Pasada la melcocha y la euforia por el Día de San Valentín, toca el turno a la reflexión por los asuntos que son del espíritu, esas que nos dotan de la esencia humana y que nos llevan a un nivel de creación infinito porque la creación no tiene límites y empieza siendo apenas una semilla que tras cuidarla, amarla y mantenerla viva se convierte en la más bella flor del ejido. Me refiero a los inventos, a la ciencia, a la tecnología y también, al arte por supuesto.
En el mundo real, en el que día con día nos debatimos por sobrevivir y cubrir las necesidades básicas de alimento, vestido y sustento todo es válido. Existen los que monetizan toda acción y los que aportan a la humanidad sin recibir a cambio ni siquiera gratitud como lo dijo Confucio: “No hagas el bien si no estás preparado para la ingratitud”. Bajo esa premisa, a cambio de no recibir gratitud se garantiza recibir, al menos, una remuneración económica.
Vivimos en la época de los grandes avances tecnológicos y el debate entre los beneficios y los males de la inteligencia artificial se hallan a la orden del día; principalmente, entre los artistas que miran con espanto la capacidad para ser sustituidos. No todo está perdido, el eterno debate entre hacer algo por altruismo o hacerlo a cambio de una remuneración ha existido desde tiempos inmemorables; sin embargo, la humanidad se salvará sí y sólo sí a través del arte aunque se piense que no sirve para nada.
Quentin Tarantino habló recientemente respecto al declive del cine en cuanto a su cualidad de séptimo arte y renegó de la forma en que funciona la industria actualmente programando en cartelera tan sólo dos semanas las películas para enseguida, ponerlas a disposición de las plataformas (todo perfectamente calculado y monetizado) y fue más allá al declarar que está más interesado ahora en el teatro: “Pagan mucho dinero por sentarse en la butaca… pero no hay grabación, no hay móviles, eres dueño del público durante ese tiempo, ese rato son tuyos, los tienes en la palma de tu mano y no se trata sólo de hacer arte, se trata de sorprenderles, de darles una buena noche fuera de su casa, hacer que les merezca la pena, eso sí que es emocionante”. Y yo agrego: además de emocionante, es la forma en que el arte mueve a la humanidad y lo coloca en tiempo presente, lo lleva de la mano a la introyección. Somos la resistencia rescatando el poder de la atención, del momento presente. ¡Nos leemos a la próxima!
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