CARTAS A TORA 312

Cocatú, un alienígena en forma de gato, llega a vivir a una vecindad de la CDMX. Diario le escribe cartas a Tora, su amada, quien lo espera en una galaxia no muy lejana.

30 de junio, 2023 CARTAS A TORA

Querida Tora:

Hay una muchachita en el 46 que me caía muy bien. Es bonita (No te enceles, por favor), simpática y muy buena hija. Pero ya creció, y ha cambiado un poco. De aspecto físico no mucho, pero interiormente… Pero a ver, juzga tú.

Ahora se viste muy bien, pero siempre con vestidos ajustados y generosos escotes. Tiene muchos admiradores en la vecindad (Y fuera también, supongo). No sabes cómo están los ninis de la azotea; sin  que ella les hable, se están empezando a pelear por la chica. Pero eso no viene al caso.

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Lo que sí importa es que ya empezó a trabajar. De recepcionista en una oficina cercana, así que no es la gran cosa. Pero a los pocos días, empezó a tener dinero. “Es que hoy me pagaron”, contesta siempre… Pero ni modo que le paguen todos los días. Porque casi todos los días estrena algo, chico o grande, pero algo. La madre está orgullosísima de ella. Espero que le dure mucho, porque…

A mi me empezó a dar mala espina, porque antes era amiga de varias muchachas de la vecindad y coqueteaba con el del 42, que es un muchacho muy serio, muy trabajador. Ahora no les habla mucho, y pasa a su lado sin saludarlos siquiera. Ellos están muy sentidos; sobre todo el chavo, que tenía muy buenas intenciones con  ella. Lo sé porque lo oí cuando se lo contaba a su gran amigo, el del 73. Anoche vi que iba a buscarlo, y oí que le decía que la chica parece otra, que ya no sabe qué hacer para que lo vuelva a mirar como antes. ¡Imagínate, ya no lo mira como antes!

La bomba estalló anteayer, que llegó a su casa muy contenta. La madre le preguntó qué había pasado, y ella le dijo que nada, que la vida era bella y estaba muy contenta de vivir. La madre miró al padre con una sonrisa irónica, y él le hizo seña de que la dejara, que ya se le pasaría. Pero un rato más tarde, la señora entró al cuarto de ella para darle las buenas noches, y vió que se quitaba un anillo con  la intención de guardarlo. La señora le pidió que se lo dejara ver, y ella dijo que era un anillito que le había salido en una caja de cereal como premio. Pero a la señora le pareció que un anillito de caja de cereales no lanzaba esos brillos, y exigió verlo de cerca. Ella no quería, pero la madre es más alta y más fuerte y se lo arrebató. ¡No sabes el grito que dió! Fue más bien un alarido. Dijo que eso era un diamante (No muy grande, pero sí brillante, y que eso no sale en una caja de ninguna botana ni alimento instantáneo). Y le preguntó por qué lo tenía. Ella no quería decírselo, pero la madre la abofeteó muy feo, y ella tuvo que confesar que se lo había regalado su jefe “para agradecerle lo bien que había trabajado todo ese tiempo”. ¡Pero apenas lleva quince días en esa oficina! (Yo lo vi todo desde la ventana, así que nadie me lo contó). La madre le dijo que devolviera el regalo, pero ella se negó rotundamente, porque “sus papás nunca le habían regalado nada parecido, y ahora que había encontrado a alguien que la quería de verdad, no iba a desaprovechar el momento”. La madre le soltó otra bofetada que sonó como tres, y corrió a buscar a su esposo.

El hombre llegó dispuesto a “partirle la jeta” a la niña, pero ella había saltado por la ventana. (Es sólo un piso, y no muy alto). Allá corrieron los padres a la planta baja; pero ella, ayudada por las de abajo, ya había escapado de la vecindad. El padre salió a la calle, dispuesto a traerla por los pelos, si era necesario; pero, sea porque estaba muy oscuro o porque andaba un poco cuspio, no la encontró.

La muchacha apareció hasta la semana siguiente, a una hora en que el padre no estaba en casa, y entró a hablar con la madre. Todas las vecinas se acercaron a sus ventanas, pero no pudieron oir nada. Pero poco después de que la muchacha se fue, la madre salió y contó a las vecinas que su hija se había casado con su jefe, que ahora vivía en un departamento de lujo, que tenía coche, sirvientas y un perro afgano “como los de las artistas de cine”, y que le estaba yendo muy bien, y que estaba muy orgullosa de ella. (Exceptuando lo del casamiento, todo era verdad).

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Al padre le costó más trabajo aceptarlo, pero el día que la chica pasó por él en un coche largo y brillante, cambió de opinión.

Para que veas cómo es la gente.

Te quiere

Cocatú

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