I don’t wanna grow up: Peter Pan y la juventud eterna

Es importante mantener el espíritu lúdico y la creatividad en la vida adulta; sin embargo, también es necesario asumir responsabilidades y actuar con madurez.

27 de abril, 2023 I don’t wanna grow up: Peter Pan y la juventud eterna

El otro día, estaba escuchando el cover que los Ramones hicieron de I don’t wanna grow up (canción escrita por Tom Waits). Coincidentemente, esa misma mañana, me enteré de que algunos de mis antiguos jefes están organizando una “fiesta de chilaquiles” para celebrar el Día del Niño. Esto ocurre, a pesar de que ninguno de los miembros de la organización es un niño. Al menos, no físicamente.  

Aunque esta celebración suena divertida (y hacer comentarios críticos al respecto hará que yo parezca un viejo gritándole a las nubes) me hizo reflexionar sobre cómo la sociedad actual está experimentando una especie de síndrome colectivo de Peter Pan.

El Síndrome de Peter Pan es un término acuñado por el psicoanalista estadounidense Dan Kiley en su libro homónimo publicado en 1983. El nombre de este síndrome hace referencia al personaje creado por el escritor escocés J.M. Barrie en su obra literaria y denota un fenómeno en el que ciertas personas experimentan una resistencia a crecer y asumir las responsabilidades propias de la adultez. Esta resistencia puede manifestarse en el trabajo, en las relaciones interpersonales o incluso en la familia. Las personas que sufren este síndrome suelen sentirse cómodas en situaciones que les recuerdan a la niñez o adolescencia, y pueden presentar dificultades para establecer metas a largo plazo o tomar decisiones importantes. Es importante tener en cuenta que el Síndrome de Peter Pan no es una condición médica, sino más bien una etiqueta utilizada para describir un patrón de comportamiento. 

 

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Aunque el término puede parecer exagerado, me parece que es acertado decir que en la sociedad actual se observa una tendencia hacia la prolongación de la juventud, lo que se refleja en múltiples aspectos de la vida cotidiana. Esta prolongación de la juventud puede tener consecuencias negativas en diferentes áreas de la vida. Por ejemplo, en el ámbito laboral, puede conducir a la falta de compromiso y responsabilidad, lo que a su vez puede afectar negativamente la productividad y la eficiencia en el trabajo. Un ejemplo concreto de esto puede ser un empleado que se niega a tomar decisiones importantes o a asumir la responsabilidad de liderar un proyecto porque prefiere no comprometerse o tomar riesgos. 

Si quieres que las personas se comporten como niños, trátalos como niños. Al menos, esa era la sabiduría popular de antaño. Por ello, tampoco es nada raro encontrar, en mencionada organización, baja productividad y alta rotación de personal, así como jefes con comportamientos dignos de la película Horrible Bosses

Este efecto peterpanesco no se queda solamente en la oficina. En el ámbito personal, la prolongación de la juventud puede llevar a la negación de las responsabilidades financieras, lo que puede resultar en una mala gestión del dinero y, en consecuencia, en problemas económicos. Asimismo, la prolongación de la juventud puede tener efectos negativos en las relaciones interpersonales, ya que puede impedir el desarrollo de habilidades sociales y emocionales necesarias para establecer relaciones saludables y duraderas. Por ejemplo, una persona que se niega a comprometerse en una relación romántica porque no quiere dejar atrás su libertad y su estilo de vida juvenil puede encontrar dificultades para establecer relaciones saludables y significativas.

Es importante mantener el espíritu lúdico y la creatividad en la vida adulta, eso es cierto; sin embargo, también es necesario asumir responsabilidades y actuar con madurez. Celebrar el Día del Niño puede ser una forma divertida de recordar nuestra infancia, pero es importante hacerlo de manera consciente. Debemos recordar que somos adultos y que debemos actuar como tales, asumiendo nuestras responsabilidades dentro y fuera del trabajo. 

Volviendo a la anécdota inicial del texto, me quedé pensando si dicha “celebración de chilaquiles” no podría cambiarse por alguna acción que fuese más significativa. Por ejemplo, en lugar de organizar una “fiesta de chilaquiles” para adultos hechos y derechos, se puede celebrar el Día del Niño organizando una actividad para los niños de la comunidad o algún evento similar, en el que la niñez (motivo de la celebración) en verdad sea celebrada y cultivada.

En fin, así las cosas. Lo importante es que los adultos debemos actuar como tales porque si no, ¿de dónde van a aprender las nuevas generaciones sobre la adultez?

Antes de irme, estimados lectores: ¿Qué es la libertad en un mundo sin sol? Fidel encuentra su respuesta en una lluvia eterna y un perro leal. ¡Esto y más en El blues de Tláloc!

 

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