Las pequeñas cosas: infancia

“La única patria que tiene el hombre es su infancia.”  – Rainer María Rilke (1875 – 1926), poeta y novelista austriaco. Por segundo año consecutivo las niñas y niños pasarán el 30 de abril encerrados en casa....

26 de abril, 2021

“La única patria que tiene el hombre es su infancia.”

 – Rainer María Rilke (1875 – 1926), poeta y novelista austriaco.

Por segundo año consecutivo las niñas y niños pasarán el 30 de abril encerrados en casa. 13 meses han pasado desde que abandonaron los pupitres y aulas para resguardarse en su hogar junto a sus familias y aunque esta nueva era nos ha enseñado que las fechas conmemorativas no son sinónimo de celebración, es importante insistir en el bienestar de la infancia particularmente en tiempos pandémicos.

Serrat nos heredó unas bellas palabras sobre la infancia: “Esos locos bajitos que se incorporan con los ojos abiertos de par en par sin respeto al horario ni a las costumbres y a los que por su bien, hay que domesticar.” Y es que en nuestro acelerado ritmo de vida entre vacunas, elecciones, falta de agua, violencia y migración, entre otros “asuntos de mayores”, los peques van quedando olvidados, arrinconados, sin defensa. Basta con ser una madre o padre para notar la carencia de espacios y servicios; por ejemplo, el menú infantil en los restaurantes no es más que una versión en pequeño con gran cantidad de azúcares, carbohidratos y grasas para ellos, pero no existen variantes de papillas para los más pequeños o bebidas apropiadas, las sillas mal llamadas periqueras los colocan en riesgo entre el correr de las meseras y el descuido de los adultos, la ropa se ha vuelto un asunto de moda y marketing que los hiper sexualiza en edades cada vez más tempranas, y así podría seguir anotando una serie de abusos en su contra porque exigimos de ellos que crezcan rápido, que aprendan, que ya hablen, que sean multitareas, que nos entiendan, que se comporten y les endosamos una enorme cantidad de expectativas que el mundo no les condonará si es que quieren ganarse un lugar en él y es que llegan a esta vida como un lienzo en blanco y los adultos no siempre tienen la precaución de apenas esbozar dibujos, sino que algunos rayan, manchan o rasgan el  lienzo hasta pervertirlo, lo lastiman de forma irremediable en la mayoría de las ocasiones.

Walter Benjamin (filósofo alemán) consideraba que es a través de los juegos infantiles y ese hablar desparpajado donde se halla la semilla del cambio social de un despertar del mundo dominado por los adultos pero quizá hemos fallado como sociedad y como apunta Guadalupe Nettel (escritora mexicana): “Nos corresponde a todos responsabilizarnos de que la infancia sea lo más luminosa posible porque los niños son sin lugar a dudas los más vulnerables entre los humanos. Su pequeñez, su debilidad física, su candidez, su mente abierta e impresionable, los convierten en presas fáciles para los depredadores.”

Lo cierto es que la historia cuenta con una galardonada al Premio Nobel de la Paz con tan sólo 17 años, llamada Malala Yousafzai, es posible disfrutar la ópera “Las bodas de Fígaro” gracias al talento que desde los cinco años desarrolló Wolfgang Amadeus Mozart, el calentamiento global encontró una vocera mundial a través de Greta Thunberg quien con 16 años realizaba huelgas estudiantiles en las afueras del Riksdag y es que dominar a edad precoz una aptitud (artística, cultural o científica) que normalmente llevaría años desarrollarla los convirtió en “niños prodigio” a través de la práctica continua de aquéllas habilidades naturales y del tiempo dedicado también a otras actividades lúdicas que no es igual a llenarles la agenda de clases (ahora por zoom), sino que se trata justamente de darles libertad para jugar, explorar, aprender, conocer su interés y acompañarlos en el proceso para que lo disfruten y no se convierta en sufrimiento como ocurre con pequeños talentos que son explotados y obligados a vivir como adultos. 

La infancia (del latín infans = el que no habla y basado en el verbo for = hablar, decir) es esa etapa comprendida entre el nacimiento y la adolescencia aunque para la ONU se considera hasta antes de los 18 años. Es una brevedad en la historia de vida de cada uno, el momento en que ser grande significa usar los zapatos de mamá o papá, la oportunidad de explorar y descubrir libremente, ajenos al transcurrir de las horas y minutos, el tiempo de ser pequeños y no por ello, evitar impactos mayúsculos en su entorno porque por cada niña o niño que nace, el mundo de dos adultos se transforma sin retorno.

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