“¡Oh, caos! tu terrible orden ha sido establecido”.
-John Milton
Decía Nietzsche que “Lo que no me mata me hace más fuerte”. Estamos en el momento justo de demostrar la veracidad de esa afirmación. Me quedan claros dos aspectos fundamentales que provocaron la situación global que estamos viviendo.
Por un lado, un terrible manejo de la pandemia, del cual, ni siquiera podemos culpar a los chinos, ellos advirtieron sobre los primeros casos de contagio por SARS-Cov-2 y cada gobierno decidió cómo actuar. El “hubiera” no existe, pero no podemos dejar de pensar que si se hubieran realizado confinamientos en todos los países desde un principio, la situación no habría llegado a ser la que en este momento enfrentamos. Posteriormente, se podría haber dejado salir de manera gradual a la población menos vulnerable. Los chinos y varios países asiáticos así lo hicieron y han tenido menos consecuencias en su salud y economía, gracias a ello.
Por el otro lado, el consecuente colapso económico a nivel global. Cuando eventualmente el problema sanitario sea contenido, al menos, un poco, las consecuencias de la verdadera pandemia, la económica y de salud mental, estarán en pleno auge.
Es un hecho que tenemos que aprender a vivir en esta “nueva normalidad”. El virus no va a desaparecer por arte de magia y la vacunación es una fase III masiva (normalmente una vacuna se comercializa en fase IV). Pero, claro, el mundo es radicalmente distinto desde 2020. Ya no existe, lo que antes se consideraba “normal”.
No podemos dejar que la paranoia domine nuestras vidas, pero tampoco podemos dejar de tener precauciones en cuanto al contacto humano. Así es, y así va a ser. La vacunación no es garantía, lo podemos tomar como una ayuda para reforzar nuestro sistema inmunológico, evidentemente las demás medidas de higiene y distanciamiento social permanecerán por un largo tiempo. La otra medida, y que a pesar de ser lógica, es fundamental, que ayuda a cuando menos aminorar los síntomas en caso de contagio: una alimentación balanceada, con suplementos vitamínicos, el ejercicio y exposición al sol, en la medida, que las circunstancias de cada quién lo permita.
El problema sanitario, no se ha controlado, y si seguimos con la misma actitud, daremos vueltas en un círculo eterno, un Samsara, como un perro mordiéndose la cola.
La situación de aumento de la pobreza y desempleo es angustiosa, y la de salud mental “opaca” (no se proporcionan cifras, salvo en contadas excepciones). De acuerdo al Centro de Estudios Sociales de la Cámara de Diputado, la pobreza extrema aumentará entre 8.9 y 9.8 millones de personas en México. En el resto de Latinoamérica la situación es aún peor. En Europa, por ejemplo en España, la ONG Oxfam Intermon, estimó que 790 mil personas habían caído en pobreza severa en 2020 y aumentará durante este año.
La salud mental, evidentemente está en su peor momento como consecuencia del confinamiento y el desempleo. Por dar un ejemplo, en Japón, en 2020 por primera vez en más de una década, el suicidio aumentó 3.7 % interanual. El ministerio de Salud de Japón reportó 20 919 muertes por suicidio y 3460 por COVID-19.
El consumo de tabaco y alcohol, ha aumentado exponencialmente durante la pandemia. No hay cifras claras al respecto, mucho menos de las drogas ilícitas. En 2019, la OMS reportó que ocho millones de personas mueren anualmente en el mundo por el consumo (tan solo) de tabaco y que para 2020, sería la causa del 12% de las muertes a nivel mundial. Esto sin contar el aumento de consumo durante 2020, ya podemos imaginar la dimensión de las consecuencias de salud por las adicciones en la actualidad. Si a esta situación de salud mental le agregamos el aumento del consumo de drogas, es un cóctel explosivo. El alcohol por mencionar solo una, da la sensación de disipar la presión, la ansiedad y la angustia, pero finalmente empeora, y además aumenta el riesgo de suicidio.
Los gobiernos del mundo han demostrado no estar preparados para tomar las medidas adecuadas. Contadas excepciones como China han logrado sobrevivir al desastre. Como humanidad tenemos grandes retos para frenar los efectos provocados por la aparición de este virus, y las consecuencias económicas, de salud, y sociales que provocó. Desgraciadamente, parece que las personas que están tomando decisiones sobre la estrategia a seguir, están mal informadas o tienen sus propios intereses, ajenos a los de la población en general.
Bill Gates, el miércoles pasado, instó a prepararse para la “próxima pandemia” como si se tratara de una guerra. Y urgió a los países ricos a proporcionar la mayor parte de la inversión, señalando que los más beneficiados serán los países más ricos.
Esperemos que aún sea tiempo de hacer los cambios necesarios en todas las actividades humanas para poder salir de esta interminable pandemia y entonces sí utilizar recursos para estar preparados para lo que nos depare el futuro.
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