“Debes entender la vida entera, no solo una pequeña parte de ella. Por ello debes leer, por ello debes mirar a los cielos, por ello debes cantar, bailar, escribir poemas, sufrir y entender, por todo ello es la vida.” Jiddu Krishnamurti (1895-1986), místico hindú.
Este año, en el mes de noviembre se cumplirán cinco años desde que inicié la cacería de #laspequeñascosas de la vida, esas que me parecen imprescindibles y que, de hecho, lo son para recordarnos que somos humanos y mortales, que nuestro paso por la existencia es temporal y que un día “alguien nos apagará la luz” (como decía mi padre antes de fallecer) o, como escribió José Saramago: “Sólo si nos detenemos a pensar en las pequeñas cosas, llegaremos a comprender las grandes”.
¿Por qué la obsesión sobre algo que quizá resulte obvio? Precisamente, porque no lo es. El acelerado ritmo de vida actual nos obliga a correr de un lugar a otro, de un pendiente a otro, de un mensaje a otro, de una red social a otra y nos roba espacio para momentos de atención plena, de presencia absoluta, de concentración, de observación y de empatía con lo otro y los otros. Vivimos entre el mundo real y el virtual casi sin distinguir uno del otro, vamos en busca de la tan ansiada felicidad sin detenernos a valorar y disfrutar el momento presente.
“No podemos hacer grandes cosas, sólo pequeñas cosas con gran amor” – Madre Teresa de Calcuta. La variable del amor, esa palabra que tantos temen decir o escuchar o ambas y que debería ser como el ingrediente principal de cada día, como una forma de mantra, oración o la sal y la pimienta de una receta porque donde no hay amor, hay negociación y entonces estamos hablando de otras cosas más productivas monetariamente hablando pero que se alejan de la esencia humana. Hacer pequeñas cosas con gran amor en un mundo destinado a la destrucción, a la violencia, a la carencia, a la corrupción, a la discriminación o al exterminio porque gana la inercia del egoísmo, de lo material y lo superficial.
¿Qué hacer? ¿Cómo hacer? Si hemos sobrevivido a una pandemia, queda mucho por hacer, mucho por aportar y mucho por aprender también. Por lo pronto, hoy sabemos que la vida nos cambia de un día al otro y que no tenemos nada seguro, que nada nos pertenece y recordamos que somos finitos, pero con grandes posibilidades creativas.
Las pequeñas cosas no deben quedarse guardadas en el baúl, están presentes en las flores, en las nubes, en las palabras, en la música, en la fotografía, en el arte, en la lluvia, en la poesía, en el arcoíris, en la magia, en el amanecer, en la luna, en el universo. Que salgan pues y sean develadas, expuestas y que cada quien tome lo mejor de ellas para acompañar sus días. Sigamos la pista de #laspequeñascosas quizá un día podamos acudir a ellas como quien acude a las escrituras sagradas en espera de consuelo y después de más de cuatro años de escribir sobre ellas, vale la pena llevarlas a otro nivel. Esperen noticias.
A manera de colofón:
El Sistema de Transporte Colectivo sufre como organismo público pero sufrimos más los usuarios cada día entre tantas anomalías, retrasos e inseguridad. Es una pena que los intereses políticos estén por encima de los derechos ciudadanos pero lo es más, viniendo de quienes han proclamado ser el cambio que el país necesita. No hay ningún cambio, no hay respuestas, no hay garantías. Esta semana que concluyó se tenían programadas las citas para el cambio de tarjeta para adultos mayores, las citas fueron reprogramadas “por falta de materiales” para realizar el trámite, sin importar las condiciones en que deben trasladarse algunas personas de la tercera edad. Las mujeres no viajamos seguras en el metro. Los ancianos son forzados a realizar vueltas para un trámite que debería ser amigable sobre todo para ellos, que han sido la bandera del actual gobierno. El que entendió, entendió.
Cómo acompañar a alguien
Todos tenemos buenas intenciones, pero considerando algunos puntos, la ayuda resulta efectiva.
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