Gracias por la música, Christine McVie

Homenaje a Christine McVie por su reciente fallecimiento el 30 de noviembre de este año.

2 de diciembre, 2022 Gracias por la música, Christine McVie

Este noviembre terminó con una noticia triste para los fanáticos del rock clásico, ya que se dio a conocer la noticia de que Christine McVie (1943 – 2022), miembro de la legendaria banda Fleetwood Mac, falleció el 30 de noviembre de 2022, a los 79 años. 

Nacida como Christine Perfect en 1943, la tecladista, vocalista y compositora tomó el apellido de John McVie (bajista de la banda), quien fue su esposo de 1968 a 1976 y comenzó a tocar con la agrupación desde el álbum Kiln House de 1970. Sin embargo, lo más probable es que la mayoría del gran público la recuerde como la tercera gran compositora de Fleetwood Mac durante los años de gloria, desde el álbum homónimo de 1975 hasta el álbum Tango in the Night de 1987. 

El periodo de 1975 a 1987 coincidió con la llegada de Stevie Nicks y Lindsey Buckingham, quienes inyectaron vida a una banda que estaba a punto de colapsar. Con ambos músicos estadounidenses, la banda, que inició como una conjunto hardcore de blues (y luego tuvo una época más cercana al folk), se convirtió en el grupo de pop rock que el mundo ama y conoce. Sin embargo, ante los talentos innegables de Nicks y Buckingham, Christine McVie fue a Mac lo que Harrison fue a los Beatles: una integrante más bien modesta, un tanto en el fondo, pero como contrapunto perfecto a la expresividad roquera de Buckingham y a la extravagancia mística de Nicks. Las aportaciones de Christine McVie ayudaron a moldear el sonido definitivo del grupo en  la misma medida que las composiciones de sus compañeros. 

Para todos aquellos interesados en McVie, los álbumes Fleetwood Mac (1975), Rumours (1977), Tusk (1979), Mirage (1982) y Tango in the Night (1987) es donde se pueden encontrar se pueden encontrar sus mejores aportaciones al mundo de la música. Aunque tampoco se debe dejar de lado el menospreciado Behind the Mask (1990) y sus álbumes solistas (Christine Perfect de 1970, Christine McVie de 1984, In the Meantime de 2004) y la última colaboración que tuvo con su antiguo compañero de banda en el álbum que se conoce como Buckingham McVie de 2017. Dichos álbumes, aunque no son tan esenciales como la saga de Fleetwood Mac, son dignas adiciones a la colección de todo melómano. 

Las aportaciones de McVie al catálogo de la agrupación no palidecen y muchas de ellas han llegado al proverbial museo dorado del rock. Esto, en gran parte, se debe a que Christine era capaz de componer canciones que expresan un amplio rango de emociones. ¿Cómo resistirse al optimismo y vitalidad de la melodía de Don’t Stop (la cual incluso fue utilizada por Bill Clinton en su campaña presidencial)? ¿Cómo no sentir el anhelo de amor en Oh Daddy? ¿O la nostalgia de la hermosa balada Wish You Were Here? Tener tantos clásicos merecidos en el mismo grupo en el que están Buckingham y Nicks es un logro que no debe ser ignorado.   

Otra leyenda más del rock que nos deja este año 2022. Aunque podríamos seguir platicando de la obra de Christine McVie, lo que procede en estos casos es dejar que la música hable por sí sola. Así que a darle play, estimable lector, a los álbumes mencionados en este texto. En las inmortales palabras de ABBA, thank you for the music, Christine McVie, esa que, de alguna forma u otra, ha formado parte del soundtrack de la vida de muchos de nosotros. 

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Descanse en paz, don Ignacio. ¡Ahora ya tiene un escenario a su medida!

1 Fiel a la hermenéutica analógica, encuentro que las características de lo sublime son más equívocas, mientras que lo bello suele tender más a una noción unívoca. De tal manera, considero que el arte debe tener un predominio de lo sublime. 

