Se decía que la postpandemia traería cantidad de males, entre ellos, una fuerte crisis de salud mental derivada del encierro al que fuimos sometidos y del aislamiento obligado para evitar el contagio. Al parecer, pocos o nadie le puso la atención debida y hoy nos encontramos de frente a una creciente oleada de violencia, agresividad, intolerancia, estrés y falta de empatía extrema como nunca antes se había visto. Cierto es que hace tiempo se normalizó la violencia (lo cual es grave y síntoma de otros males de la sociedad), pero los niveles que estamos alcanzado actualmente ya parecen más un rasgo de locura que de “normalidad”.
En el ámbito deportivo se permite cierto grado de contacto físico más allá de las jugadas permitidas; principalmente, en deportes extremos como las artes marciales, el futbol americano, el hockey y otros; sin embargo, son disciplinas regidas por un código deportivo que sancionan libremente las acciones antideportivas como las agresiones intencionadas o las faltas al reglamento.
La semana pasada resaltó un suceso que traspasó el ámbito del juego para volverse tendencia en redes, se trata de la falta cometida por un jugador de los “Burros Blancos” equipo del Instituto Politécnico Nacional contra un rival del equipo “Borregos del Tec de Monterrey”, hasta el punto de la lesión y la suspensión definitiva por parte de la ONEFA todo parecía un asunto de sanción ante una falta grave; sin embargo, el día sábado circuló en redes un comunicado en el que la comunidad del equipo politécnico pide “exhorta a las máximas autoridades de la Organización Nacional Estudiantil de Fútbol Americano con la finalidad de resaltar el excesivo castigo imputado al defensivo número uno de Burros Blancos, Osvaldo Canchola…
Sin embargo, el castigo impuesto sin derecho de audiencia y la difusión mediática del caso, afecta emocional, profesional y en sus derechos como persona al jugador”. El jugador que recibió la agresión por parte de Canchola sufrió “ruptura completa de tercer grado del ligamento patelofemoral medial y ruptura de segundo grado de más del 50% del ligamento colateral medial”. En la NFL un caso similar ocurrió en la misma semana entre jugadores de los equipos de Dallas (vaqueros) y Los Angeles (cargadores) al darse un enfrentamiento previo al inicio del partido.
No se trata de nada nuevo bajo el sol, lo notorio es el nivel de agresión que estamos viviendo actualmente en todas partes: estudiantes que apuñalan maestros, padres de familia que golpean a los docentes, políticos que se pelean a golpes en los foros de discusión, pasajeros que se enfrentan a palabras y golpes en el transporte, clientes que agreden al personal de tiendas de servicio y la lista sigue porque parece que no hay límites, que ni siquiera una sanción (como en el caso de ONEFA) pone el dedo en el renglón indicado. La violencia no debe normalizarse y es que, bajo el argumento de daño psicológico o moral, se evita aplicar la ley en contra de quien comete una agresión sin importar la magnitud de la misma porque el bullying empieza con palabras y también debe ser regulado y erradicado de las aulas escolares pero si de inicio, el violentar a otro no se regula ni se castiga, en casos extremos resulta fuera de lugar porque se “normaliza” y se “minimiza” porque se apela a los derechos fundamentales del agresor.
El caso de ONEFA es relevante porque no se trata de jugadores profesionales que reciben pagos millonarios sino de estudiantes que en principio, pertenecen a una institución educativa regida por valores universitarios (o eso debería ser) y cometer una acción con alevosía y ventaja deja mucho que decir del infractor en tanto futuro profesionista y líder mexicano en formación porque cabe la pregunta ¿Y sus valores? esos que, nos ayudan a ser mejores personas y que son #laspequeñascosas que nos guían en momentos de caos e incertidumbre. Si en un contexto reglamentado, de camaradería, dentro de un campo formativo y que pertenece a una institución educativa, entre profesionistas se normaliza la violencia ¿Qué podemos esperar simples ciudadanos de a pie caminando en medio de vaya a saber qué mentes sociópatas? Mucho qué reflexionar, mucho qué corregir y mucho qué aportar en un mundo cada vez más caótico (y en guerra).
A manera de colofón
Hace apenas algunas semanas nos encontrábamos en la antesala del otoño, hoy no sólo estamos viviendo un clima con tintes de verano, primavera y un adelantado invierno sino que nos encontramos casi a la vuelta de la esquina del fin de año con todo y lo que ello implica y significa en términos profesionales, familiares, laborales, etc. parece que alguien le puso un acelerador al último trimestre porque no sé ustedes, pero yo escucho ya cascabeles de trineo. Por favor, ¡sea feliz!
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