CARTAS A TORA 231

Querida Tora1: Hace unos días, el portero anunció el establecimiento de una serie de programas “sociales” (lo pongo entre comillas, porque no sé qué es lo que el portero entienda por “social”). Eso provocó una especie de...

2 de julio, 2021 CARTAS A TORA

Querida Tora1:

Hace unos días, el portero anunció el establecimiento de una serie de programas “sociales” (lo pongo entre comillas, porque no sé qué es lo que el portero entienda por “social”). Eso provocó una especie de mini-revolución en la vecindad, porque todos se preguntaban qué significaba aquello: unos decían que era una maravilla, y otros que no valía ni pensar en ello. El caso es que levantó muchas expectativas.

Por fin, anunció el primer programa: “Reforestación de la Vecindad”. Desilusionó un poquito a la mayoría, pero se dijeron “Peor es nada”, y preguntaron en qué consistía. Era muy sencillo: llenar de plantas toda la vecindad, ocupar todos los espacios disponibles con vegetales, “a fin de ayudar a conservar el ambiente y alegrar la vista de los vecinos”. Lo importante era que daría a quien plantara algo, lo que fuera, un “estímulo” económico; y cuando las plantas ya fueran adultas, otro más “importante” que el primero. Esto sí logró entusiasmar a todos.

Y se pusieron a pensar qué podían plantar. Tenía que ser algo pequeño, para que cupiera en la maceta, y que creciera rápido. Entonces, lo primero que hicieron fue quitar todas las plantas que ya había. Así que la vecindad quedó como cacharro recién lavado. Y aquí vino el primer problema.

El portero, al darse cuenta de que habían  arrancado todas las plantas que había, puso el grito en el cielo (más arriba no llegaba). Les preguntó (a gritos, naturalmente) por qué habían hecho eso; y le dijeron que no iban a gastar en macetas. El portero reviró afirmando que él se refería a plantas en macetas nuevas, pero todos los vecinos contestaron (en gritos que llegaron más arriba) que nunca dijo “nuevas”, y que tenía que cumplir su palabra. El portero hizo un entripado que por poco le cuesta una entrada al hospital; pero aguantó vara y sonrió como sólo él sabe hacerlo cuando está furioso. Pero a los vecinos no les importó.

Enseguida empezaron a plantar que un geranio, que un clavelito, que una matita de perejil o cilantro; y un aventado plantó hasta jitomates, porque le gusta mucho su color. Pero lo más fuerte ocurrió en la azotea. Allí usaron no sólo macetas, sino pedazos de macetas rotas, secciones de tubo, cajas de cartón o de madera, todo lo que pudiera contener un puñado de tierra. Y allí todos plantaron lo mismo: mariguana, porque cumple con los requerimientos del portero y es fácil de cultivar y, además, puede traer ingresos adicionales a la vecindad con la venta en las colonias aledañas. De esto sólo se dieron cuenta los vecinos de los patios cuando vieron bajar a los ninis más tambaleantes y risueños que nunca. Corrieron todos a la azotea (yo no, porque ya lo había visto) y se encontraron con que parecía un campo en cualquier provincia del país, de verde y reluciente que estaba. Se quedaron todos asombrados, porque allí había más metros cuadrados de plantas que en toda la vecindad.

Entonces, los ninis empezaron a exigir sus “estímulos” El portero se resistió, alegando que la mariguana estaba prohibida en el país; pero le contestaron que ya no, que ya su cultivo era libre. Y como no encontraba la manera de zafarse ni de enfrentar la cólera de los vecinos, que alegaban que aquello era trampa, porque no se valían cultivos perniciosos, de los cuales la gente decente no sabía nada, pidió un día “para consultarlo con la almohada”. ¿Y sabes lo que le aconsejó la almohada? Que quemara los cultivos de mariguana. Y dicho y hecho. Antes de que llegara la madrugada mandó a sus guaruras a echar gasolina por toda la azotea y prenderle fuego.

La vecindad no se incendió por un verdadero milagro, pero los vecinos del segundo piso sintieron que sus viviendas se convertían en hornos sin termostato, y tuvieron que abandonarlas antes de que llegaran los bomberos. Los heroicos traga-fuego arrojaron agua en todos lados, echando a perder muebles y ropa. “Pero eso es un mal menor”, les dijo luego el portero, y culpó a los “irresponsables” ninis de haber tirado algún cigarro encendido entre las plantas.

Total, que entre recoger macetas rotas y plantas ahogadas y tratar de rescatar sus bienes de la inundación (algunos fueron a dar al agujero del patio, y aquello se convirtió en una batalla naval por apoderarse de todo lo que flotara), los vecinos se olvidaron del programa por completo y mejor se ocuparon en abuchear y pellizcar a los ninis cada vez que los veían . Pero éstos ni siquiera por eso se fueron; ellos se acomodaron muy pronto en las ruinas que quedaron en la azotea (que desde antes era un montón de ruinas) y siguieron viviendo tan contentos.

El portero no ha vuelto a hablar de programas sociales. Pero algunos vecinos empiezan a recordárselos. Ya veremos qué pasa.

Te quiere

Cocatú

1 Contexto: Un alienígena arriba a la Ciudad de México y, convertido en gato, llega a vivir a una vecindad. Le escribe a Tora, quien lo espera en su planeta natal, sus impresiones sobre lo que ve en ese lugar. Su correspondencia tiene algo de crítica social y toques de humor.

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