Recientemente (y tal como se esperaba) el carrete de noticias anuncia diariamente el cataclismo de sucesos preelectorales que auguran un cierre de sexenio en ebullición (Del lat. ebullitio, -ōnis, acción de hervir, estado de agitación) con sus incendios forestales por doquier, con su sequía irremediable y a la vista (en mi visita al Desierto de los Leones avisté un río a punto de secarse, grietas en las superficies, ausencia del canto de las aves, carencia de humedad y olor a quemado), con su violencia en exceso (que siempre la hemos tenido pero va en aumento por la psicosis, el trauma y/o la ansiedad derivados de la pandemia y el confinamiento al que fuimos obligados), con su falta de medicamentos, con sus citas médicas a las personas de la tercera edad canceladas, con sus dimes y diretes al más fino estilo de la esfera política mexicana, con sus shows de tres pistas para desvirtuar candidatos a las próximas elecciones, con sus precios de la canasta básica (y no tan básica) elevados casi a punto de volar lejos del alcance del mexicano promedio, con sus constantes fallas en el transporte público (sistema de transporte colectivo metro) porque siguen abrigando mafias sindicalistas y con brillantes, hermosos y poderosos anuncios publicitarios de bebidas embotelladas en contraste con la falta de agua potable por todos lados (¿No les parece un insulto que mientras las grandes empresas transnacionales comercian con el agua, los mexicanos debamos pagar por tener el recurso natural para el sustento diario?).
Ebullición es el punto en el que se encuentra la humanidad con su violencia en exceso, con su indiferencia, con su ego exacerbado, con sus figuritas de sololoy rellenas de reguetón e ignorancia (cual galletas chinas de la suerte, huecas por dentro y con falsas ilusiones). Nos encontramos de frente a un proceso electoral que definirá el rumbo de México y lo mejor que se puede hacer en estos casos es indagar, informarse, verificar información, crearse un criterio propio y no ir con la manada. ¿Qué nos dice la risa picante, excesiva y recurrente de Taboada? ¿Qué nos dice la voz segura de Xóchitl? ¿Qué nos dice el discurso repetitivo de Sheinbaum? Se nos olvida que existe una gran mayoría que todavía cree en espejitos y que es ignorante pero cree en fórmulas mágicas y cuyas necesidades han sido olvidadas así que alabarán a cualquier santo que parezca tener la solución mágica a sus problemas y que también existe otra importante mayoría que sostiene la economía (porque una cosa es generar el recurso y otra administrarlo y no entraré en guerras de género pero algunas parejas se divorcian justo por la falta de equidad en la gestión del gasto corriente) que genera empleos, que paga impuestos y que está en todo su derecho de exigir resultados y de elegir en qué debe gastarse el dinero público y ya que estamos por este camino citaré la máxima religiosa que nos dice: “No regales peces, enseña a pescar” (aunque luego en la misa dominical pidan el diezmo).
Ebullición en los campos secos de los montes, ebullición en la sociedad por el alto nivel de violencia y psicosis, ebullición en la economía porque cada día alcanza menos, ebullición en la salud porque cada vez hay más casos de enfermedades que antes se desconocían o eran poco frecuentes, ebullición en las calles con los miles de puestos ambulantes que venden de todo al abrigo de la autoridad, ebullición en las redes sociales por las preferencias electorales, ebullición en los medios de comunicación carentes de contenido y que pierden audiencia frente a la velocidad del internet y las redes sociales, ebullición en las familias por la falta de vínculos de calidad, cara a cara y no a través del celular, ebullición en los infantes que ya no pueden ir a nadar con sus pares, que defienden sus derechos fervientemente sin saber que pierden la libertad en el momento que se conectan a la red. Vivimos en estado de ebullición y parece que a nadie le importa.
Las pequeñas cosasEl pasado festival escolar de mi hijo se centró en la conmemoración de la expropiación petrolera, el natalicio de Benito Juárez y por supuesto, la llegada de la primavera. El grupo escolar presentó una danza prehispánica y representaron la ceremonia del Fuego Nuevo con un sacrificio humano al mero estilo de los mexicas. La reacción de algunos fue de sorpresa ante el “acto salvaje” ahí mostrado y sí, las culturas prehispánicas se distinguen por su antropofagia y su cultura guerrera pero en otras culturas también existía el salvajismo radical. La reflexión surge de forma espontánea cuando el fin de semana y a propósito del sábado de gloria, nos encontramos con la celebración de los Judas Vivos en la que, por cierto participó el alcalde de Cuajimalpa para asegurar el orden en un sui generis acto que incluye personas de todas las edades con vestiduras de Judas que van por la calle “robando” (pidiendo) cosas a los asistentes a la procesión y al llegar al atrio de la iglesia municipal son colgados y azotados con latigazos, momento en el cual “devuelven” lo “robado” a los ahí presentes. Así que del sacrificio humano a los dioses a la celebración pagana de los Judas (de herencia cristiana) no hay mucha diferencia aunque sabemos que eso no lo trajeron los españoles porque al menos en España no existe una celebración de ese tipo (o al menos eso declaró la mujer nacida en Madrid y recién llegada a México hace nueve años). ¿Será que a los mexicanos nos rige la violencia y el dolor acompañados del consumo del alcohol? Cabe estudiar el comportamiento del mexicano en tiempos de Judas vivos.
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