Las pequeñas cosas: ubuntu

“Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión”. -Nelson Mandela (1918-2013).

14 de marzo, 2023 ubuntu

La mente que disfruta de recordar fechas y datos nos recuerda que hace tres años fue declarada la pandemia por COVID-19 y sus efectos no dejan de sentirse ante el largo confinamiento que se vivió. Carlos Javier González Serrano (Filósofo y psicólogo español) reflexiona al respecto: “El contacto físico entre personas es fundamental para crear vínculos significativos, para impregnar olores o indicar cercanía, para la comunicación no verbal. Los móviles no sólo secuestran nuestras capacidades cognitivas; también encadenan nuestras manos y nos privan del tacto”. 

Y es que ante el incremento de la actividad virtual como alternativa y/o escape del encierro al que fuimos sometidos, la vida real, esa que se siente, se huele, se mira, se escucha y se degusta ha quedado privada de las sonrisas, los besos y los abrazos (los cuales dicho sea de paso, también quedan fuera ante el discurso feminista pare evitar cualquier mala interpretación) y de todo aquello que nos conecta y nos vincula con los demás.

En Sudáfrica existe una filosofía de vida conocida como “ubuntu”, que toma la lealtad, la humildad, la empatía y el respeto como sus principios básicos, a partir del dicho popular “umuntu, ngumuntu, ngabantu” y que se traduce como: “una persona es una persona a causa de los demás”; es decir, se trata de abandonar el individualismo que permea en las sociedades modernas para retomar los beneficios de ser parte de un colectivo. 

 

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Algo que Bertrand Russell (1872 – 1970) también plasmó en su ensayo “La conquista de la felicidad” (1930) y nos dice que: “la receta para conquistar la ansiada felicidad consiste en construir la propia vida en compañía de quienes nos rodean, con una plena integración en la sociedad y la absoluta conciencia de ser parte de un todo”. 

Lo anterior, nos conduce a voltear la mirada hacia lo colectivo en medio de una dinámica con una alta carga virtual que si bien nos permite comunicarnos a grandes distancias, nos aleja cada vez más de #laspequeñascosas que son parte de la esencia de la vida dado el ensimismamiento al que conducen los dispositivos móviles con sus múltiples aplicaciones y posibilidades para “resolver” el mundo con un solo click y de la promesa de cercanía efímera creyendo que una llamada virtual puede sustituir el contacto físico o la energía y la emoción que produce la compañía de lo y los otros. 

Volviendo al término del Ubuntu, es una lástima que se estén diluyendo sus principios básicos en una sociedad altamente individualista y consumista que abusa de la empatía de los demás, traiciona la confianza, se guía por el orgullo y la soberbia y rebasa límites sin el mínimo sentimiento de culpa; sea como resultado del uso excesivo de sustancias tóxicas, sea por patología o por personalidad pero nos encontramos adorando falsos ídolos que nada tienen que ver con el sentido de colectividad y así nos irá en el futuro. Para las que somos madres la preocupación es muy grande y es doble si se ejerce la maternidad sin el equilibrio que da el rol paterno pero quizá es que somos precisamente, las mujeres y las madres quienes dejaremos este mundo mejor de cómo lo encontramos. ¡Practiquemos ubuntu!

A manera de colofón: la violencia, la extorsión a comercios, el narcomenudeo, la invasión de domicilios abandonados o intestados y el feminicidio son crudas realidades que cada vez ocurren más cerca de lo que nos gustaría y al parecer, no hay un mejor lugar para vivir. No es necesario ser un agente especializado para detectar lo que ocurre cuando el escenario se llena de personajes extraños que no encajan en el entorno y el ambiente se enrarece porque la inseguridad que se percibe, lo cual es un trago amargo. Soy usuaria de taxis desde que soy económicamente activa y si bien al día de hoy no tengo una triste historia qué contar, el riesgo es cada vez mayor porque incluso en el extranjero se habla de las mafias que controlan al gremio de taxistas, los cuales a su vez son extorsionados para delinquir o se vuelven cómplices o forman parte de grupos criminales. Es verdad que no hay forma de dar un paso seguro en la ciudad (no sé si en el país entero), pero la realidad a nivel de piso del ciudadano promedio, es que no existe la certeza de salir y regresar con bien en una ciudad cada vez más caótica y hoy por hoy también con sequía y escasez de agua entre otros recursos. ¡Triste realidad!

 

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