Al amanecer de un muy lejano viernes, a los fariseos, los maestros de la ley y al Sanedrín le corría prisa por ejecutar a un joven revoltoso que se atrevía a proclamarse HIJO DE DIOS, perpetrando atrocidades como devolverle la vista a los ciegos, resucitar muertos, curar enfermos, hacer andar a paralíticos, perdonar adulteras, compartiendo los alimentos con pecadores y gente de mala nota.
Este agitador nacido en Belén, predicaba la locura de amar a sus enemigos, perdonar a quienes nos persiguen, compartir nuestros bienes, dar de comer a los hambrientos, de beber a los sedientos, visitar enfermos y presos, auxiliar desvalidos y otras tantas locuras semejantes.
Con ese criterio, ¿a dónde irían a parar los mercados bursátiles? ¿Qué sería del hermoso becerro de oro que adorna la acera de Wall Street frente al New York Stock Exchange?
Había que deshacerse de esta mala influencia cuanto antes, porque estaba a punto de comenzar la Pascua y ya no podrían matarlo a gusto.
Si no lo hubieran crucificado ese mismo viernes, se les habría echado a perder su spring break, porque durante esas festividades, no era posible asesinar a nadie, y ya estaban listos los festejos, las comilonas y los brindis para “alabar al Dios de los profetas…” sin querer aceptar que ese joven era precisamente al que habían anunciado los profetas.
Casi dos mil años después, nos encontramos justo a la mitad de lo que para muchísima gente, son únicamente las vacaciones de la primavera, es decir, el spring break.
En estas fechas, nuestras playas se atiborran de paseantes, muchos de los cuales son jóvenes provenientes de Estados Unidos, que se entregan al frenesí, obsequiándose sexo sin preocupaciones, (ni condones); abandonándose al consumo de alcohol y drogas por espacio de dos semanas que comprenden la “SEMANA SANTA” Y LA “SEMANA de PASCUA”.
Entre las huestes de visitantes extranjeros, vienen adultos ávidos de turismo sexual, que interpretan muy a su modo aquello de “DEJEN QUE LOS NIÑOS SE ACERQUEN A MI”…
Debo decir que mi madre fue una extraordinaria catequista para mis hermanas y para mí, porque sabiendo que los niños aprenden por lo que constatan y no por lo que se les dice, predicaba ante todo, con el ejemplo.
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Sus inteligentes lecciones eran, además de breves, ilustrativas y motivantes.
Por estos días de Semana Santa solía preguntarnos:
¿Si tu mejor amigo muriera trágicamente hoy, te presentarías a darle tus condolencias a su familia, o te irías a Acapulco de fin de semana, porque mientras el muerto se va al foso, los vivos deben entregarse al gozo?
Muchas veces nos invitó a pensar en el inexplicable abismo existente entre los vítores que dieron la bienvenida a Jesucristo el domingo de ramos en Jerusalén, y el clamor enloquecido, menos de una semana después, en que la tarde de un jueves, la muchedumbre exigía al Procurador Poncio Pilato que lo crucificara.
En otras ocasiones, mi madre nos aconsejaba que imagináramos a Cristo izado en su cruz sobre el Calvario, rodeado por los miles de millones de seres humanos que han habitado nuestro planeta desde el principio de los tiempos.
Mi madre describía la mirada de Jesús penetrando hacia la inmensa distancia, consciente de que su sacrificio sería ignorado, y repetido millones y millones de veces en los innumerables holocaustos cometidos, muchas veces, irónicamente, en nombre del “verdadero dios”.
La imagen que encabeza estas líneas, debe haber estado presente en el alma de Cristo el primer Viernes Santo, porque, como Hijo de Dios, permanece junto a todos y cada uno de sus hijos/hermanos, en todos los momentos de nuestras vidas.
Ese joven arrodillado a la orilla de una fosa común, a punto de ser asesinado “por el imperdonable crimen” de ser judío, trae a mi corazón la infinita soledad de Cristo; esa soledad desconsolada que lo llevó a clamar desde su cruz: ¡Padre mío! ¿Por qué me has abandonado?
Ayer, martes, en algunas reseñas en las redes sociales, leía algunos comentarios tocantes a estas fechas.
