10 de mayo: mi reflexión personal

Sea este Día de la Madre una ocasión especial para dar gracias por lo que hemos tenido en nuestra vida: las figuras, los privilegios, las responsabilidades.

10 de mayo, 2023 10 de mayo: mi reflexión personal

Hoy, cuando  México  celebra el Día de la Madre, he amanecido pensando en esa figura icónica para nosotros, sobre la cual  nos volcamos con particular entusiasmo en este día, y muchas veces, por desgracia, olvidamos el resto del año.

Con amor hoy quiero honrar a las madres de mi linaje familiar, las que  marcaron mis orígenes. Las que me enseñaron a tomar una cuchara, un lápiz, y a entender que la vida es un tiempo de constante aprendizaje. Ellas, todas ellas, que cada noche, antes de ir a la cama, me enseñaron a colocar mis manos en actitud de orar al Ser Supremo, y que  me contaron un cuento con el cual concebir sueños de niña que hoy, tantos años después, me siguen acompañando.

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Deseo hacer extensivo ese reconocimiento a las madres buscadoras, las llenas de esperanza, las que no saben darse por derrotadas, ni acaso con su propia muerte.  A ellas, las que rompen los muros de la indiferencia burocrática para decirle al ser amado: “Te seguiré buscando siempre”.

Va un abrazo cariñoso para las madres que lo son, no por sangre sino por afecto, que para Dios es igual de valioso. Ellas, que han dedicado su vida a ahijar niños ajenos, hasta hacer de ellos hombres y mujeres de bien. Las que no han dudado en abandonar la cómoda libertad, para lanzarse a la tarea de responsabilizarse por otros: Tías, abuelas. Madrinas. Religiosas. Todas ellas, madres espirituales, que han tenido un corazón más grande que sus fuerzas físicas, para adjudicarse una tarea de por vida.

Hoy recuerdo a las madres solas, las solteras y las viudas que han desempeñado un doble papel frente a los hijos. Las madres abandonadas en algún camastro, con la ilusión en pausa. Ellas, a las que nadie siente obligación de festejar en este día.  Esas mujeres mayores que se vuelven de todos y de nadie, porque de su corazón la vida ingrata ha arrancado las alas que daban sustento a sus raíces. Va un abrazo cariñoso para las madres que atraviesan alguna enfermedad, tomadas de la mano del Creador, cuya mayor angustia es no poder ver apropiadamente por los hijos

Pido al cielo por las mujeres que exponen su vida para protección de  todos nosotros: en las fuerzas armadas, en los cuerpos civiles de protección. Como personal de salud. Las madres que barren calles para hermosear nuestras ciudades.  Las madres recolectoras, que hallan un tesoro entre desechos y lo comparten gozosas.  

Va para las madres migrantes un abrazo solidario: A su fe en un futuro mejor, convertida tantas veces en  moneda de cambio para grupos criminales a lo largo del camino.  Ellas que, bajo el sol o en espacios asfixiantes, se lo juegan todo con la ilusión de un niño, tantas veces sin darse cuenta, hasta muy tarde, que han venido avanzando en el filo de la navaja, arriesgándolo todo.

Hoy vienen a mi mente esas mujeres que han sido llamadas para cubrir con su amor a los que no tienen voz. Ellas, las que luchan con  recursos propios y apelando a la generosidad de otros, para ver por esos seres vivos no humanos, que en el corazón de cada una de ellas se han ganado un lugar permanente. Sus voces claman por la vida. Lo hacen con todo su ser, invirtiendo en ello tiempo, recursos propios y voluntad de quien arriesga todo por una causa, con total convicción.

Finalmente pido por esas madres que han debido  enfrentar la muerte de un hijo. Algunas desde su vientre, por una decisión que se queda allí con ellas, como marca indeleble.  Otras son madres que gozaron del contento de serlo por un tiempo corto. Mujeres que, de forma temprana, asimilaron que su hijo no viviría. Madres que lo lloran, lo invocan, lo recuerdan. Adivinan su presencia cuando escuchan risas infantiles o al ver el chorro saltarín de una fuente en la plaza.  Madres que sonríen cuando aparece un colibrí, o cuando divisan una estrella fugaz en el horizonte. A ellas, madres huérfanas, va mi reconocimiento hoy, mañana y siempre.

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Sea este Día de la Madre una ocasión especial para dar gracias por lo que hemos tenido en nuestra vida: las figuras, los privilegios, las responsabilidades. Quienes somos madres pidamos al cielo sabiduría en nuestras decisiones y fortaleza para cumplir los propósitos que nos corresponden. Y aunque nunca, ni con la muerte, dejaremos de ser madres, aprendamos a soltar, a que nuestros hijos sientan la libertad de abrir las alas y elevarse con vuelo firme, hacia el destino que la vida les tenga encomendado.

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