Hace algunos años, mi hija me hizo una pregunta muy sencilla pero difícil de responder por el momento que estaba pasando: ¿Pa, que disfrutas de tu vida? …
Un silencio se interpuso entre nosotros dos… el cuestionamiento llegó en un momento muy difícil económico y profesional para mí, pues sentía que no había hecho nada importante hasta el momento. Mi primer pensamiento fue: no puedo decirle que soy un fracasado que llevo la vida al día, que mañana no sabré si haremos las tres comidas o solo una. Pero tampoco quería mentirle y pintarle una vida de colores que no existía, tenía que responder algo que la hiciera sentir motivada a ser feliz y sentirse segura de mi compañía, incluso convencerla de que la vida era bella en toda situación. No podía decepcionarla a esa edad de haber venido a este mundo. En otras palabras: no podía matar sus ilusiones propias de una niña.
Había perdido la casa, el auto no tenía trabajo, pero mi mente ágil no me abandonaba y el amor por mi familia me daba la serenidad y el temple para contestar rápidamente algo inteligente y motivador. Finalmente le dije: La vida me ha dado la oportunidad de tener en nuestra casa las comodidades más deseadas por los más ricos, aun viviendo en una modesta morada de interés social, me he sentado a la mesa con grandes personalidades de las más altas elites sociales y compartir los mismos manjares, mi sabiduría me ha dado la oportunidad de intercambiar conocimiento con los más grandes pensadores. De la farándula, he tenido la suerte que sus personajes me saluden como si ambos contáramos con la misma fama, de los más temidos me he ganado el respeto, mismo que les he otorgado.
Como te puedes dar cuenta he disfrutado de todo cuanto hay en la vida sin ser un millonario o un gran personaje de la elite social, soy tan respetado como el hombre más temido sin haber lastimado siquiera al más pequeño ser de este mundo.
Lo más importante: he encontrado el sentido de la vida y disfrutado de ella sin ser ni tener lo que la mayoría desean. Solamente he aprovechado cada instante y he hecho de esto un hermoso momento, porque he reído en la pobreza y disfrutado con los grandes aun viviendo en el anonimato de la sociedad.
Volvió con otra pregunta: ¿Cómo puedes lograr eso? La humildad del espíritu y el valor de tu persona pueden hacer que todos los días sean únicos y que todas las personas te miren con respeto, no agachar la cabeza ante ninguna adversidad y aprender de la carencia y la opulencia.
Finalmente reconozco que esa conversación fue una gran reflexión de mi vida y un retrato de lo que había pasado en todos mis años hasta ese momento. Con esa pregunta tan simple, mi vida dio un giro de 180 grados la forma de ver el día a día cambio para siempre, me di cuenta que había logrado mucho sin tener nada y que mi nombre era firme y sin mancha; que aun sin ser nadie, no tenía que preocuparme más por el día de mañana porque tenía todo para que todos los días fueran grandes y maravillosos, que no había día malo si no simplemente diferente.
Pero más que eso valore la inteligencia de mi hija que, con dos preguntas simples, me enseñó a valorar mi vida y mi persona gracias a su inocencia y sinceridad.
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