2Immanuel Kant, Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y sublime, trad. de Dulce María Granja Castro, (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2017), p. 5. Énfasis del texto original.  3 Ídem.  4Ídem.  5 Cfr. Sigmund Freud, The Uncanny, trad. de David McLintock, (Estados Unidos: Penguin Books, 2003), pp. 132-134." ["post_title"]=> string(83) "“El teatro es alimento, el teatro es vida”. Un último adiós a un gran maestro" ["post_excerpt"]=> string(72) "Descanse en paz, don Ignacio. ¡Ahora ya tiene un escenario a su medida!" ["post_status"]=> string(7) "publish" ["comment_status"]=> string(6) "closed" ["ping_status"]=> string(6) "closed" ["post_password"]=> string(0) "" ["post_name"]=> string(73) "el-teatro-es-alimento-el-teatro-es-vida-un-ultimo-adios-a-un-gran-maestro" ["to_ping"]=> string(0) "" ["pinged"]=> string(0) "" ["post_modified"]=> string(19) "2023-03-17 12:31:36" ["post_modified_gmt"]=> string(19) "2023-03-17 17:31:36" ["post_content_filtered"]=> string(0) "" ["post_parent"]=> int(0) ["guid"]=> string(35) "https://ruizhealytimes.com/?p=90399" ["menu_order"]=> int(0) ["post_type"]=> string(4) "post" ["post_mime_type"]=> string(0) "" ["comment_count"]=> string(1) "0" ["filter"]=> string(3) "raw" } [1]=> object(WP_Post)#18490 (24) { ["ID"]=> int(89704) ["post_author"]=> string(1) "9" ["post_date"]=> string(19) "2023-03-03 13:03:03" ["post_date_gmt"]=> string(19) "2023-03-03 18:03:03" ["post_content"]=> string(4896) "Querida Tora: Hoy te voy a contar una historia… sentimental, por decirle de alguna manera. Es que me impresionó bastante. En el 39 vive una señora. Perdón, señorita, porque no se ha casado; pero parece señora. Es muy trabajadora, tiene siempre su vivienda limpia y reluciente; y su ropa como si fuera nueva, aunque me constan los arreglos que le hace constantemente. Saluda a todo el mundo, pero su amiga de verdad es la Mocha. Y yo me enteré de esta historia oyéndolas platicar una tarde que se reunieron a tomar café. “Nunca te he contado esto”, le dijo a su amiga. “porque tu eres muy religiosa, y no crees en ciertas cosas. Pero te juro que todo lo que te voy a contar es verdad. Cuando murió mi mamá, hace ya varios años, iba yo casi todos los días al cementerio para sentirme acompañada aunque fuera un rato, pues ya ves que no tengo a nadie conmigo, ni amigos ni visitas. Y ahí me estaba yo, platicando con ella. Eso de platicar es un decir, pero yo le hablaba, le contaba mis problemas; y me hacía la ilusión de que ella me contestaba y me aconsejaba. Pues luego de un tiempo de estar así, me di cuenta de que había un muchacho (Muchacho de mi edad, más o menos) que estaba en una tumba vecina y que luego se levantaba y se dirigía a la salida casi al mismo tiempo que yo. Pues un día se me emparejó y se puso a hablar conmigo. ¿De qué? Ya no me acuerdo, pero hasta nos detuvimos un rato en la entrada, para terminar de platicar. Y al día siguiente lo volví a encontrar, pero él ya iba de salida y sólo nos saludamos. Luego, con frecuencia nos encontrábamos, y me contó que él también se había quedado solo, sin parientes y casi sin amigos, y que también iba al cementerio en busca de compañía. Y nos acostumbramos a vernos ahí, y a los pocos días ya nos íbamos a tomar un café juntos a las oficinas del cementerio. Para no hacerte el cuento largo, me enamoré de él. Yo, que había rechazado a cuanto pretendiente tuve porque siempre había algo que me parecía mal. Pero a Bernardo Manjarrez no le encontraba ni un defectito. Todos los días me levantaba con la ilusión de verlo de nuevo, de escuchar sus palabras y de contarle mis sentimientos. El día que él me dijo que sentía lo mismo por mi, creí morir de felicidad. Y empezamos a hacer planes.  

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  Ahí fue donde empecé a sentir que había algo mal, pues Bernardo no actuaba de forma normal, y era incapaz de pensar en el futuro. Hasta decir “mañana” le resultaba difícil. Pero seguimos adelante. Y un día en que Bernardo no llegó, al abandonar la tumba de mi mamá me fijé que en la tumba de al lado decía “Bernardo Manjarrez, hijo amadísimo y ausente”. Entonces lo comprendí todo de golpe: Bernardo estaba muerto. Me fijé en las fechas que estaban en la tumba; y, efectivamente, Bernardo tenía 20 años de muerto. No sé cómo no me desmayé allí mismo. Pero me senté (Al lado de su tumba, por cierto) y pensé que Bernardo me había oído lamentarme mucho de mi suerte, de mi vida entera y, sobre todo, de la falta de amor; y decidió venir a hacerme vivir un poco. Fue muy poco en tiempo, pero una inmensidad en sentimientos, en gozo, en felicidad. Y di gracias a Dios por haber permitido esa leve infracción a sus leyes, Y volví a casa con el corazón regocijado y sintiéndome más feliz que nunca. Y ahora, cuando voy al cementerio, rezo ante las dos tumbas”. La Mocha tardó en contestarle. Y cuando lo hizo, le dijo: “En verdad que debes sentirte agradecida porque, haya sido como haya sido, pudiste vivir todo lo que te había faltado. No busques explicaciones, y confórmate con haber sentido todo lo que sentiste”. Todavía hablaron mucho rato, pero yo ya no las escuché, porque estaba muy impresionado de constatar lo que ya antes había pensado, tal vez inconscientemente: que la gente de este mundo vive para y por el amor, y eso es algo que vale la pena. Espero que encuentres esta historia interesante. Te quiere Cocatú  

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