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Agua y más agua

“Abre tus brazos fuertes a la vida, no dejes nada a la deriva, del cielo nada te caerá.” – Vive / José María Napoleón

21 de julio, 2025

Es un día cualquiera en la semana, el personal de la cafetería llega a laborar como siempre y al llegar, para su sorpresa, no es posible ingresar a su centro laboral: la causa, una inundación en la instalación. La noche anterior, una intensa lluvia ha caído sobre la zona y el sistema de desagüe fue insuficiente, pero el agua estancada no es de lluvia sino la que sale del cárcamo que debería funcionar como extractor para evitar la acumulación de agua en el área de sótano, que es donde se ubica la cafetería. La dirección de la universidad que aloja la cafetería argumenta que es un problema de la colonia y por tanto, de la delegación. Es el año 2018, el contrato acaba de iniciar, no es momento de hacer olas sino de solucionar y el servicio debe darse pese a todo. La escena se repite un par de veces más y el apoyo brindado por parte de la institución que concesiona el servicio se limita a endosarlo a la autoridad e indicar al personal de seguridad que active en tiempo y forma y de manera manual, el mecanismo que opera el sistema del cárcamo.

Julio es el mes del meme con Julio Iglesias, del inicio del periodo vacacional, del sol, arena y mar, del cumpleaños de mi madre y mi hijo y de forma eventual, se convirtió en la temporada de inundaciones constantes en la instalación de la cafetería que administré durante seis años.

En 2020, en pleno confinamiento pandémico, cierto día recibí la llamada de la gerencia del campus para notificarme que estaban inundados y que la cafetería tenía que abrirse para sacar el agua acumulada. Al llegar encontré el salón de servicio convertido en un chapoteadero de al menos diez centímetros de profundidad. No era posible caminar; al fondo, la cocina tenía una mayor acumulación de agua. Un desastre. Sacar el agua, limpiar, secar, ventilar y tirar todo lo que se mojó a nivel de piso representó una pérdida económica que nadie solventó y que tampoco se recuperó porque el servicio no se abrió al público sino hasta septiembre del mismo año en una modalidad a medias por el efecto de la pandemia y volvió a cerrarse tan solo dos meses después ante la falta de actividad en el campus.

Cinco años después y como si de un déjὰ vu se tratara, cada día me entero en las noticias de “espejos de agua y tirantes”, como le llaman ahora, provocados por la temporada monzónica en la ciudad, además de desbordamientos de ríos y presas en las periferias, así como desgajamientos de cerros y caídas de árboles. La autoridad atiende a resolver tan pronto como le es posible; sin embargo, después del niño ahogado tapar un pozo no tiene mucho sentido, así como “vigilar” que el cárcamo fuera prendido con oportunidad al momento de iniciar la tormenta en la zona de la cafetería y platicar con la autoridad no reparó el daño material.

Reconocer la falta de inversión en mantenimiento menor y mayor preventivo sería un buen principio y representaría una inversión a mediano plazo evitando gastos innecesarios para resolver lo que provocan las inundaciones tanto en propiedad privada como privada pues es parte de los servicios que todo gobierno debe ofrecer a sus ciudadanos.

Una institución particular concesiona su servicio de cafetería y renta sus espacios destinados para tal fin sin un programa real de mantenimiento y sin resolver ni bonificar las pérdidas económicas que representa la invasión de agua en la instalación. Un gobierno local permite (porque al final lo permite) la ocupación en terrenos irregulares y la construcción de más y más edificios, centros comerciales, etc. pero ¿Hay una revisión seria de la infraestructura? ¿De su sistema de drenaje profundo y de su desagüe, de sus presas, de sus ríos, de la recolección de basura?

Los problemas nunca son el único problema sino el resultado de un cúmulo de malas decisiones, omisiones y/o trabajo mal hecho, así como el efecto de otros males no atendidos ni resueltos; entre otras circunstancias. Eso y reconocer que la naturaleza no es controlable, que los finitos somos los humanos porque el planeta lleva millones de años de existencia y auto regeneración, sin olvidar los efectos del cambio climático. ¡Nos leemos a la próxima!

Julio es el mes de la transición en el contexto familiar, las infancias de la casa culminan el ciclo escolar y la dinámica cambia. Es un mes de mitad actividad y mitad vacaciones, no es como agosto, que oficialmente es el periodo vacacional y la antesala de lo que será el último cuatrimestre del año cuando parece que todo toma velocidad turbo hasta llegar a la primera posada.

Y a todo esto ¿Qué es el tiempo? invención humana, bitácora de sucesos, medición (de las horas, días, semanas, meses, años) observación, relatividad, ¿Filosofía o espiritualidad?

Es todo lo anterior y también, por definición: edad, duración, orden de una secuencia de sucesos, época, estación, oportunidad, espacio, estado atmosférico, conjugación verbal, tempestad y en música, cada una de las partes de igual duración en que se divide un compás.

En cuanto a términos de edad, los árboles viven más de cien años; de hecho, la SEDEMA, Ciudad de México acaba de lanzar la convocatoria “Guardianes del Tiempo” para nominar a un árbol que cumpla con alguno de los criterios establecidos y entre ellos, que tenga una edad aproximada de cien años o más. Los humanos apenas alcanzamos la edad de noventa años en condiciones más o menos aceptables y en contraste, una mariposa vive alrededor de dos a seis semanas y en el caso de las monarcas, hasta ocho o nueve meses; lo cual se asemeja al periodo de gestación humana que es de nueve meses en condiciones normales.

Un año fiscal ocurre de enero a diciembre, mientras que un ciclo escolar va de septiembre a julio del siguiente año (conforme al nuevo calendario). Se es mayor de edad a los dieciocho años, mientras que un perro no alcanza ese tiempo de vida en términos de edad perruna.

Es posible filosofar respecto al tiempo tanto en su dimensión objetiva como subjetiva, si nos referimos a su medición, Cortázar nos dejó un texto surrealista sobre las “Instrucciones para dar cuerda al reloj” (fragmento): “Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca.” ¡Nos leemos a la próxima!