Urgen líderes ciudadanos honorables para tener una sociedad decente

La sociedad mexicana necesita de líderes de a pie; líderes ciudadanos que actuando con honorabilidad y decencia, haciendo el bien debido, reordenen este tejido social que se nos está pudriendo

7 de diciembre, 2023

Un sainete es una obra de teatro breve, de un solo acto, de contenido humorístico en que se ridiculizaban actores y costumbres sociales. Como grotesco sainete se ha calificado el papelón protagonizado por Samuel García, Dante Delgado, el presidente López Obrador y sus respectivos aplaudidores en torno a la pretendida candidatura presidencial del primero.

Lo interesante es que en este caso se dice sainete solo en términos figurativos porque, tristemente, no se trató de una representación teatral sino expresión de la más pura y dura realidad de la política mexicana en el tiempo presente.

Ante nosotros quedaron expuestos varios de los severos vicios de miembros prominentes de la clase política mexicana: su inescrupulosa ambición, su desprecio a las leyes, a la ciudadanía y a los más mínimos estándares éticos; su corrupción, su estupidez, su torpeza y su indecencia.

Por supuesto que este caso que ahora involucró protagónicamente a Samuel, a Dante y a Andrés Manuel, es nada más un botón de muestra de la crisis de calidad de liderazgo que como país nos daña profundamente, como un cáncer terrible que si no extirpamos pronto amenaza con matarnos. Vienen a mi mente nombres varios del salón de la infamia de actores políticos destacados por su cinismo y su desvergüenza, que basan su longevidad en la cima del poder por su sagacidad acomodaticia tanto como por su carencia de escrúpulos en un régimen singular en que lo indeseable flota sin que las leyes o los criterios mínimos de la ética puedan afectarlos en modo alguno. Verdaderos demonios de la política, personajes de indecencia probadísima que han perdido cualquier noción sobre la verdad y el bien, o la justicia y la honorabilidad.

Si estos personajes configuran buena parte de la clase dirigente del país en este tiempo aciago, ¿qué se puede esperar de la sociedad gobernada por estos demonios? No otra cosa más que se vaya pudriendo moralmente. A menos que el cuerpo social reaccione y active sus defensas más profundas contra el mal imperante desde su cabeza.

Simone Weil, filósofa, activista social y casi mística, escribió que “los pueblos necesitan maestros y guías admirables y el jesuita del s.XVII, Baltasar Gracián, nos regala en “El Arte de la Prudencia” una serie de reflexiones sobre las cualidades que debe tener una persona con liderazgo e influencia social, entra las que destaco unas pocas: Buscar estar en la cima de la perfección; no tener un defecto; tener integridad; no ser vulgar en nada; sopesar las cosas para enderezar el juicio; nunca perderse el respeto a sí mismo; buscar la excelencia en todos los órdenes; elegir un modelo elevado no sólo para imitarlo sino para superarlo; tener cultura y refinamiento; conocerse a sí mismo y tener buen sentido -trascendental- en todo. La excelencia personal (del latín ex-coelis que significa lo que sale del Cielo – a su vez de cellere: elevado, cumbre, lo más alto) y la nobleza de espíritu (noble significa preclaro,ilustre, generoso, bondadoso, leal, honrado, honesto, sincero, franco, desinteresado, magnánimo – por ello el noble es el digno de ser conocido y admirado) se asociaban en el periodo clásico de nuestra civilización a atributos propios de los hombres de gobierno. ¿Quiénes deben estar a cargo de una organización o un país? Los mejores. Pero esta calificación no se refiere tanto a competencias profesionales (que desde luego sí son relevantes) sino a la calidad ética de la persona: el brillo de sus virtudes y la minimización de sus vicios.

¡Cuánto debemos anhelar estas cualidades éticas entre nuestros líderes! México requiere líderes honorables para podernos transformar en una sociedad decente, que hoy es preciso reconocer que no somos. Urge promover la honorabilidad y la decencia entre nosotros, recordando que honorable significa digno de honor (calidad moral propia de la persona que cumple con sus deberes hacia los demás y hacia uno mismo) y decente se refiere fundamentalmente a la consideración y cuidado que se presta en el trato a las personas en torno a uno.

Pero ¿qué pasa si los líderes que deberían predicar con el ejemplo son los que primero se apartan de ese ideal? Lo dicho por Simone Weil o Baltasar Gracián no aplica solo a los encumbrados dirigentes políticos, sino a cualquier ciudadano que aspire a hacer hombre de bien y ejerza su influencia sobre otros. Porque cuando vemos a dirigentes políticos que mienten cada vez que abren la boca o que pretenden hacer de las leyes lo mismo que con una jerga para limpiar porquerías, es el cuerpo social ciudadano quien tiene que actuar y enderezar el barco, como decía Pablo de Tarso, venciendo al mal con el bien, haciendo lo correcto y no aceptando lo incorrecto.

La sociedad mexicana necesita de muchos líderes de a pie; líderes ciudadanos que actuando con honorabilidad y decencia, haciendo el bien debido, reordenen este tejido social que se nos está pudriendo. Y esto puede hacerse a base de muchas pequeñas acciones, cotidianas, con capacidad de viralización para que uno mueva a otro, dos a cuatro, cuatro a ocho, ocho a dieciséis y así sucesivamente en una progresión geométrica que desde la base de la pirámide pueda sanear nuestros males. Por ejemplo, un vecino le hace ver a otro el camino abismal hacia el que vamos si se sigue tragando las mentiras de las Mañaneras o de la propaganda de la transformación en los anuncios de Claudia. O un maestro explica a sus alumnos porqué no deben votar por un candidato nomás sobre la base de un clip simpático de TikTok.

Pienso que nuestra sociedad se ha dejado adormecer por los discursos y los contenidos muchas veces manipulados desde los grandes medios de comunicación, y como ciudadanos hemos abdicado de nuestra responsabilidad personal para hacer lo correcto, para hacer lo que sabemos que debe ser. Me parece que ya es hora de ponernos las pilas, porque si no somos nosotros, ¿quién? Y si no es ahora, ¿cuándo?

Es la hora en que los muchos ciudadanos de bien que hay en este país hagamos lo que nos toca. Para mí esta es la gran lección del sainete de Samuel, Dante y Andrés Manuel. Con eso me quedo. Ya basta. Y quítense porque ahí les vamos. 

Twitter: @Adrianrdech

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