Las pequeñas cosas: decepción

La forma más recomendable para curar una herida emocional es atravesando por el dolor y permitirse sentir lo que ocurre al momento en que surge la decepción.

3 de octubre, 2022 Las pequeñas cosas: decepción

“La mayoría de las cosas decepcionan hasta que miras profundamente”. -Graham Greene (1904 – 1991), escritor británico.  

Se dice de la decepción que es un pesar causado por un desengaño y/o la falta de verdad, además de ser un sentimiento de múltiples aristas como sorpresa, duelo, pena e impotencia; entre otros, al encontrarnos ante una expectativa no cumplida, la pérdida de lo anhelado (un empleo, una relación, una persona amada, etc.) o la frustración de no obtener el resultado deseado.

Decepciona no ser seleccionados en la escuela que elegimos para nuestra preparación profesional. Decepciona no pasar el periodo de prueba para obtener el empleo solicitado. Decepciona la confianza rota. Decepciona la mentira. Decepciona los resultados de la sección mexicana de futbol. Decepciona el discurso político. Decepciona la burocracia. Decepciona el actuar de una persona. Decepciona la traición. Decepciona el abandono de un padre a su hijo. Decepciona la apariencia. Decepciona la mediocridad.

Hoy día se habla mucho de resiliencia, de optimismo (mal entendido), de autoayuda y de muchas herramientas que permiten seguir adelante a pesar de los pesares; sin embargo, la forma más recomendable para curar una herida emocional es atravesando por el dolor y permitirse sentir lo que ocurre al momento en que surge la decepción por muy profunda que esta sea. 

La vida me ha llenado de decepciones pero no han bastado para dejarme tirada en el piso y de todas, la peor decepción llegó de la mano de mi hijo, no tanto por su imperfección como por la forma en que permitió que sus errores impactaran en su propio hijo. Decepción como aquélla que sentí al ver truncado el anhelo de ser orgullosamente UNAM por la huelga del 99. Decepción al otorgar toda la confianza en una persona y descubrir sus triquiñuelas a escondidas poniendo en jaque a todo un equipo de trabajo.

El idioma francés nos hereda una linda frase: Je suis déçu (Estoy decepcionado) y abarca todo lo que cabe en la maleta de la decepción aunque quedarse instalado ahí impide avanzar y tomar las decisiones correctas para pasar del estado de decepción al estado de esperanza. Evitar la expectativa reduce el nivel de la decepción pero no la evita del todo pues es parte del aprendizaje y resultado de una práctica de ensayo y error que nos permite evolucionar en todos los sentidos.

Sin miedo a la decepción pero sin exceso de confianza se pueden alcanzar las metas personales pues finalmente, la decepción es también una de #laspequeñascosas que si bien nos provocan un profundo dolor, son la vía directa para aprender a observar en lo profundo y huir de las apariencias o de lo superficial. La decepción es muy parecida al enojo aunque no desaparece tan fácil ni rápidamente y puede convertirse en un mal crónico al perder toda esperanza.

A manera de colofón: ¡El 2 de octubre no se olvida! Es la sentencia que se escucha año con año en protesta por los hechos ocurridos en la misma fecha pero del 68, lo cual se ha convertido más en una bandera para fines políticos que en protesta genuina pero la fecha es importante porque de manera paralela, en el año 2008 me independicé de la casa paterna y habité un departamento en Santa María la Ribera. Catorce años después, sigo aprendiendo a vagar por el mundo como la adulta funcional que debo ser para asegurar el bienestar de mi hijo. Octubre tiene mucho que ofrecer, este año es el ochenta aniversario de la mujer que ha acompañado mis pasos como madre, consejera, fiscal y abuela de Alonso: Teté, hermana mayor de mi madre y quien se hizo cargo de mí desde que tenía seis meses de edad. ¡Larga vida para ella y que su sabiduría me acompañe hasta el último de mis días!

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