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Transiciones. En México hicieron falta más Suárez y Fernández Miranda, y menos Fox Quesada y Carlos Castillo Peraza

3 de diciembre, 2025

Transiciones. En México hicieron falta más Suárez y Fernández Miranda, y menos Fox Quesada y Carlos Castillo Peraza

Las transiciones democráticas entre las de España y de México no pueden ser más disímbolas. De entrada y antes que nada, México no padecía dictadura alguna como España en sus respectivos años de transición a la democracia. Esto último nadie lo puede negar. México vivía bajo un régimen democrático, pero una suerte de traje hecho a su medida, tan bien confeccionado que dotó al país de más de siete décadas de paz social, estabilidad política y progreso en lo económico. En España, los cientos de miles de asesinatos perpetrados por la dictadura franquicia y la falta gravísima de no pocas libertades hacían (a diferencia de México) un asunto más que urgente lo de una transición a la democracia.

España, acabó encontrando una fórmula que no excluía a nadie, una monarquía constitucional, un traje hecho también a la medida. Pero vamos, las diferencias son algo que abruma, de entrada, el presidente Ernesto Zedillo quiso emular al Rey Juan Carlos I, tuvo la iniciativa y las buenas intenciones (de las cuales, es sabido, está empedrado el camino hacia el infierno) al aminorar y repartir su propio poder, pero sin ser un político, así “como el Borras” aventó al país a un ruedo para el que México simplemente no funciona; se debió seguir con un proceso siempre en movimiento, pero con medidas y reformas que de a poco llevarán a México a ir aprendiendo. No sucedió así y hoy pagamos y seguiremos pagando a un líder torpe con iniciativa, que con reuniones de diversos actores políticos (mediocres y muy corruptos la gran mayoría) celebradas en el castillo de Chapultepec. De ahí fue donde salió la “maravillosa reforma de 1996”, que no hizo sino retroceder al país en la inmensa mayoría de los renglones.

En fin, Zedillo a años luz del fino instinto político y la preparación (también en esas lides) del Rey Juan Carlos, entrenado desde niño para esa misión por órdenes del mismo caudillo Francisco Franco; Vicente Fox, un insulto compararlo con Adolfo Suárez, el primer presidente del gobierno de la democracia, lo mismo que una comparación de un Carlos Castillo Peraza, mentor de cuadros, que resultaron ser de lo las vil, de opositores qué luego (para desgracia del país entero) fueron gobierno con Torcuato Fernández Miranda, el principal preceptor y mentor del Rey Juan Carlos, quien de inmediato siendo ya Rey lo nombró presidente de las cortes, y que fue el principal artífice jurídico de ese proceso político e histórico en España, ayudando al Rey y al ya presidente Adolfo Suárez a repartir su poder en un nuevo esquema democrático, “DE LA LEY A LA LEY” como se dijo por entonces.

En México la oposición carecía de cuadros para asumir una tarea tan delicada como la que supone la responsabilidad de la presidencia de la República, máxime con un diseño institucional que lo único que logró fue el abrir al andamiaje del Estado mexicano a los poderes factores, crimen organizado incluido. Quizás el único personaje que comprendía a cabalidad los ritmos y los tiempos para ir transitando de la democracia mexicana del siglo XX a una “democracia sin adjetivos” fue Don Jesús Reyes Heroles, creador de la ley LOPE de 1977, que dio importante (pero muy gradual) vuelta de tuerca a dicho proceso. El sabio veracruzano falleció de forma prematura siendo secretario de educación pública en 1985.

En fin, pobre México, podemos afirmar, tan lejos de los Reyes Heroles y los Fernández Miranda y tan cerca de los Castillo Peraza y los Felipe Calderón.

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