Uno de los temas más importantes en la formación de los niños y al cual por desgracia se ha prestado muy poca atención durante esta cuarentena (ya sea por miedo, por tabús o por el simple temor de no saber cómo abordarlo con los hijos) es la formación afectivo-sexual. Lo primero que hay que entender en este sentido, es que educarlos en la afectividad es educarlos para el amor, para el respeto y sobre todo para su protección.
Por desgracia –aun cuando la mayoría de las instituciones educativas públicas y privadas cuentan con programas bien estructurados, en los que se involucra a alumnos, padres y maestros–, ante la necesidad obligada de educar a distancia y por la delicadeza de los temas que implica, el asunto ha quedado un tanto relegado.
No se trata solo de “flores y abejas”
Hablar de la importancia de la educación afectivo-sexual en esta cuarentena abarca temas mucho más profundos que el mero entendimiento de la fisiología, los cuales pueden agruparse en tres grandes aspectos:
Afectividad. Debe consistir en educar el carácter de los hijos para poder manejar adecuadamente sus afectos, lo que significa que es necesario sustentarla en los valores, el ejemplo y los patrones a seguir que vean en casa. De ahí la importancia de ponderar este tema en estos momentos en los que la cuarentena obligada, tristemente, ha exacerbado la violencia intrafamiliar a nivel físico y psicológico.
Autocuidado y autoestima. Además de la importantísima base que supone el punto anterior, enseñar a los niños a reconocer su cuerpo como un “templo” que merece el mayor cuidado y respeto, les permite ir asimilando sus cambios con naturalidad, construir una autoimagen sana, fortalecer su autoestima y tener la claridad necesaria para saber decir “NO” o denunciar cualquier situación de riesgo a la que se enfrenten.
Prevención del abuso. El uso de redes sociales e internet sin supervisión, así como los largos tiempos de “abandono” que por desgracia están sufriendo muchos niños y adolescentes durante el confinamiento en nuestro país y en el mundo (aunado a la falta de contención y apoyo emocional que suponen los maestros, tutores y adultos de confianza que habitualmente podían encontrar en sus escuelas), ha abierto las puertas a un sinnúmero de riesgos para ellos, por lo que buscar estrategias para continuar brindándoles una formación efectiva es absolutamente necesario.
Más vale una hora antes que cinco minutos tarde…
Antes que nada, debemos tener claro que, aunque la escuela es el lugar en el que actualmente se cree que los niños deben aprenderlo todo, los educadores primarios de los hijos –y especialmente hablando de temas en los que se involucran valores, creencias, sentimientos y formas de actuar y percibir el mundo- son los padres.
Por ello, durante las difíciles circunstancias en las que nos ha puesto esta pandemia, son ellos quienes deben de retomar la responsabilidad y el privilegio de hablar con sus hijos tanto como puedan y de todo lo que puedan. Aunque los temas parezcan difíciles o escabrosos, aunque se piense que son demasiado pequeños o que aún no están listos… ¿Quién mejor que los padres para conocer las necesidades, dudas, miedos o incertidumbres de los hijos? ¿Quién mejor que ellos para prevenir una situación de riesgo o un infortunio antes de que suceda?
Pero… ¿Cómo abordar estos temas con mis hijos y no morir en el intento?
Además de la ayuda que cada institución educativa y los libros de texto nos puedan prestar, existen infinidad de recursos en la web (páginas, artículos, videos, juegos, etc.) en los que podemos encontrar herramientas valiosas para enriquecer las conversaciones con ellos.
Algunos tips que pueden ayudarnos para estar preparados son:
- No esperar a que hagan preguntas. Cada padre/madre debe decidir lo que cree que su hijo debe saber, siempre teniendo en cuenta que lo más importante es la prevención.
- Responder siempre. Es importante impedir que se queden con curiosidad, ya que de lo contrario pueden buscar (y encontrar) respuestas inadecuadas.
- Averiguar primero por qué tienen esa duda. Debemos saber en dónde oyeron o vieron tal o cual cosa, en qué contexto están utilizando una palabra o qué significa para ellos.
- Adaptar las respuestas a la etapa de desarrollo y capacidad de entendimiento de cada hijo.
- Hablar con la mayor naturalidad posible sobre cada tema. Llamar las cosas por su nombre y, dependiendo de la edad de los hijos, explicar todo aquello que creamos necesario en cuestiones de responsabilidad, peligros y consecuencias para ellos.
- Recordar en todo momento que la mayor enseñanza está en nuestro ejemplo. No importa cuántos manuales leamos con ellos, no importa cuántas frases sapientes o incluso amorosas les digamos e inclusive no importa cuán grande sea nuestro afán por protegerlos: primordialmente aprenderán a repetir nuestros patrones de comportamiento.
- Nunca olvidar el buen humor. Aunque estos temas puedan resultar abrumadores a veces, las cosas siempre irán mejor si permitimos que incluso las risas tengan cabida en la conversación, lo cual nos ayudará a mantener un ambiente tranquilo y relajado.
Comprometidos con la formación integral de la Familia Mazenod
En nuestro colegio, una parte esencial de los programas de educación continua e integral que impartimos anualmente para alumnos y padres, son las conferencias de afectividad.
Este año, estarán orientadas a brindar estrategias y herramientas efectivas para que cada familia aproveche el privilegio de poder abrir un canal de comunicación con sus hijos, propiciando con ellos el diálogo y la reflexión sobre los aspectos que les preocupen o sean de su interés, de acuerdo con su etapa de desarrollo.
Contarán, además, con un espacio en el que nuestras psicólogas especialistas estarán a su disposición para escuchar y dar solución a sus dudas e inquietudes.
Estamos convencidos de que aún más importante que el nivel de excelencia que nos caracteriza en cuanto a los aspectos académicos, la responsabilidad y el compromiso compartido que existe entre todos los que integramos esta gran familia para educar hacia el amor, es la única herramienta que nos permitirá garantizar la integridad física, espiritual y psicológica de nuestros hijos y alumnos.
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