Pérdida y cambio

El fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez con más inteligencia. -Henry Ford

11 de junio, 2024 Pérdida y cambio

La vida es un proceso de aprendizaje continuo. Ninguna pérdida es inútil, puesto que todo lleva implícita una enseñanza. En el camino el éxito nos alegra, en tanto el fracaso provee de  grandes lecciones para seguir adelante.

A lo largo de nuestra existencia vamos enfrentando diversos desafíos que nos habrán de llevar a la consolidación de nuestra propia persona.  Desde la primera respiración hasta la última, cada ser humano es sometido a elementos externos que le definen, a la vez que experimenta cambios internos en un proceso de autodefinición.

El primer período en que el ser humano se descubre es en torno a la edad de la socialización del niño pequeño, alrededor de los dos años.  Él observa cómo la gente de su entorno se dirige a él y entiende que, contrario a su concepción inicial, es una persona distinta y separada de su propia madre.  A partir de este momento viene un proceso de ensayo continuo en el que va descubriendo sus propios límites y potencialidades.  Claro, aún depende enormemente de lo que otros opinan de él, pero ya es capaz de hacer valer su determinación.

Vienen más adelante los años de instrucción escolarizada.  Para diversos personajes como Einstein, este período representa el sometimiento de la voluntad propia frente al marco disciplinario de la sociedad, que le indica por dónde sí y por dónde no.  El niño hace suyos elementos de conocimiento que más adelante le permitirán actuar exitosamente en diversos quehaceres.  Cierto, los principios fundamentales y la escala de valores siguen siendo los provistos por el núcleo familiar.  Ninguna instrucción académica  podrá sustituirlos.

El tercer milenio ha sido, entre otras muchas cosas, un tiempo de imágenes.  Hoy más que nunca damos un valor a los hechos mediante las imágenes que los proyectan.  Aparecen recursos para modificar esas imágenes, de modo de dar cuenta de los hechos como en realidad no ocurrieron.  Son recursos tan bien diseñados, que el observador cae en la trampa y se queda con la idea de que todo ocurrió como se muestra.   Invertimos mucho tiempo en este hacer creer, en lugar de enfocarnos a trabajar las cosas de raíz y modificar el origen último de  estas.  El proceso educativo habrá de instruirnos respecto a la forma para discriminar entre realidad auténtica y la forma como la tecnología presenta los hechos.   Nuestro ejercicio sensorial es mayor que en épocas previas; estamos obligados a descubrir lo que hay de verídico en una imagen proyectada.

Ahora bien, volviendo al fracaso en una tarea emprendida, dentro de un mundo de imágenes perfectas, lo primero es ubicarnos y entender que los seres humanos no somos perfectos, y, por ende, nuestros actos tampoco lo son.  Que fracasar es parte de nuestra condición, y que todos, en algún momento de nuestro camino, vamos a sufrir un tropiezo de grado variable, pero que ello no es lo que va a definirnos en la vida.  Que aprender de ese episodio es de sabios, de modo que mañana, frente a un obstáculo similar, contaremos con más experiencia para salir victoriosos.

En muy diversos escenarios el ingenio es capaz de construir realidades que finalmente no son tales, pero hechas con tanta maestría, que parecieran serlo.  Frente a ello nos toca revisar lo propio, definir qué elementos en nuestro desempeño no dieron los resultados esperados, y de qué manera podemos mejorar nuestro trabajo más adelante.  Nos corresponde ser muy honestos en dicha evaluación y llamar a un trabajo de conjunto en este proceso de revisión.  Diseñar un proyecto de desarrollo y comenzar a trabajar en lograrlo, desde el día uno. Definir con claridad dónde estamos parados hoy, y cómo nos visualizamos en un período de tiempo determinado.  Porque, finalmente, imaginar es el primer paso para lograr una meta.

Desde nuestro fracaso es lógico que surjan actitudes reactivas en contra de elementos que calificamos como productores de este.  La manera más inteligente sería lanzarnos a descubrir, en la entraña de nuestra derrota, qué elementos existen de verdad, en torno a lo que hicimos o dejamos de hacer, y que condujeron al resultado obtenido.  La crítica es una forma de iluminación acerca de nuestros propios errores, y más vale que la acojamos de este modo.

Cuando el caso es contrario, esto es, nosotros triunfamos y el opuesto es derrotado, es humano crecerse ante ello y actuar hasta con mofa.  En una situación tal, la grandeza de nuestra persona se manifestaría justo por lo opuesto: comprender que esta vez ellos perdieron, en un juego constante que la vida nos presenta a unos y otros. Y que ser magnánimos es una muestra de grandeza interior.

La vida es para todos un avance constante, desde el nacimiento hasta la muerte.  En el recorrido podemos ganar o perder.  Que los triunfos no nos lleven a la soberbia y que los fracasos no nos tumben.  Vayamos adelante a partir de nuestro yo interior hasta el final, cuando la pérdida de la casa humana que habitamos nos conduzca al mayor de nuestros cambios.  Que el ensayo que llevamos a cabo cada día facilite ese desprendimiento.

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