“Intenta no volverte un hombre de éxito, sino volverte un hombre de valor.” -Albert Einstein (1879-1955).
¡Chin! Resulta que al momento de la publicación de esta (última publicación del 2022) habrá pasado la Navidad y estaremos (ahora sí) a escasos días de celebrar el fin de año y recibir al 2023 (que, a decir de los expertos, es un año cabalístico por su numerología pues deriva en el número 7). Queda poco tiempo (si no es que nada) para cerrar pendientes, arreglar desacuerdos y hacer propósitos (¿propósitos? Sí, eso escribí).
Las fiestas decembrinas son complicadas, amén de que se ha escrito sobre el tema más de lo que podemos imaginar, principalmente en tiempos de tecnología y redes sociales porque todos postean sus particulares formas de celebrar, todas y cada una tan válidas como las otras, pero, además es que cada año las festividades cobran un color distinto en el ánimo de la población. Hace un año apenas empezamos a dejar de manera formal el enclaustramiento al que nos obligó la pandemia por COVID-19 y este, es el primero después de más de dos años con el ambiente enrarecido y nostálgico por las pérdidas humanas ante el virus.
Me parece que este fin de año se vale ponerse chulo (lindo, bonito, gracioso) y celebrar la vida, más aún, la promesa de renacimiento y el logro alcanzado con bienestar (con todo y las carencias o pérdidas que se puedan tener) porque hemos trabajado mucho no sólo en recuperar de lo perdido, lo encontrado a causa de la pandemia, sino en reinventarnos la forma de ganarnos el pan de cada día y ser mejores cada día (aunque suene fifí, aspiracionista o como lo quieran etiquetar que aquí no se habla de política sino de la cotidianeidad).
¡Chin! Porque al igual que en los semestres escolares, lo que no se hizo durante todo el ciclo no se logrará en el examen o trabajo final; así que si usted no se encargó de brindar amor a su familia, amigos, colegas, vecinos, etc; si no fue agradecido, si actuó de mala fe, si “hizo de chivo los tamales” o se pasó de chocante y no quiso socializar en armonía y con honestidad, no le alcanzará el puente Guadalupe – Reyes para recuperar lo perdido en materia de relaciones humanas y tendrá cuantiosas pérdidas amorosas; es decir, le caerá el chahuiztle y nada lo salvará (mucho menos un plagio).
¡Chin! Porque ya nos cayeron las bajas, bajísimas temperaturas al mero estilo del filme “El día después de mañana” (Estados Unidos, 2004) Al momento del cierre de la presente colaboración, la temperatura es de siete grados en la zona alta de Lomas Verdes, Municipio de Naucalpan, Estado de México y sí, me queda claro que no se compara con los vecinos de la frontera norte, pero para mí ya es demasiado en términos de que soy hiper sensible al frío cual personaje de la cinta animada Frozen (Estados Unidos, 2010) por lo que debo sacar chamarras, chalecos y chales para estar siempre bien abrigada.
Así que, chaviza ¡Pónganse las pilas y celebren, celebren, celebren! No hace falta una cena ostentosa, mucho menos regalos de marca o estrenar atuendos de última moda; lo más importante es compartir, disfrutar, agradecer y estar cerca de nuestros seres queridos porque ya aprendimos (quiero creer que así fue) que la vida es un ratito y un día estamos pero al otro, no sabemos.
A manera de colofón: las vacaciones nunca habían sido tan significativas como lo son este fin de año: saben a libertad, a esperanza, a pausa necesaria, a disfrute, a oportunidad, a compañía, a amor de familia, a partidos de futbol americano, a películas, a promesa y principalmente a cambio. Por primera vez, en mucho tiempo me planteo la posibilidad de planificar un año con plena conciencia de que no tenemos el control de nada pero que mientras haya vida, hay esperanza y todo es posible; así que me hace especial ilusión ir pasando días en el calendario, siempre de la mano de Alonso y con el entusiasmo renovado gracias a la energía que me inyecta cada día porque él será niño una sola vez y aprenderá la magia que hay en el mundo sí me doy a la tarea de mostrárselo; no es asunto de chamanes ni de magos sino mera intención de encontrar el lado bueno de la vida, de pintar de colores donde sólo hay gris. ¡Felices fiestas!
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