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Las pequeñas cosas: ¡Cácaro!

“Por la avenida va circulando el alma obrera de mi ciudad, gente que siempre está trabajando y su descanso lo ocupa pa’soñar” – La Carencia / Panteón Rococó.

25 de noviembre, 2024

Elizabeth Cruz Ramírez

¿Qué tienen en común las palabras: rococó, pulquería y norte? Si partimos de su definición quizá resulte complicado encontrar la intersección porque la primera tiene que ver con un movimiento artístico nacido en Francia (y con el nombre de una talentosa banda de rock mexicano), la segunda se refiere al sitio en el que se vende pulque (bebida sólo para los dioses en el mundo precolombino) y la última es un punto cardinal en el horizonte que indica la dirección al polo norte geográfico (y también es la región situada al norte de un área geográfica). Y podría agregar algunas palabras más por ejemplo: cine, vocho, sierra, diversidad sexual, etc. y todas se reunirían en torno a lo que significa el FECIBA (Festival de Cine de Barrio).

Puedo decir que me encontré con el FECIBA de la misma forma en que me encuentro con todas las cosas que empiezan por ser una casualidad en mi vida y terminan siendo significativas cuando les encuentro el sentido y la razón más allá de la anécdota, pues durante un fin de semana en absoluta calma viendo el canal Capital21 (que cada vez tiene más forma de medio público de comunicación) me encontré con el promo del festival y me enganché.

FECIBA (por sus siglas) surge en una reunión entre amigos que quizá habían adorado lo suficiente a los dioses bebiendo pulque y cuya pretensión era alejar el cine de lo rococó (Roma, Condesa, Coyoacán) para acercarlo a los ciudadanos de a pie y así fue que surgió esta iniciativa que este año realizó su sexta edición (del 16 al 23 de noviembre) con trabajos de realizadores provenientes de los barrios, colonias y territorios del norte de la ciudad, principalmente enmarcados en la alcaldía Gustavo A. Madero y justo esta peculiaridad fue la que llamó mi atención porque se trata del territorio que habito y porque siempre me quejo de que nunca nos llega nada interesante (culturalmente hablando) de este lado de la ciudad.

Bajo la dirección de Emiliano Escoto y el trabajo en equipo de Juan Meza y Yuli Rodríguez (entre otros que pueden consultar aquí) en la edición de este año lograron reunir 47 cortos y largometrajes realizados por personas reales en situaciones reales logrando proyectar la vida y lo cotidiano de las periferias arraigadas en el norte de la ciudad pues lo valioso del festival son justamente las conexiones que logra hacer entre colectivos y movimiento culturales con el resto de los habitantes; entre los temas que se abordaron encontramos principalmente la movilidad, música, la diversidad sexual, feminismos, expresión cultural, exploración territorial, etc. pues más que un festival con proyecciones, es una apuesta a la libre expresión utilizando las múltiples posibilidades que tiene el cine para dar voz y rostro a los ciudadanos de a pie que construyen nuestra comunidad día con día; este año, tuvieron talleres, charlas, presentaciones de revista y un programa muy nutrido en diversas sedes que salieron de lo común y de lo acartonado de los espacios clasificados como “culturales” para llevar el cine a nivel de calle con el propósito de transformar la percepción de la realidad y crear comunidad.

Toda la información y conexiones con redes sociales se encuentran a lo largo del texto y no me resta más que seguirles la pista y seguir apoyando, difundiendo y hablando de cine para acercarlo a donde surgen las historias, que sean los propios personajes quienes expongan su historia ante los demás lejos de vestuarios, maquillajes y escenografías recreados para retratar la realidad de una ciudad diversa e ir más allá del cliché de comprar palomitas en el cine. ¡Cácaro!