Origen, identidad y ruta

El arte del buen escritor es ir dejando caer pequeños guiños que revelan su propio modo de ver la vida. Así sucede con el maestro Ernesto Lumbreras.

28 de marzo, 2023 Ábaco de granizo

Ábaco de granizo es un libro del maestro Ernesto Lumbreras (Ed. Era, 2022) que nos lleva de paseo por las tierras jaliscienses que le dieron cuna.   Inicia con la mirada de un niño para referirse a los personajes que se ocupaban de diversos oficios, adultos en su mundo de infante, muchos de ellos despachando en comercios familiares, a los cuales acudiría con cincuenta centavos a surtir materiales al menudeo, encargados desde casa.  Poco a poco nos va presentando nuevos personajes, a través de los cuales vemos al autor avanzar por las diversas etapas de su vida, hasta hacer de él lo que es hoy: Un apasionado de la palabra escrita, poeta y maestro en toda la extensión de la palabra.

Voy regresando de un viaje por el Bajío al lado de mis dos hijos.  Nos reunimos luego de más de un año de no coincidir en un mismo espacio, y fue una experiencia maravillosa. Contrario a nuestros primeros viajes, siendo aún pequeños, cuando me asaltaban inquietudes y temores durante el tránsito, esta vez ellos estuvieron a cargo de transporte, hospedaje e itinerarios, y yo, como dice la voz popular, simplemente “me dejé querer”. A mi regreso comienzo a leer al maestro Lumbreras. Me complace encontrar en cada una de las páginas de su libro de relatos, el retrato de ese México amable que no debemos permitir que se nos vaya de las manos y de la memoria. Ese México de gente buena y cortés, que sabe otorgar el mejor de los tratos a sus semejantes, condición que corroboré como turista nacional en las tierras visitadas. 

 

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Ábaco de granizo inicia parafraseando una rima popular que habla de Ahualulco de Mercado, en la región Valles del estado de Jalisco.  El origen de la palabra está en duda, pero sea cual fuere, en ambos casos habla de montañas, valles y agua, lo que coloca al lector en actitud de disfrutar las historias que están por relatarse.  En 1810 tuvo su propio sacerdote independentista, José María Mercado, quien, desde el púlpito, con el poder de la palabra y sin disparar un solo tiro, convenció a los habitantes de la población de “ir a matar gachupines”, según refiere el autor.  Más adelante, nos narra con tristeza, que el monumento del cura, que durante mucho tiempo presidió los eventos ciudadanos, hoy ha pasado al olvido. Para fortuna del  independentista venido a menos, en su crónica el maestro lo coloca en un sitio digno dentro de la historia regional. Líneas más adelante, la diestra pluma nos introduce a personajes que han destacado en la vida pública y que colocan a la población de 10 000 habitantes, en el mapa mundial.

En estos tiempos, cuando la hiperinformación amenaza con asfixiarnos, es delicioso hallar un rincón literario a donde regodearse conociendo vidas y destinos de otros, con quienes, en algún punto, nos sentimos identificados.  Leer de esta manera nos permite caer en cuenta de que la condición humana es falible, mas no por ello despreciable, sobre todo frente al constructo de una realidad virtual que luce tan perfecta en sus formas y funciones.  

Ir de la mano de Don Panta, el surtidor de agua a domicilio, es mirar con simpatía las limitaciones de esa época y descubrir, al mismo tiempo, cuán privilegiados somos de tener agua potable intradomiciliaria.  Siguiendo el pipón arriado por mulas, a Don Panta y a su singular ayudante, un enano, nos transportamos a tiempos de la Revolución, a escuchar la historia que cuenta un desolado casco de hacienda.  Dentro del mismo una habitación fue prisión vitalicia para su último dueño, de trágico inicio y final, un ser nada agraciado al cual el mismísimo General Obregón accedió a apadrinar. Pequeño que ni su propia madre aceptaba y que tuvo un desafortunado  final luego de una corta jornada de gloria, tras convertirse en heredero único de esas tierras  en tiempos de la Reforma Agraria. 

El arte del buen escritor es ir dejando caer pequeños guiños que revelan su propio modo de ver la vida.  Así sucede con el maestro Lumbreras  cuando nos habla cómo en 1979 la industrialización progresiva del agua potable, terminó finalmente con esos tiempos de contacto con la naturaleza a través de productos originales, de un valor incalculable.

Más adelante el poeta nos remite a Nabokov o a Donoso para reafirmar su vocación como contador de historias, al rescate de una memoria que, de otro modo, se habría perdido con el tiempo.  Nos invita a todos los lectores a hacer lo mismo: A salvaguardar los cimientos que han conformado nuestras sociedades, desde la familia, pasando por  los elementos que hoy constituyen nuestra historia.  En lo personal he regresado de mi viaje familiar por el Bajío, así como de mi viaje literario por Ahualulco, con intención renovada de dejar constancia de mi realidad, antes de que el tiempo o la oralidad la desvirtúen. Vaya, entonces, una invitación a narrar lo que somos desde donde la memoria pueda alcanzar, y así reforzar la identidad de las futuras generaciones. Que  mediante la palabra escrita consigan entender de dónde vienen y se comprometan a  trazarse una ruta personal, que habrán de seguir como consigna de vida..

 

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