“Un talento profundo suele ir unido a una buena memoria”. – Friedrich Hegel (1770-1831), filósofo alemán.
Se dice que, durante el proceso de aprendizaje, la sinapsis entre neuronas se mantiene fuerte y activa estimulando una buena memoria como bien descubrió Santiago Ramón y Cajal a fines del siglo XIX: “las memorias están dadas por la conectividad entre las neuronas” pero estudios más actuales también han revelado que: “a partir de muy poca información, el cerebro genera una realidad y un pasado”; es decir, que: “además de ser un fenómeno de comportamiento, la memoria también es producto de la actividad de neuronas, por lo que existe una estrecha relación entre la psicología y la neurociencia” (Rodrigo Quian Quiroga, Qué es la memoria, Ed. Paidós). A su vez, la neurociencia no explica que la memoria refleja el estado funcional del cerebro: depende de la edad, cambios hormonales, estado de ánimo, cansancio y enfermedades.
Así que adentrarse en los recovecos de la memoria para tratar de entenderla no es poca cosa porque es recurso, técnica, herramienta, comportamiento, emociones y principalmente, actividad neuronal. De ella se ha escrito y dicho mucho por lo que ha sido materia de estudio desde tiempos antiguos y el primer acercamiento consciente que tenemos con ella puede que sea a través del divertido juego de memorama el cual consiste en encontrar pares de imágenes entre un montón de tarjetas similares pero más allá del juego, existen otros misterios en torno a ella.
De la mitología griega heredamos a Mnemósine, que era la representación de la memoria. Quintiliano escribió al respecto: “Nunca nos habríamos dado cuenta de qué tan grande y qué tan divino es el poder de la memoria si no fuera por el hecho de que es la memoria la que ha llevado a la oratoria a su presente posición de gloria. Porque provee al orador no solo con el orden de sus pensamientos, sino hasta incluso de sus palabras”. Por esa época, la memoria (mnemotécnica) era sinónimo de virtud e indispensable para el ejercicio de la oratoria, lo cual se perdió con el paso del tiempo hasta la llegada del Renacimiento, cuando se retomó y se consideró como un arte.
Quizá el concepto o imagen más cercano que tenemos actualmente de memoria sea el espacio virtual en el que se almacena la información de nuestros equipos tecnológicos y más aún, es muy probable que confiemos plenamente en dichos dispositivos dado que no necesitamos recurrir al ejercicio de memorizar nombres, números telefónicos, contraseñas o cualquier otro dato porque todo está debidamente resguardado en el mundo virtual.
¿Por qué se hace necesario hablar de la memoria?
Nada más y nada menos, Gabriel García Márquez escribió: “Era todavía demasiado joven para saber que la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y que gracias a ese artificio logramos sobrellevar el pasado.” Mientras que para John Irving: “la memoria es un monstruo. Uno olvida, ella no. Simplemente archiva las cosas, las guarda, las esconde y las trae al recuerdo con voluntad propia. Se piensa que uno tiene una memoria… No es cierto… La memoria lo tiene a uno…”.
¿Qué hay con la memoria? Que hemos olvidado su existencia y que cada día nos enfrentamos con más casos de demencias seniles que afectan principalmente a la memoria además de perder cada día la oportunidad de ejercitarla gracias a la dependencia con los dispositivos electrónicos que hoy tienen la capacidad de recordarlo y hacerlo todo. Entonces ¿qué nos queda de la memoria? ¿Cuál es su utilidad? Quizá no lo tenemos tan claro porque es una de #laspequeñascosas que damos por hecho que existen y que están ahí pero sin valorarlas. Valdría la pena hacer un recorrido por nuestra memoria y revisar qué secretos guarda, cuáles nos revela y cuáles nos oculta, sus motivaciones, sus alcances y sus límites. ¿Cuánta información somos capaces de recordar? ¿Conocemos los nombres de todas las personas con las que tratamos habitualmente? ¿Tenemos la capacidad de citar a un autor de memoria? ¿Podemos repetir algún diálogo o fragmento de libro? ¿Qué uso le damos a nuestra memoria? ¿Es un verdugo o un aliado? Queda entonces mucho por reflexionar porque resulta que la memoria es un terreno inexplorado, una fuente inagotable de recursos para ser y hacer más y mejor como humanos y distinguirnos de los avanzados recursos tecnológicos.
A manera de colofón: la semana mundial de la lactancia materna se celebra cada año del 1 al 7 de agosto, en 2015 escribí en este mismo espacio al respecto: “Que la lactancia no sea un evento para tomarse la foto y aparecer en las redes sociales o en primera plana, que no sea una moda, que no se le considere un capricho de las madres, que no sea motivo de prejuicio o discriminación; sino un acto de conciencia que nos permita sensibilizarnos no sólo como madres sino como sociedad para crear los mecanismos y redes de apoyo necesarios en aras de garantizar una crianza natural y de calidad para nuestros hijos”. Y con enorme gusto puedo decir que la vida me ha brindado la satisfacción de ver cada día más difusión, información y sensibilización al respecto, aunque se sabe que, es una de las tantas formas y estilos de crianza que amenazan intereses particulares por lo que diré que entre los muchos beneficios de dar el pecho a nuestros hijos se encuentra la disminución de enfermedades y problemas de tipo diabetes y/o sobrepeso. Sigamos apoyando y educando para impulsar la lactancia materna (parafraseando el lema de este año). Mi memoria omitió recordarme el tema del mismo modo que olvidó que teníamos que enviar la colaboración semanal el pasado lunes; mi memoria está fallando pero estoy segura de que es falta de descanso, así que anhelo unos días de vacaciones antes de la vuelta al colegio del crío.
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