El escritor Harry Costin nos dice que, este año se celebran los 700 años de la muerte de Dante, quien nació hacia el fin del llamado siglo de las catedrales, que se sitúa alrededor de 1270, cuando fallece Luis IX el Santo, y murió en 1321, antes de que la peste negra diezmara Europa en 1348.
Continúa expresando que su objetivo no es el de dibujar la azarosa vida de Dante, quien murió en el exilio. No; es el de descubrir hasta qué punto Dante fue un referente simbólico para los artistas que le sucedieron. Artistas que, a través de la literatura, escultura, pintura y música, inmortalizaron su figura y las poderosas descripciones que en su Divina comedia nos muestran lo que nos depara el más allá.
Los ejemplos que cita a continuación son solo unos pocos entre muchos otros que encontramos peregrinando por los mundos que los artistas admiradores de Dante han recorrido.
Dante en la pintura
Comencemos nuestra exploración por las Estancias del Sello en el Vaticano. En las mismas, Rafael nos legó un complejo de emblemas inspirados por las virtudes cardinales platónicas y sus relaciones con la teología, las artes, la filosofía y las ciencias.
Dante es el único personaje, coronado de laureles, que aparece, primero junto a Homero en la representación del Parnaso (monte de las musas) y luego también en la Disputa del Santo Sacramento. No puede ser más evidente, por tanto, que, para Rafael, Dante fue un hijo predilecto de las musas.
Encontramos al exiliado florentino también representado en una pintura en el interior del austero Duomo de Florencia. Dante sostiene abierta su Divina comedia. Detrás de él vemos un monte con un camino ascendente espiralado, en cuya cima se encuentra una pareja desnuda bajo las diferentes esferas del firmamento. ¿Se trata acaso de una representación del matrimonio alquímico?
También Botticelli, cuya sensibilidad había navegado entre las profundas enseñanzas de los neoplatónicos renacentistas sobre el alma —reflejadas en su maravillosa Primavera— y el rigor de los sermones de Savonarola, representó a Dante, como siempre, coronado de laureles.
Tal vez, la representación más conocida de Dante se la debamos al prerrafaelista Henry Holiday, quien pintó al poeta observando a su amada musa Beatrice, paseando junto al Arno florentino.
Dante en la escultura
Las estatuas dedicadas a Dante son numerosas, comenzando por aquella junto a la Basílica Santa Croce, en su Florencia natal, erigida en 1865. El pedestal fue diseñado por Luigi del Santo. Causó controversia el que el escultor, Enrico Pazzi, de Rávena, y no un florentino, recibiese el encargo de tan emblemática obra.
También encontramos a Dante a la entrada de la Galería de los Uffizi, con otras estatuas de célebres personajes florentinos, como Cosme de Médicis y Marsilio Ficino.
Una de las esculturas más célebres del mundo, El beso de Augusto Rodin (1882), evoca un episodio del Infierno de Dante (círculo 2, canto 5). Francesca da Rimini, noble del s. XIII, se ha enamorado del hermano menor, Paolo, de su esposo Giovanni Malatesta. Ambos han caído en los lazos de Cupido leyendo la historia trágica de Lancelot y Ginebra. Descubiertos por Giovanni, son asesinados por él sin que sus labios hayan podido terminar de unirse.
Dante en la música
El compositor romántico Liszt dedicó una de sus dos sinfonías a Dante y su Divina comedia. La otra, al Fausto de Goethe.
Wagner influyó aparentemente en la sinfonía, especialmente en el final, que originalmente debía tener tres movimientos. Sugirió cambiar el final fortissimo de la obra, proponiendo un acabado melódico sutil para la representación del Paraíso. Liszt abandonó el proyecto de un tercer movimiento coral y lo reemplazó por un Magnificat coral.
En 1863 Giovanni Pacini, más conocido por sus óperas, también compuso una Sinfonía Dante en cuatro movimientos.
La fascinación de Liszt por la obra de Dante, que, al igual que el Fausto de Goethe, describe la peregrinación del alma humana, lo llevó a utilizar también su principal instrumento, el piano, para expresar el poderoso influjo que la obra de Dante ejerció sobre él. Su ciclo de composiciones Años de peregrinaje-Italia cierra con una magnífica obra sinfónico-pianística titulada Después de una lectura de Dante. Fantasía casi sonata.
Pero es de notar que el poema Después de una lectura de Dante forma parte del libro Las voces interiores, de Victor Hugo. Y es con este poema que inspiró a Liszt su propia mirada sobre Dante, con el que cerramos este artículo:
Sí, es así la vida, oh poeta inspirado,
y su camino brumoso plagado de obstáculos.
Pero, para que nada falte en esta ruta estrecha
nos muestras siempre de pie a tu diestra
el genio de frente calma, con ojos destellantes,
el Virgilio sereno que dice: ¡Continuemos!
[Estrofa final]
FUENTE
Revista española ESFINGE, septiembre 2021
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