El autor de una inserción, recordaba que en su niñez y juventud, era costumbre que en México durante la Semana Santa, la televisión pasara únicamente programas de corte religioso, como películas de Marcelino Pan y Vino o el Mártir del Gólgota con Enrique Rambal, Ben Hur, la epopeya de Moisés con Charlton Heston, y muchas otras películas piadosas.
Por el radio, especialmente el jueves y viernes Santos, solamente se escuchaba música clásica y programas en vivo con sacerdotes invitados a hacer referencias al significado religioso de esas fechas.
Viendo hacia atrás, no me cabe duda de que, en aquellos lejanos días de mi infancia y mi adolescencia, no todo era piedad y devoción; lo que ha sucedido es que las agendas financieras y políticas sacaron del closet lo peor de nosotros, y han implantado un desorden en el que TODO ES RELATIVO.
Las nuevas “ideologías” como la de género, que relativizan todo lo que quieren, abren la puerta a la legitimación de cualquier crimen.
Bastaría decir que según el relativismo total de ideologías como la de género, Adolfo Hitler ¡no cometió ningún crimen por dos razones avaladas por las corrientes impulsadas hoy por la ONU, el BANCO MUNDIAL y el FONDO MONETARIO INTERNACIONAL!
Siendo que para los promotores de la ideología de género, “Dios no existe”, se puede regresar a la doctrina del JURISTA judío austriaco Hans Kelsen que afirmaba que, para que una ley sea obedecida, BASTA Y SOBRA QUE LA HAYA PROMULGADO LA AUTORIDAD COMPETENTE DEL ESTADO. NO PUEDE HABLARSE DE LEYES JUSTAS O INJUSTAS, SINO DE LEYES Y YA.
Una ley así, debe ser obedecida y hecha obedecer, diga lo que diga y mande lo que mande, aunque se trate de las Leyes de Núremberg que abrieron la puerta de las cámaras de gas y los hornos crematorios en la Europa de los años 40 del siglo XX.
Siguiendo ese criterio, los nazis enjuiciados en Núremberg, deberían haber sido absueltos, porque solamente hicieron cumplir las leyes aprobadas por el Reichstag que el connotado jurista Kelsen avaló con su doctrina académica.
Siguiendo la ideología de género, Adolfo Hitler se asumía a sí mismo como un MACHO ALFA, sin obligación de responder ante Dios, porque el encarnaba la voluntad de la única raza con derecho a vivir, IMPONIENDO LA LEY DEL MÁS FUERTE, como tantos lo han hecho en nombre del DESTINO MANIFIESTO, O LA SUPERIORIDAD RACIAL.
Por obra y gracia del relativismo que hoy nos gobierna, Hitler debería pasar de la página roja de la historia a la portada del National Geographic, LIBRE DE CUALQUIER CULPA y hasta premiado con el Premio Nobel de Biología como inspirador del nacional socialismo “darwiniano”.
Al paso que vamos, hablar de lesbianas o gays, será discriminatorio, porque gracias a la evolución de las conciencias, y de las preferencias convertidas en transformaciones, los hombres deberán ser reconocidos como mujeres y las mujeres como hombres, según lo deseen.
La pederastia será legalizada en nombre de la estimulación temprana; el incesto será despenalizado de manera que las relaciones sexuales entre progenitores e hijos o entre hermanos y sus mascotas, salga para siempre de los códigos penales.
Si por lo avanzado de una gestación, se hiciese impracticable el aborto, los legisladores conscientes de la modernidad, legalizarán el infanticidio, siempre y cuando se realice en el quirófano, antes de cortar el cordón umbilical, gracias a cuyo vinculo, la ex madre, convertida en progenitora gestante podrá decidir la muerte del producto, porque todavía estará formando parte de su cuerpo.
El caos en el que hoy vivimos, emana directamente de la rebelión de Adán y Eva, cuya existencia bíblica es negada por los “desmanteladores del oscurantismo”.
Sin embargo, y aunque no les guste el Génesis Bíblico, nuestro interminable spring break se nutre de la primera inmensa mentira que muchísimos siguen creyendo:
“SI COMÉIS DE ESE FRUTO, SERÉIS COMO DIOSES.”
Jesucristo vino a desmentir esa monumental falsedad, y la verdad mesiánica prevalece, por oscuros que parezcan nuestros tiempos.
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