murakami, Yoshimoto, Kawakami… y ahora la muy joven Natsuko Imamura. La narrativa nipona contemporánea, a mi juicio, podría tener un elemento común –y opiáceo– en sus escritores: la soledad. Lo cual no deja de ser paradójico: siendo un país tan densamente poblado, con áreas metropolitanas entre las más grandes del mundo, donde, como dice la canción de Mecano: “entre miles de tornillos viven… y en un metro hay dos…”. Siendo un país tan habitado, los personajes de las letras japonesas suelen encontrarse unidos en soledades que hielan la sangre.

Es el caso de La mujer de la falda violeta de Imamura. Es la historia de una mujer que vive aislada en la ciudad más grande del mundo; una mujer que no se relaciona con nadie y que apenas habla. Es tan extraña que los niños en el parque la molestan y se inventan juegos con ella, como tocarla en el hombro y salir corriendo.

Esta mujer, cuya existencia es irrelevante e indiferente –he ahí el aspecto trágico–, se vuelve la obsesión de la narradora, una obsesión que la termina convirtiendo en ella. Nadie sabe el nombre de la mujer de la falda violeta, nadie sabe quién es. La narradora, de algún modo alter ego de aquella mujer, se transfigurará en su voyeuse. También vive aislada y su vida es vacía e irrelevante. Viste una rebeca amarilla, y así como el anonimato y la casi no-existencia de la mujer de la falda violeta se traduce en esa prenda característica, así la narradora se pierde en la no-existencia de la indiferencia, a tal grado que ella misma se asume como “la mujer de la rebeca amarilla”, y no alguien con nombre, apellido e historia.

A veces no es fácil seguir a los narradores japoneses. Conozco muchas personas que después de leerlos se quedan con esa sensación de no saber qué decir. Tal vez, si mi reseña es certera, pueda servir de guía para encontrar el sentido en las palabras de esta notable obra literaria sobre la indiferencia de ser diferente, sobre lo difícil que es encontrar un lugar en el mundo, sobre el aniquilamiento del ser en medio de las inmensas masas vivientes que son las ciudades. Recomiendo esta novela a todos ustedes, dilectos amigos.

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