“Creo que un héroe es quien entiende la responsabilidad que conlleva su libertad.”
– Bob Dylan (1941), cantautor, compositor y músico estadounidense.
Los años de experiencia laboral tanto en el sector empresarial como en el público me brindaron una gran lección: el significado de la responsabilidad entendida no simplemente como un rango que se alcanza en un organigrama sino como todo lo que implica el cumplimiento de los objetivos marcados al ostentar un cargo.
Cuando niños nos enseñan “a ser responsables” bajo sentencias del tipo “cuida tus cosas”, “avisa al llegar a tu destino”, “di la verdad”, “sé puntual”, “haz la tarea”, etc. y crecemos bajo la creencia de que ser responsable significa cumplir con algo aunque no se esté de acuerdo o no sea de nuestro agrado, por ejemplo cortarse el cabello o no tatuarse pero la responsabilidad tiene un sentido más profundo. Es posible verlo claramente a través de las historias de superhéroes cuando recién adquieren cierto poder, se piensan invencibles pero son derrotados o pierden lo más valioso en sus vidas y entonces queda claro que el poder va de la mano con la responsabilidad.
Quizá el ejemplo más claro sea el de maternidad o paternidad responsable, que significa hacer frente a lo que trae el cumplimiento de dicho rol: cuidar, acompañar, educar, guiar, amar, corregir, inspirar y un largo etcétera porque se es madre o padre en tanto se asumen las responsabilidades sin delegarlas a uno de los progenitores ni a los abuelos, maestros o tíos. Lo mismo ocurre en el plano laboral porque se asocia el poder a la falta de responsabilidad, pues se asume que al ascender, son los demás quienes deben plantar cara a todo cuanto ocurre porque quien obtiene el poder está sólo para salir en la foto (como algunos gobernantes a lo largo de la historia).
Somos responsables cuando respetamos el semáforo, cuando cedemos el paso a los ancianos, cuando protegemos a las infancias, cuando respetamos los derechos de los demás y principalmente, cuando somos congruentes entre lo que pensamos, sentimos y hacemos. ¿Cuántas veces hemos tenido a un jefe tirano que se dedica a dar órdenes a diestra y siniestra, acosar a los trabajadores, humillarlos, explotarlos y fingir que cumple con un trabajo que delega a los demás?
Somos responsables cuando respetamos al otro sin violentar su vida, sin alterar su equilibrio, sin robarle la paz, sin arrebatarle la inocencia, sin juzgarlo, sin presionarlo y sin ignorarlo o difamarlo porque sí “El respeto al derecho ajeno es la paz” no sólo en política sino en #laspequeñascosas de la vida y en los vínculos más importantes que nos dan arraigo e identidad como nuestros padres, hermanos, parejas, amigos, compañeros, colegas o vecinos.
Dejamos de ser responsables cuando tienen que recordarnos nuestros deberes o demandarnos el cumplimiento de una responsabilidad porque no somos educados para responder ante la obligación moral que adquirimos en ciertos momentos de nuestras vidas y las consecuencias de nuestros errores, lo que es más, no nos enseñan a reconocer el error porque parece pecado capital.
Somos responsables también de aquellos con quienes tenemos alguna relación laboral, comercial, social o personal en tanto no dañar su integridad ni permitir que dañen la integridad de alguien más. Somos responsables del comportamiento y conducta de nuestros hijos aunque hoy exista una adicción irracional al apego de los derechos humanos como una forma de evadir tal responsabilidad (¿paradoja?) porque es más fácil ser irresponsable, no cumplir, claudicar, mentir, abandonar (el empleo, una relación, una deuda, un hijo, una familia, un compromiso).
Ser responsable es cumplir y al dejar de hacerlo hay que reconocerlo y buscar a toda costa resarcir el daño causado por la omisión cometida aunque al parecer, vivimos en un mundo que Quino, a través de su célebre personaje Mafalda etiquetó con una nota que dice: ¡CUIDADO, irresponsables trabajando!
A manera de colofón: “Para aquel que ve una espada desenvainada sobre su impía cabeza, los festines de Sicilia, con su refinamiento, no tendrán dulce sabor, y el canto de los pájaros, y los acordes de la cítara, no le devolverán el sueño, el dulce sueño que no desdeña las humildes viviendas de los campesinos ni una umbrosa ribera ni las enramadas de Tempe acariciada por los céfiros” (Horacio, Odas III, 1). La célebre frase que popularizó el Tío Ben de Spiderman, “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, tiene su origen en el siglo I a.C., en la anécdota (o leyenda) conocida como la espada de Damocles y plasmada en el poema de Horacio. Tal vez no somos conscientes de la responsabilidad que tenemos en nuestras manos al ser adultos, cuando la vida abre todas sus posibilidades ante nosotros con la única finalidad de ser felices y sin embargo, pasamos años enteros instalados en la queja y el pesimismo.
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