Dany vive sumergida en una tristeza que pesa tanto como un costal de cien kilos, lo que le impide movilizarse. Tiene el cuarto de su madre intacto: la ropa acomodada en el clóset, los barnices en el cajoncito del buró, las pantuflas debajo de la cama, la toalla y la bata de baño colgadas sin oportunidad de moverse un centímetro.
La muerte de su madre le sumerge en un estado de dolor y angustia. Es normal, diría cualquiera que ha experimentado esta circunstancia de vida. Sí. Empero, hay un detalle que resalta en esta historia: Nay, la mamá de Dany, murió hace 4 años, tiempo en el que la protagonista de esta historia ha quedado congelada, sin oportunidad de ir transitando su duelo. Está estancada en el pasado.
Para Dany el tiempo no avanza, recuerda todos los días la muerte de su madre y le duele con la misma intensidad; todos los días se culpa al preguntarse por qué no hizo algo más: “pude haberla llevado a otro hospital”, “si hubiéramos cambiado de especialista”, “si le hubieran aplicado otro tratamiento” … así, cada día que pasa, lejos de ir cerrando la herida, Dany la alimenta con sus pensamientos culposos y recurrentes.
No estamos juzgando su dolor o su manera de pensar, sólo exponiendo el caso de un duelo crónico. La muerte es un acontecimiento natural, igual que el nacimiento, sin embargo, vemos al primero como algo terrible e insoportable, hemos aprendido que así es la muerte.
Experimentar dolor ante la muerte de un ser amado es normal y muy válido. Para superarlo tenemos que ir gestionando nuestras emociones para no morir con nuestros muertos. Seguir vivo es el equivalente a seguir creyendo y creando para aprovechar el tiempo que nos ha sido concedido. En mi opinión, ese es el mejor homenaje que podemos hacerle a nuestros muertos, quienes en vida gozaron y compartieron nuestras sonrisas, compartieron la vida.
Si te sientes igual que Dany y sientes que por más que haces nada te anima y lo único que deseas es morirte con tu ser amado, te digo que hay opciones para que te sientas de una manera distinta, para que la ilusión regrese a tu vida. Pero primero tienes que querer, querer estar vivo y sonreír de nuevo. Si sientes que no puedes solo te animo a pedir ayuda, te aseguro que siempre hay una mano para ti y unos oídos dispuestos. ¿Qué dices, te has dado una oportunidad? Piensa que la muerte es irremediable y la vida es corta y un regalo para disfrutar todos los días.
¡Hasta la próxima!
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