Los mexicanos estamos más gordos que nunca. No lo digo yo, lo dice la OMS. En las últimas cuatro décadas hemos pasado de vivir en un país en el que el número de personas con bajo peso doblaba al de los obesos a uno en el que hay más obesos que personas con delgadez extrema. Así lo dice también el Imperial College de Londres (Reino Unido) en un estudio recientemente publicado en la revista científica The Lancet, y que alerta sobre la epidemia mundial de obesidad que tendrá consecuencias para la salud de magnitudes indescriptibles.
México ocupa el 5to. lugar de obesidad en el mundo, se estima que la cifra aumente en 35 millones de adultos para la siguiente década, advirtió la federación mundial de obesidad. De acuerdo con el Atlas Mundial de Obesidad más de mil millones de personas en todo el mundo vivirán con obesidad para 2030, a su vez el 13% de los niños y adolescentes se verán afectados. La cifra se duplicará con creces en los países de bajos ingresos en dicho periodo.
La pregunta del millón: ¿Por qué en un país multidiverso como lo es México, en el que se pueden consumir frutas, verduras y alimentos naturales todo el año, los mexicanos seguimos alimentándonos de comida procesada y alimentos chatarra? Si además la economía de las familias apunta a que comer en la calle es mucho más caro que consumir alimentos preparados en casa.
¿A qué debemos nuestros malos hábitos alimenticios? Cuando la dieta de los mexicanos estaba basada en maíz, frijol, chile y verduras, todo de origen natural y sin grasa.
Desde hace ya varias décadas la única oferta alimenticia para los niños en las escuelas y la única fuente de hidratación son botanas chatarra y refrescos y bebidas azucaradas, eso ha repercutido gravemente en nuestra salud, el significativo aumento de peso, es mucho más grave de lo que suponemos y va mucho más allá de ser un problema estético, siendo esto algo aprendido; lo que no es aprendido es la repercusión en la mala circulación, la afectación a los huesos, la posibilidad de desarrollar diabetes tipo 2, hipertensión, problemas de hígado, de corazón y otras enfermedades además del bajo rendimiento que se sufre cuando la persona vive con obesidad. Tememos una dieta pobre y poco variada, no comemos lo suficiente en calidad ni en valor nutritivo, lo que nos ocasiona una deficiencia de calcio, hierro y por difícil que parezca de creer padecemos sobre peso y anemia al mismo tiempo.
No tener dinero y a la vez sufrir sobrepeso puede resultar contradictorio. En México 7 de cada 10 adultos y 3 de cada 5 niños padecen sobrepeso. Según la organización mundial de la salud y la nutrición, las personas en condición de pobreza tienden a buscar alimentos de bajo contenido nutricional y altos en grasa y azúcares, para satisfacer el hambre de forma rápida y a un bajo costo. La desnutrición de los primeros años programa el metabolismo para toda la vida, para un ambiente de escasez y desnutrición.
Los costos a la economía no son menos graves. Se estima que el costo por atender las enfermedades ocasionadas por la obesidad superan los 120 millones de pesos anuales, un dato gravísimo para un país que no sufre por problemas de clima ni por falta de oferta alimenticia saludable. No existen hambrunas sin desequilibrio social, siendo la gastronomía mexicana patrimonio de la humanidad, somos una de las sociedades peor alimentadas del mundo.
Otro engaño al que nos enfrentamos en los últimos años es el mal llamado “Body Positive”, término acuñado a la filosofía de dejar de pelear contra tu cuerpo y aceptarlo tal y como es, esto se ha vuelto una peligrosa trampa, porque si bien es cierto que nuestro cuerpo es único y perfecto y debemos amarlo a pesar y por encima de sus “Defectos”, este término se refería en un principio más a dejar de buscar la perfección y sentirnos fatal por no tener un cuerpo con medidas perfectas, de tratar de esconder nuestros “Defectos” que no son otra cosa que características del cuerpo de cada quién. A este término nos debemos prácticamente el total de la población ya que ninguno de nosotros de alguna u otra manera encajamos en los inalcanzables estándares de belleza perfecta que propone la industria de la moda y la publicidad.
El problema es que disfrazando de positivismo y aceptación estamos disculpando problemas que mucho más allá de lo estético nos están condenando a problemas irreversibles de salud.
No es lo mismo una talla extra grande de ropa que una talla extragrande de intestino u estómago o un cuerpo curvy, que unas arterias o un corazón curvy. No se trata de no aceptarnos, amarnos es proveer la mejor alimentación a nuestro organismo a la vez que ver con cariño y admiración nuestro reflejo en el espejo.
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