En estos aciagos días dominados por la pandemia se nos ofrece una oportunidad para celebrar la vida y reflexionar sobre la cercanía de la muerte; la realidad de nuestra efímera existencia; el cambio radical que se presenta en nuestras existencias; la separación definitiva de familiares, seres queridos, compañeros de trabajo y de figuras públicas cuya presencia en los diferentes medios nos era familiar; así como la necesidad de protocolos diferentes, cambios en las rutinas diarias, trabajos, escuelas, vida social y familiar, que nos está llevando a una restructuración de nuestra vida.
Lo primero que tenemos que hacer es dar gracias a Dios por estar aquí, escribiendo, leyendo, mirando, escuchando, viviendo; por no ser ahora un simple número de las estadísticas de muertos, correctas o incorrectas, pero todas aterrorizantes. Tenemos conciencia de que con facilidad podríamos formar parte de ellas, para evitarlo tendremos que seguir cuidándonos.
Entonces llega el momento importante: revisar nuestra posición ante el futuro que nos espera; reordenar nuestra escala de valores; cuestionar lo que hemos recorrido hasta hoy, los logros y fracasos obtenidos; justificar nuestras acciones y cuestionar la validez de las mismas a emprender en el futuro inmediato y la necesidad de continuar con nuestras modificaciones de conducta ante el nuevo mundo que se nos presenta.
Nada hay nuevo bajo el sol, el cambio que nos espera es similar al de hace 500 años de la caída de Tenochtitlan cuando tuvimos que construir una nueva nación con habitantes completamente divididos, radicalmente opuestos y con motivaciones enfrentadas entre sí. Las palabras reportadas en La Visión de los Vencidos por de don José de León Portilla:
… ¿no tienen compasión de los pobres, de los niños, de los viejitos, de las viejitas? ¿acaso todavía pueden las vanas palabras? ¡todo está ya terminado!
Versos dedicados en su momento a Pedro de Alvarado o sus capitanes y que hoy encajarían perfectamente con Hugo López-Gatel y colaboradores. Sorprende la cantidad de similitudes que encontramos en paralelo a los acontecimientos históricos con la experiencia actual:
Los aparentes triunfadores en ambas conquistas fracasaron en sus primeros intentos de hacerse con el gobierno: la derrota de la Noche Triste o Victoriosa, según quien la relate, y las elecciones perdidas; la necesidad de hacerse de aliados a quienes se les prometen las perlas de la Virgen para su colaboración: tlaxcaltecas y pueblos sojuzgados y los habitantes de la República decepcionados de los malos gobiernos; la hipócrita proclamación de valores: supresión de sacrificios humanos y religión del amor y limpieza de corrupción mediante abrazos sin balazos; la formación de una sociedad superior a la existente está en la base de la esperanza de la nueva transformación, primera o cuarta.
En verdad es esa esperanza bien manipulada la que triunfa y al cumplir el objetivo se enseña el cobre tan bien escondido durante las campañas y la fiebre del oro de los españoles y el ansia de poder de los actuales se muestran en todo su esplendor hundiendo en el lodo de la putrefacción de los cadáveres todas las promesas. Los primeros en caer son los aliados que no reciben los cargos de gobierno ofrecidos, repartidos entre los incondicionales peninsulares o leales al 90 % capaces al 10 % según la época, se inventan traiciones (“complós”) castigando sin pruebas a un Cuauhtémoc o a una Rosario Robles, se destruyen instituciones funcionales, perfectibles con la colaboración de vencedores y vencidos, como el Calmécac o el Mercado de Tlatelolco y el Seguro Popular y los fideicomisos sin suplirlos por algo que al menos intente dar el mismo servicio.
Las Guerras Floridas causaban dolorosas bajas en los pueblos sojuzgados, pero las matanzas de los españoles superaron con creces el número de muertos de la misma manera que durante los gobiernos anteriores se sufrían las muertes de la guerra al narcotráfico y la cuarta devastación supera a paso acelerado el número de muertos aún cuando se le ha dotado de recursos humanos y financieros incomparables con los que se disponía antes.
Continuando con las similitudes nos encontramos con la pandemia posterior a la derrota, la millonaria en personas; devastación causada por el virus de viruela para el que carecíamos de anticuerpos hasta que los pocos sobrevivientes adquirieron la inmunidad de rebaño. Este panorama hubiera sido nuestro destino actual de no ser por las vacunas que hemos mendigado ya que no nos interesó ni controlar el contagio ni producirlas como si no fuéramos capaces de hacerlo; sin embargo, se requería de inversión que desviaría recursos que tienen otras prioridades como la compra de voluntades, la creación de una imagen mesiánica y la terminación de obras faraónicas cuya urgencia es altamente cuestionable.
El parto de la mexicanidad nos llevó a crear una idiosincrasia de veneración a la derrota en un intento de darnos algo de autoestima que hoy intenta con falsedad valorar cuartos lugares como si se tratase de medallas de oro, como lo pueden ejemplificar unos versos entresacados de la “Suave Patria” de Ramón López Velarde:
… Joven abuelo: escúchame loarte,
único héroe a la altura del arte.
Anacrónicamente, absurdamente,
a tu nopal inclínase el rosal;
al idioma del blanco, tú lo imantas
y es surtidor de católica fuente
que de responsos llena el victorial
zócalo de cenizas de tus plantas.
No como a César el rubor patricio
te cubre el rostro en medio del suplicio:
tu cabeza desnuda se nos queda,
hemisféricamente de moneda.
Moneda espiritual en que se fragua
todo lo que sufriste: la piragua
prisionera, el azoro de tus crías,
el sollozar de tus mitologías,
la Malinche, los ídolos a nado,
y por encima, haberte desatado
del pecho curvo de la emperatriz
como del pecho de una codorniz…
Sin menoscabo de reconocer la heroica resistencia del Tlatoani, no debemos hacerlo paradigma de perdedor: es tiempo de cambiar.
VIVA LA VIDA.
Tenemos que superar este difícil tramo. Animémonos que ya solo nos faltan tres años del peor gobierno que hemos tenido y aprendamos de la experiencia aportando lo mejor de cada uno en la construcción que requerimos para hacernos la vida más productiva, realizándonos como personas dejando una huella para que este mundo sea un poco mejor de lo que lo encontramos para beneficio de los que nos siguen.
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