Querida Tora:
El otro día nos convocó el portero a junta de vecinos. Fuimos unos cuantos, pues ya sabemos lo que son esas juntas. Pero, la verdad, nos quedamos de a seis (¿por qué de a seis y no de a ocho? Creo que ya te lo he preguntado antes. Pero ni tú ni nadie me ha sabido contestar). Nos dijo que iba a arreglar uno de los baños. Repito: uno de los baños, no todos. ¿Cuál?, le preguntaron. Ahí empezó a hablar como siempre, que no se le entiende, pero al final nos dimos cuenta de que era el más cercano a la portería. Eso debió hacernos sospechar, pero nadie se fijó en ello, más atentos a la cooperación que pidió para las obras. Y que todos (o casi todos) los vecinos entregaron sin protestar, porque se trata de uno de los sueños más largamente acariciados que tienen.
Pronto empezaron a llegar los materiales, y el patio quedó invadido por cajas de azulejo, tierra, pegamentos y herramientas para construcción. Pero en lo que no se fijaron (porque lo hicieron de noche y callandito) fue que a la portería ingresaba otro tanto. Como no se dieron cuenta tampoco de que al tiempo que empezaba la reconstrucción del baño en el patio, había también obra dentro de la portería.
Yo, ni tardo ni perezoso me metí a la portería a ver qué pasaba. ¿Y qué crees? El baño (que era muy chiquito y estaba bastante feo) lo tiraron y ampliaron el espacio tomando una de las recámaras, y estaban construyendo un baño nuevo. Pero habías de ver qué azulejos le pusieron : importados, con borde de oro laminado. Yo no creo ésto último, porque ¿quién va a gastar en poner oro en las paredes, aunque sean laminitas? No, debe de ser pintura dorada como la de la tlapalería, pero de mejor calidad. Los muebles los cambiaron todos y los tiraron (se los podían haber dado a algún vecino más menesteroso que otros, pero eso hubiera sido descubrir lo que estaban haciendo, y no quisieron). Pusieron un mueble que yo nunca había visto, pero que estuvo bastante en boga hace unos cien años. Se llama “bidet”, tiene forma como de guitarra, y sirve para lavarse con comodidad algunas partes del cuerpo de difícil acceso sin desnudarse del todo. En algunas casas viejas todavía se ven (esto lo sé por una acuciosa investigación que hice). Dicen que es cómodo. A mi, claro, no me consta, pero por algo se utilizó. Tiene una especie de regaderita, pero al revés, de abajo para arriba, que se dirige a voluntad a donde se quiere utilizar. Pero los niños de la casa, que no entendían para qué era porque no se los explicaban, se divertían abriendo la llave y haciendo subir el agua del surtidor hasta el techo, con lo que mojaban el piso y aquello se convertía en chapoteadero. Por supuesto que las mamás se enojaban con ellos, los regañaban o los castigaban, y había pleitos continuos. No sé si sería por ésto que se dejó el utilizar el susodicho (buena palabra, ¿eh?) mueble. Pero en la portería no hay niños, y se evitaba ese riesgo.
A mi me tenía todo muy intrigado. Pero no tardé en averiguar la verdad. Fue una noche que la Flor se quiso bañar y encontró el baño más sucio que de costumbre, y le gritó al portero, jurando que no volvería a visitarlo de noche si no arreglaba ese baño. Y le hizo una lista de exigencias, entre las que figuraba el famoso “bidet”, del que tanto había oído hablar a sus antepasadas. Porque el portero en su vida había oído de semejante cosa. Y sus guaruras, menos (de todos ellos, sólo uno terminó la secundaria, y jamás tuvo una clase de higiene en que le hablaran de eso).
Para conseguir el dinero que necesitaba, el portero discurrió lo de arreglar uno de los baños del patio. Vas a decir que, por lo menos, algo positivo resultó para los vecinos. Pero no. ¿Porque sabes lo que hizo el portero? Cuando el baño del patio quedó listo (Después que el de la portería, por supuesto), nos llamó a los vecinos y dijo que ese baño (que no es tan lujoso ni tan moderno como el de la portería, y que nadie salvo la Flor y él han visto. Y la mujer de la limpieza, pero a esa la tiene bien amenazada) era para el uso exclusivo de los guaruras, porque no era justo que esos muchachos que se pasaban el día y la noche al aire, al sol y a la luz de la luna patrullando la vecindad para prevenir problemas, tuvieran que pedir a algún vecino afortunado que tiene baño propio que le permitan usarlo, y menos ir a las fondas cercanas a pedir que les permitan utilizar el suyo (Con el consabido consumo que les exigen antes). Porque sus muchachos se merecían una vida mejor de la que estaban llevando. Y les dedicó un aplauso, que sólo corearon sus incondicionales. Así que el baño del patio está custodiado por un guarura especial, que no deja entrar a nadie; y como hay que pagarle su sueldo especial, les subió la cuota de mantenimiento (poquito, pero se las subió). Los vecinos quedaron muy disgustados, pero con el tiempo olvidaron el asunto y siguen penando por el día en que el portero arregle todos los baños (los incondicionales les dicen que ese fue el primero, pero que por algo se empieza, y que pronto seguirían los demás. Y ellos siguen viviendo de esperanzas). Y el baño de los guaruras… Pero ya me estoy alargando. Eso te lo contaré en otra carta (si me acuerdo y si te portas bien).
Te quiere
Cocatú

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