Querida Tora:
No te imaginas el susto que nos llevamos el otro día en la vecindad. Era un día de escuela, cuando todas las mamás regresan con sus niños y se ponen a platicar con las vecinas y los escuincles se ponen a jugar en las escaleras, en los barandales y en todo lo que encuentran. Y en medio de todo el ruidero que arman, se oyó de pronto un grito y vimos entrar corriendo a la del 23 como si la persiguiera el diablo. Todo se paralizó, y nos pusimos a mirar quién o qué venía detrás de ella. Y no vimos más que a un perro.
El perro no era muy grande, pero tampoco chiquito, No sé a qué raza pertenecía, pero era negro y ruidoso como pocos. Al principio no le dimos importancia, pero luego vimos que traía la boca llena de espuma y que amenazaba con lanzarse sobre el bebé del 43. La madre corrió a levantarlo, y el perro se volvió hacia ella. Todos los demás empezaron a retroceder hacia la puerta más próxima, con verdadero miedo. En ese momento yo no sabía lo que pasaba, pero esos espumarajos del perro indican que tenía rabia, que es una enfermedad muy fea. La del 38, para ganar tiempo, le apuntó con la manguera con que estaba regando sus plantas, y gritó que se metieran a las casas, y aguantó a pie firme hasta que el patio quedó vacío. El perro se lanzó sobre ella, pero ella supo manejar la manguera para mantenerlo a raya y encerrarse también. El perro, desesperado, saltó sobre la puerta, pero no la pudo morder ni nada. Embistió después otras puertas, pero el resultado fue el mismo. Dentro de las viviendas estaban todos aterrorizados, rogando que un rayo matara al perro y creyendo que no iban a poder salir en varios días.
Le hablaron por teléfono al portero, pero éste les contestó que estaba muy ocupado (Claro, con la Flor), y les aconsejó que llamaran a la policía. Así lo hicieron, y les contestaron que mandarían un agente en cuanto estuviera uno libre. Pero pasaba el tiempo, y seguían todos ocupados.
Entonces, oyeron que el perro dejaba de atacar las puertas y que corría hacia la puerta de la vecindad. ¿Quién sería el que pretendía entrar? Y descubrieron con horror que era el del 37, que venía haciendo eses y cantando con su voz ronca y poderosa “A la rurru, nene”. ¿Cómo avisarle del peligro que corría? Un valiente entreabrió la puerta para gritarle que se fuera, pero el perro por poco se cuela dentro de la vivienda. Por fin, el animal enfrentó al hombre. Este, que no veía muy bien en esas condiciones, pensó que se trataba de un conejo o una rata grande (Eso nos lo dijo después), y fue a cogerlo. De todas las viviendas salieron gritos de espanto; pero el del 37 ni siquiera los oyó, sino que cogió al perro por una pata y lo levantó. El animal, asustado o no sé qué, le tiró una dentellada que apenas lo rasguñó, pero lo hizo montar en cólera; y entonces lo sujetó por la cola y lo estrelló contra una pared. El perro ladró, gimió y rugió; pero el hombre se puso a dar vueltas con él, y lo estrelló contra las paredes unas 15 ó 20 veces. Por supuesto, el animal ya ni siquiera gemía.
Cuando al fin lo soltó y vieron que estaba muerto, los vecinos salieron y lo levantaron en hombros. Pero le advirtieron que el rasguño que le había hecho podía contagiarlo de rabia, y se lo llevaron a que le pusieran la vacuna.
Lo regresaron también en hombros, y lo llevaron hasta su cama, donde le dijeron que se quedara un par de días, porque entre la borrachera, la cruda y la vacuna podría sentirse un poco mal. Y le advirtieron que no podría tomar nada de alcohol durante ese tiempo. Entonces sí que se enojó el del 37, y dijo que así no valía la pena ser héroe; y cuando se quedó solo con la mujer, quiso dedicarse a su segundo pasatiempo favorito, que es darle una paliza a la mujer. ¿Pero qué crees que hizo ella? Se encerró en el baño, y buscando cómo evitar la golpiza, se le ocurrió ponerse pasta de dientes en la boca o jabón, ya no me acuerdo qué, y echar espumarajos. Así se presentó ante el marido; y éste, creyendo que estaba rabiosa, corrió a encerrarse en la recámara. Así pudo evitar la mujer las consecuencias de ser la esposa de un héroe.
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