Cómo influye lo que comemos en nuestro estado de ánimo

¿Cuántas veces has escuchado la frase: somos lo que comemos? Nuestro estómago tiene más neuronas que la espina dorsal y actúa independientemente del sistema nervioso central, es una red extensa de neuronas (100 millones) interconectadas. Seguramente el...

20 de agosto, 2020

¿Cuántas veces has escuchado la frase: somos lo que comemos?

Nuestro estómago tiene más neuronas que la espina dorsal y actúa independientemente del sistema nervioso central, es una red extensa de neuronas (100 millones) interconectadas.

Seguramente el intestino no fue la primera opción que consideraste, pero así es, y por eso desde unos años muchos lo apodan “el segundo cerebro“. 

Ese cerebro “independiente” en nuestras entrañas y su compleja comunidad microbiana influyen en nuestro bienestar general. 

Así que los médicos tienen cada vez más claro que la función de nuestro sistema digestivo va mucho más allá de simplemente procesar la comida que ingerimos. Es más, los médicos están investigando si se pudiera usar para el tratamiento de enfermedades mentales o del sistema inmunológico. 

1. Un sistema nervioso autónomo.

“A diferencia de cualquier otro órgano de nuestro cuerpo, nuestro intestino puede funcionar solo. Tiene su propia autonomía para tomar decisiones, no necesita que el cerebro le diga qué hacer”, explica la doctora Rossi.

Si le tienes miedo a una comida en particular y la comes, puedes físicamente desarrollar síntomas intestinales, aunque no le tengas alergia ni intolerancia, dice la doctora. 

Lo que gobierna al intestino es el sistema nervioso entérico (SNE), que es una “sucursal” del sistema nervioso autónomo, encargada de controlar directamente el aparato digestivo. 

Ese sistema nervioso se extiende por el tejido que reviste el estómago y el sistema digestivo, y tiene sus propios circuitos neuronales. 

Aunque funciona independientemente del Sistema Nervioso Central (SNC), se comunica con él a través de los sistemas simpático y parasimpático. 

2. El 70% de las células de nuestro sistema inmune vive en el intestino.
3. El 50% de las heces son bacterias.
4. Cuanto más diversificada la dieta, más diverso el microbioma. 
5. Tu intestino está ligado a tus niveles de estrés y a tu estado de ánimo.
6. Si te da miedo un alimento, sentirás que te hace daño.
7. Tú puedes mejorar tu salud digestiva y tu microbioma intestinal.

Para muchos de nosotros nuestro estómago parece ser una suerte de misterio, pero un nuevo estudio revela las sorprendentes maneras en que nuestro sistema digestivo ejerce control sobre nuestro apetito y humor.

Sorprendentemente, existen alrededor de 100 millones de estas células en el estómago, tantas como en la cabeza de un gato.

Este pequeño cerebro no piensa en una forma tan compleja, pero es fundamental para el proceso diario de trituración de alimentos durante la digestión, y en la mezcla y absorción que ayudan a la correcta extracción de los nutrientes y vitaminas que necesitamos.

Todas estas neuronas que recubren nuestro sistema digestivo permiten establecer un contacto más cercano y directo con nuestro cerebro, a través del nervio vago, que a menudo regula nuestro estado emocional.

Por ejemplo, cuando sentimos mariposas en el estómago, sucede que el cerebro en ese órgano se está comunicando con nuestro cerebro en la cabeza. Cuando nos sentimos nerviosos o con miedo, la sangre es desviada de nuestro estómago hacia los músculos. Ésta es la forma de protesta del sistema digestivo.

Las hormonas que producen hambre

Para alojar una gran cantidad de comida el estómago tiene que dilatarse, partiendo del tamaño de un puño hasta convertirse en un recipiente con una capacidad de cerca de dos litros.

Solíamos pensar que los músculos receptores en el estómago le decían al cerebro cuándo estaba lleno para que dejáramos de comer, pero parece ser que las señales de hambre producidas por el estómago son más sofisticadas que eso.

Toma de decisiones

Cuando comemos, la comida tarda 20 minutos para ir del estómago. 

Por ese motivo es mejor comer despacio, así le damos la oportunidad al estómago de avisarle al cerebro que ya está satisfecho y evitar sentirnos no tan ligeros. 

Por ejemplo, cuando comemos mucho y tenemos ganas de acostarnos en la cama a descansar es porque un tercio de nuestro flujo sanguíneo ha sido desviado al estómago para permitirle hacer su trabajo vital. Ese el motivo por el cual nos dicen desde pequeños que después de comer hay que descansar, no hacer movimientos bruscos y esperar que el cuerpo realice su proceso digestivo.

 

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