“Un iniciado es una persona que utiliza todo lo que le cae en las manos como símbolo y objeto de sabiduría”. -Alejandro Jodorowsky, escritor y cineasta chileno.
El dígrafo (signo compuesto por doble grafía) compuesto por la “c” y la “h” tiene su origen en el latín, pero en México se reforzó con palabras originarias de las lenguas indígenas como el náhuatl. Se trata de un fonema (sonido y articulación) único en todo el idioma español que nos refiere tanto afecto como desafecto, cercanía, juego y también sorpresa o desagrado. Es parte de nuestra cultura chilanga (originario de la Ciudad de México) y de nuestra identidad como mexicanos por el juego de palabras que han sido utilizadas para dar forma a personajes como los creados por Roberto Gómez Bolaños “Chespirito”, canciones como la conocida “Chilanga Banda” de Café Tacuba y de ritmos de baile como el cha-cha-chá. No se trata de hacer un estudio de la cultura popular sino de aprovechar eso que todos conocemos para bien o para mal y que podemos o no utilizar en nuestro lenguaje diario, pero seguramente todos hemos conocido alguna vez a un chafirete chido o nos ha caído el chahuistle o hemos sido víctimas de un chanchullo o nos habrá querido sorprender algún charlatán.
Así que, en medio de una enorme ola (¿o tsunami) de hechos violentos y crisis en todos los sentidos nos hará bien desviar la atención sobre #laspequeñascosas de la vida que no por chiquitas son menos chidas o chulas y que por el contrario, parecen cobrar un mayor valor como antesala del cierre de un año híbrido, diferente, insípido e inseguro pero que augura al mismo tiempo, el inicio de algo más certero aunque parezca menos optimista porque al fin y al cabo ¿qué tenemos seguro? Sólo la muerte y el resto, nos corresponde crearlo día a día con esfuerzo, disciplina, dedicación y entusiasmo (de donde sea que debamos sacarlo o inventarlo). Que no, los últimos dos años no han sido fáciles, ni gratos, ni los mejores pero seguimos con vida (que no es poca cosa) y tenemos un abanico infinito de posibilidades ante nosotros.
Cosas chiquitas pero contundentes y que se traducen en gestos como la sonrisa, el saludo, la mirada amable, la gratitud, un guiño, una palmada en el hombro, un abrazo. Por cierto, ¿ha notado lo reconfortante que es encontrarse nuevamente con las sonrisas de las personas que se aprecia libres del uso de cubre bocas en lugares seguros o al aire libre?
Cosas chidas (bonitas, buenas) que pueden parecer populares o vulgares pero que nos hacen florecer el corazón y le ponen colores a la vida como los chistes, los chocolates o los chavos y chavas que prometen ser el futuro de México.
Cosas chulas como la poesía o el chasquido al ritmo del rocanrol, la sonrisa del chilpayate recién nacido o un paseo por el Bosque de Chapultepec en el marco de la FILIJ 2022 como una señal de que la vida sigue su curso.
Alejandro Jodorowsky, escribió: “Toda estructura narrativa (incluso la de los chistes) puede interpretarse: toda historia es iniciática, si se la contempla con detenimiento” (La sabiduría de los chistes, Grijalbo Mondadori, 2001). Del mismo texto: “Maestro, ¿qué necesitamos para aprender el arte de la espada? Hace falta atención. ¿Únicamente eso? No, hace falta atención y atención. ¿Nada más? No, hace falta atención, atención y atención. Atención constante. Como un tigre al acecho, como una custodia incesante, tú vigilas, observas tu ser. Observas tus valores. Observas tu verdad”.
Vayamos cerrando de actividades nuestro año, al tiempo que cerramos ciclos que ya no aportan nada positivo y que, por el contrario nos detienen; aprendamos de la sabiduría de los chistes para tener la capacidad de reírnos de nosotros mismos y aprender la lección desde un sentido del humor y no desde el lamento o la queja. ¡Que lo chido y lo chulo se vayan acercando como una promesa de las cosas chiquitas pero picosas que nos acontecen cada día!
A manera de colofón: está muy chafa ser el blanco de un chantaje aunque no puede esperarse menos de personas charlatanas; sin embargo, pierde más quien actúa al calor del enojo que quien responde por sus actos y corrige sus errores pagando la pena que le corresponde por la omisión y si la dignidad y la paz van de por medio, dar el resto que se tiene en moneda siempre saldrá más barato pues quien no tiene valores siempre tendrá un precio y es mejor pagarlo que pretender darle valor al oropel. Bien por la reforma laboral que antepone la conciliación a la demanda laboral en favor de los trabajadores pero también en favor de los empleadores que son estafados, engañados, abusados y por si no fuera poco, difamados. Bien porque queda mucho más claro quién realmente busca conciliar y quién es un busca pleito, quién se cotiza como moneda de cambio y quién conserva su valor intacto porque su riqueza va más allá de lo material y se nutre del conocimiento, la experiencia, la gratitud y el amor propio. La vida no deja de dar lecciones; quien pueda entender, que lo entienda.
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