La semana pasada escribí respecto a que “alardear del trabajo realizado es sólo informar lo que se ha hecho con los recursos públicos”, lo cual si bien no carece de importancia tampoco debería ser una bandera con fines políticos puesto que mucho de lo que hoy se presume como logros. En realidad ha sido la conclusión de proyectos que iniciaron antes del actual sexenio. Pero además se cacarea lo que resalta a la vista de todos pero se oculta lo malo (algo así como barrer y esconder la basura debajo de la alfombra) porque nadie habla de las soluciones al accidente de la línea 12, las acciones para mejorar el servicio de transporte colectivo metro, los lineamientos que deben cumplir los concesionarios de servicios urbanos, los procesos concluidos de violadores, extorsionadores, corruptos o la cantidad de personas encontradas y la lista sigue porque es más lo que funciona mal que lo bien hecho en México, le pese a quien le pese y esto ocurre porque se desconoce la labor de un gobernante.
¿Qué significa ser gobernante? ¿Cuáles son sus funciones principales, sus lineamientos, sus métricas de resultados, sus responsabilidades y las sanciones por no cumplir con lo que marca la ley? Lo que es más: ¿quién lo vigila, quién lo califica? Muchos dirán que somos los ciudadanos pero en la práctica no es así como funciona. Hace falta información y definición como ciudadanos y como gobernantes, empezar de lo básico para alcanzar objetivos más complejos. Regresar quizá, al origen, a lo esencial.
Algo similar ocurre con los usos y costumbres, con las tradiciones, con las creencias ¿Por qué celebramos Navidad si nos hemos alejado de la religión? ¿Por qué creer en los Reyes Magos si los nacimientos han desaparecido del escenario público? Porque usted y yo vemos árboles de navidad y la imagen de Santa Claus por todas partes pero ¿De dónde viene la tradición? ¿Qué significa en realidad? ¿Qué simbolizó antes y qué simboliza ahora? ¿Tiene sentido conservar una tradición tan añeja? Es complicado llegar a una conclusión porque se trata de un tema muy ligado a la religión pero si se le otorga una nueva perspectiva y se rescata la esencia, el resultado puede ser favorable. Hacerse preguntas para llegar a una definición.
La reciente temporada navideña me llevó a ver dos películas que invitan a la reflexión y a sacar una conclusión particular respecto a la Navidad, la Nochevieja y los Reyes Magos porque en verdad es necesario creer en algo que le dé sentido a la existencia. Me refiero a “Krampus, el terror de la navidad” (Estados Unidos, Michael Dougherty, 2015) y “Reyes contra Santa” (España, Paco Caballero, 2022) ambas nos permiten ver que el espíritu navideño va más allá del consumo excesivo que anuncia el inicio y fin de cada temporada para conectar con lo esencial, con la parte humana que debería gobernar nuestra existencia y con la razón de estar vivos porque si no somos capaces de definir eso en lo que creemos, si se desconoce el origen, el significado, el simbolismo y su importancia en la propia existencia entonces se vive en automático, por mandato mercadológico y nada más.
Las pequeñas cosas
La capacidad para definir (del latín definiré, exponer con claridad, exactitud y precisión los caracteres genéricos y diferenciales de algo tangible o intangible) nuestro entorno hace posible no sólo entenderlo sino modificarlo según las necesidades que surgen con el paso del tiempo y de acuerdo a las circunstancias; sin embargo, parece no haber tiempo suficiente para el trabajo de definición, la era del consumismo y la inmediatez exige tenerlo todo a la mano aunque no se comprenda en su totalidad porque mañana es tarde. Empezar por definir lo que nos pasa, lo que sentimos, lo que pensamos, lo que nos agrada, lo que nos disgusta y de ahí brincar a la definición de quiénes somos (trabajo logrado gracias a la psicoterapia); pasar de una respuesta simple y llana a la pregunta que nos hacen todos los días: “¿Cómo estás?” para definir el verdadero estado de ánimo y el estado de las cosas en nuestro entorno. Ir del “bien” que se parece al 8 de calificación escolar y que para muchos profesores equivalía a mediocridad para arriesgarse por un 10 en el arte de expresar cómo estamos. Empecemos por algo sencillo, cambiemos el bien por un: satisfecho, contento, alegre, estresado, apurado, con hambre, desayunado o un simple: estoy despierto, estoy presente, estoy a tiempo. Definir lo que somos, sentimos y pensamos para ir adoptando la capacidad de definir nuestro entorno, nuestro lugar en la comunidad, en la familia, en lo laboral porque puedo ser el director general de una productiva empresa pero sentirme frustrado por no disfrutar el fin de semana en familia o puedo ser el personal de limpieza de la misma empresa pero sentirme satisfecho con la labor cumplida. Definir más allá del bien y el mal para abrir la ventana a la infinita gama de lo que podemos ser, sentir y pensar. Definir no es limitar, es entender, dominar y poder compartir desde el conocimiento y la certeza.
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