Querida Tora:
El otro día llegó una compañía de gitanos a la calle donde está la vecindad. Se pusieron a tocar y a cantar, y una muchachita bailó unas piezas muy bonitas. Y digo ésto no sólo porque a mi me gustaran, pues todos los que los estaban viendo aplaudieron mucho.
Los vecinos no tardaron en pedirles que entraran a la vecindad y que trabajaran en el patio, para que pudieron verlos los que están impedidos (por ejemplo, la señora del 27 que no puede caminar, el señor que está todo el día en la cama por no sé qué enfermedad y la gorda del 18, que ya no pasa por la puerta). Los gitanos obedecieron, y se armó la función en el patio. No sé cuántas cosas tocaron y bailaron; y hasta representaron pequeñas comedias muy graciosas y bastante picantes algunas de ellas. Hasta el portero salió a velos, y se reía más que nadie.
Total, que estuvieron ahí hasta que empezó a anochecer. Entonces sacaron sus sombreros y se pusieron a pedir la cooperación de los espectadores. Casi todo el mundo les dio, pues los habían entretenido todo el día, pero ¿qué crees? Cuando terminaron de recoger el dinero y se despidieron, el portero se acercó a ellos y les dijo que tenían que pagar su impuesto. Así dijo, textualmente: su impuesto. Los gitanos protestaron Los vecinos también. Y yo, por supuesto. Los gitanos habían trabajado todo el día, y el portero no había hecho nada. Luego les dijo que estaban ocupando el edificio de la vecindad, que era de los vecinos, para ganar dinero, y que era justo que pagaran por ello; entonces, los vecinos le dijeron que ellos no querían nada, que no tenía que cobrarles si ellos no querían.
La gitanilla, que es chiquita pero muy brava, lo encaró y le dijo que se fuera a robar a Río Frío. El portero mandó cerrar las puertas, y afirmó que no saldrían de ahí hasta que pagaran su impuesto. Los gitanos deliberaron, y la gitanilla fue luego a enfrentar al portero; pero antes de que pudiera decir algo, el portero hizo una seña, y los guaruras sacaron sus pistolas.
Los gitanos retrocedieron y se apelotonaron en una esquina del patio. Verdaderamente, tenían miedo: Hablaron entre ellos y parecieron tomar una decisión, pero antes de que pudieran decir nada, se oyó el vozarrón del señor del 37.
-Son de chin…
Un bofetón del portero le impidió continuar. Además, se le cayeron dos dientes; y la inflamación le impedía decir palabra alguna. El portero hizo una seña, y los muchachos amartillaron las armas.
El jefe de los gitanos sacó un pañuelo blanco, se adelantó y dijo que estaba bien, que pagarían el impuesto; y preguntó cuánto era. El portero contestó que generalmente pedía el diez por ciento; pero que como ellos se habían mostrado rebeldes y majaderos, les cobraba el quince por ciento.
El jefe sacó el dinero, lo contaron y luego, moneda a moneda le dio al portero lo que exigía. Los guaruras bajaron las armas y abrieron las puertas, y los gitanos fueron saliendo, con malas caras y maldiciendo por lo bajo al portero y a toda su familia. Y la gitanilla, que era la última, se paró en la puerta y dijo al portero, con voz alta y clara:
-Ojalá te tragues un paraguas, y te lo tengan que sacar abierto.
Y se fue rápidamente. El portero puso blanco y no podía hablar; pero se aguantó y se metió a la portería; se escondió debajo de la cama y dijo que si dejaban entrar a alguien que trajera un paraguas, se lo haría comer a él y al responsable. Y cuando llegó la Flor, diciendo que iba a trabajar en una carpa de los alrededores cantando ”El Dúo de los Paraguas”, la insultó y le dijo que no quería verla hasta que hubiera olvidado esa canción.
Para que veas que los más “echados pa´lante” también son supersticiosos y cobardes; y que de poco vale gritar cuando los otros son mas inteligentes que ellos.
Te quiere
Cocatú

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