CARTAS A TORA: 335

Cocatú, un alienígena en forma de gato, llega a vivir a una vecindad de la CDMX. Diariamente le escribe cartas a Tora, su amada, quien lo espera en una galaxia no muy lejana.

19 de enero, 2024 CARTAS A TORA

Querida Tora:

No sé cómo suceden aquí las cosas, pero de pronto te encuentras metido en una situación que no has buscado y que ni siquiera imaginabas. Así acaba de pasar en la vecindad, que veía yo a todas las chavas inquietas, nerviosas, mirando continuamente a la puerta de entrada. Y como no me gusta quedarme con las dudas, me fui a echar en la ventana del 28, donde viven dos chicas como de 20 años, muy inquietas y simpáticas (Ya se lo que estás pensando: que pronto me van a decir “El Chismoso de la Ventana”. Pero no me importa, porque así puedes hacer el bien; por lo menos esa fue mi intención. Y si no me crees, lee y juzga).

Estaban las dos mirando un volante que les habían dado en la calle, y en el que ofrecían “a todas las chicas bonitas, un futuro lleno de lujos y sin complicaciones”. Y mostraban a tres chavas en ropa muy corta y muy muy escotada en unos departamentos increíbles, “llenos de todas las comodidades de la vida moderna y todos los lujos imaginables”; y para llegar a eso, sólo tenían que aceptar  un “sugar daddy” que ellos mismos les podían “proporcionar”.

Ninguno de los 3 sabíamos lo que es un “sugar daddy”. Pero los tres estábamos dispuestos a averiguarlo. Y nos fuimos al 37, donde también viven chavas de la misma edad. Y ellas ya lo habían averiguado, Un “sugar daddy” es un señor de edad madura o un poco más que por unos cariñitos que le hagan a la semana se compromete a ponerle un departamento a una chava, y a darle lo necesario para que viva a todo dar. “¿Y qué hay que dar a cambio?”, preguntó la mayor del 28, que es un poco más lista que su hermana. “Pues ahí te lo dice”- contestó la del 37, que siempre se las da de muy sabihonda – hacerle unos cariñitos”. Ahí fue donde todas se atoraron, pues nadie sabía que tipo de cariñitos les gustan a esos señores. Entonces yo, que ya me las olía, salté en medio de ellas y les arrebaté el volante y me salí al pasillo. Ellas salieran tras de mi, pero yo llegué muy rápidamente a la vivienda donde está el muchacho que trabaja en televisión, pues me imaginé que él sabría.

Y, efectivamente, lo sabía. Les dijo que era una forma encubierta de prostitución, y que estarían al servicio de una sola persona, dispuestas a hacer lo que a él se le antojara (hasta leerle un  cuento en las noches, si se le antojaba). Las muchachas se miraban asustadas, y la chica del 28 se echó a llorar porque, dijo, ella ya había hablado al teléfono que aparecía en el volante, y habían quedado en ir por ella ese mismo día. ¿A qué hora? Faltaban tres minutos.

El chavo les dijo que se encerraran en sus viviendas (/Lo que ellas hicieron a velocidad supersónica) y bajó corriendo a la puerta de entrada. Y al asomarse vio que se aproximaba un grupo de unos 10 individuos medio mal encarados. Quiso cerrar la puerta, pero no le dio tiempo, y los invasores se le echaron encima. Entonces yo corrí a la azotea. Pero ¿cómo avisar a los ninis? (Eran los únicos hombres que había en la vecindad a esas horas). Hubo que tomar medidas heroicas, y le caí en la cabeza al más pelón. Este se levantó a perseguirme, pero yo ya había yo arañado también al chiquito, el más mugroso de todos, Y así, provocándolos y valiéndome de mi astucia animal, logré que bajaran al patio en el momento en que los invasores le iban a partir la cabeza y no sé cuántas cosas más al de la tele. Este gritó que tenían que defender a las chicas, y todos nos lanzamos contra ellos. Y no veas cómo los dejamos, porque los ninis no sabrán hacer otras cosas, pero pegar, pegan bien duro,

Y en cuanto los echaron, establecieron un rondín de guardia para que no las fuera a sorprender otra vez, y hasta acompañaban a las chavas a hacer sus compras cercanas, con lo cual algunos romances empezaron a florecer. (Pero de eso, tal vez te cuente otro día).

El caso es que las madres (incautas, muchas de ellas; desobligadas, las más), les hicieron una comida de agradecimiento. Y no sabes cómo se conmovieron los muchachos por comer comida caliente y recién hecha. Pero, en fin, tampoco se iba a resolver el problema social ahí. El rondín aguantó unos días; pero, por lo menos, los ninis ganaron algunos puntos a su favor.

¿Te parece que hice bien en escuchar en la ventana, o no?

Te quiere

Cocatú

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