Familias reconstruidas

En esta temporada no dejo de pensar en todas aquellas personas privadas de su libertad o que están internadas en algún hospital o clínica, o la gente que está lejos de su familia.

26 de diciembre, 2023 Familias reconstruidas

¿Con quién pasas las fiestas? Se ha vuelto una pregunta cada vez más difícil de responder. Cuando era niña no había pierde: un año íbamos a casa de mi abuelita materna y al otro también. Íbamos todos, los papás convivían con los adultos y los chicos con los primos que cada año veías como perfectos desconocidos porque en esa época los cambios que vienen con la edad te entregan una versión nueva de cada persona cada mes, entonces la prima que el año pasado jugaba con muñecas y defendía la existencia de Santa Claus con su propia vida el siguiente año traía las uñas pintadas y cigarros en la bolsa.

Si les preguntas a mis hijos, este año con quién la pasan la respuesta se lleva varios renglones, ya que un año la pasan con su papá y la novia en función, ya sea con la familia paterna o la familia política de ese año, si les toca conmigo, todo depende, puede ser o con mi madre y mis hermanos o con mi papá y su pareja y sus hijas a las que quiero como hermanas. Cada año hay variaciones en el reparto de cada lado porque a su vez mis hermanos pueden o no pasarla con nosotros y un sinfín de probabilidades. Total que a mis hijos volver a ver el mismo escenario navideño les tarda unos 10 años en total.

Según datos del INAI, en 2022 hubo  166 766 divorcios, es decir que por cada 100 matrimonios ocurren 33 divorcios en México, de los cuales es muy probable que uno o los dos cónyuges vuelvan a contraer matrimonio o tener una vida en pareja además de otros agravantes, la fuerte emigración al país del norte fracciona a las familias, por no mencionar los casos en los que uno de los dos padres o los dos está en prisión o simplemente tiene que trabajar este año cubriendo turnos o cumpliendo horas extras para llevar un poco más de dinero a casa.

Para muchos puede parecer un plan Perfecto para tener más fiestas: la Navidad con los abuelos, la Navidad con la familia de otro estado, la Navidad de la oficina, la Navidad de los amigos, la de los vecinos de la cuadra o la privada, la del grupo de padres de familia, la de la clase de tal o cual cosa, la de la costura, la de la jugada, la de la tanda, la de la cena y un largo etcétera o la otra versión que es acabar volviéndose el clásico Grinch de la temporada y no querer festejar nada con nadie.

Este año yo fui un clásico ejemplo de la Navidad reconstruida. A pesar de vivir con mis tres hijos, por diferentes razones ninguno de los tres pudo pasar las fiestas conmigo (divorcios y emigración a otro país) y yo afortunadamente he encontrado en mis amigos una gran familia y no me faltó una nueva tribu que me adoptara como tía chistosa, sobre todo en estos días que el triunfo del América me trae sobradísima y compartiera conmigo el pan, la sal y bastante vino.

No dejo de pensar, sin embargo, en todas aquellas personas privadas de la libertad o que están internadas en algún hospital o en alguna clínica de rehabilitación para adicciones, o la gente que está lejos de su familia, pues tuvo que emigrar a otros países o para quienes están en el duro proceso de la migración y la temporada los sorprendió en albergues o peor aún, en la calle, divididos, hambrientos y solos.

Puede o no gustarte la Navidad, ser o no religioso y creyente del festejo, lo que tenemos que tener todos en la conciencia es que los seres humanos somos sociables por naturaleza y quien la pasa solo puede sentirse muy desdichado.

El frío y el bajo presupuesto después de los gastos navideños dificultan tener entusiasmo el resto del año y peor aún empezar un Año Nuevo con el pie derecho y ambiciosos propósitos.

Seamos amables con nosotros mismos y con los demás; abrir el pensamiento, no hacer preguntas incómodas, ser flexibles y educados ayudará mucho a todos en este trance que es la temporada navideña.

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