Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Futbol (RFEF), exhibió el patriarcado en su estado más puro en el mundo del futbol, al protagonizar una asamblea extraordinaria, donde se negó a dimitir a su cargo, luego del escandaloso beso que propinó a la jugadora Jennifer Hermoso.
Lo anterior durante la ceremonia de premiación del mundial femenil, donde la selección española resultó campeona del mundo. Las imágenes que dieron la vuelta al mundo fueron tan deleznables que la FIFA debió suspender por 90 días en el cargo a Rubiales, ante las nulas acciones que habían realizado las federaciones locales en España, además de emitir medidas cautelares para preservación de la seguridad de la jugadora.
Rubiales antes de la sanción de FIFA ya había trazado una hoja de ruta que pretendía perseguir a la jugadora Jenni Hermoso, al acusarla de mentir sobre lo consensuado del beso, señalando que era la futbolista la que le había acercado a su cuerpo para cargarlo y después de que este le solicitará “un pico”, ella aceptó por mutuo acuerdo.
En la página oficial de la RFEF se subió el boletín informativo donde se advertía de un proceso legal en contra de la futbolista. Un video en redes sociales demostraría que lo declarado por Rubiales era falso.
La lamentable representación del expresidente de la FEF el pasado 25 de agosto quedará para los anales de la historia de patriarcado más intimidador e impune, siempre dominante en el futbol mundial, pero que es más inmisericorde y represivo en contra de las mujeres futbolistas. En su discurso Rubiales minimizó los hechos, pretendió victimizarse, calificó como falso feminismo a los grupos y entidades de gobierno que le acusaban de ser un agresor sexual, y se ufanó de ser el mejor directivo en la historia del futbol español, por lo que considero un exceso tener que renunciar por minucias de género.
En la incongruencia total del surrealista evento, Luis de la Fuente y Jorge Vilda, director técnico de la selección femenil, aplaudían a rabiar cuando en cinco ocasiones Rubiales aseguró que no dimitiría. Solamente cuando la FIFA salió a lavarle la cara a la RFEF, propició que todos los adoradores del ahora expresidente de la RFEF, se deslindaran con mensajes y comunicados en contra de su “inaceptable comportamiento”, exigiendo que se sancione de forma ejemplar por los hechos ocurridos, que ellos mismo no creen en el fondo de su conciencia, sean tan graves.
Rubiales y el entrenador nacional femenil Vilda, cuentan con un largo historial de denuncias y conductas inapropiadas en contra de las seleccionadas españolas. Incluso previo al mundial femenil, hace un año, 15 jugadoras top amenazaron con no participar en la justa deportiva, si el entrenador continuaba. Antes el entrenador Ignacio Quereda que entrenó a la selección femenil por 27 años insultó históricamente a sus jugadoras llamándolas gordas, plazas de toros que necesitaban de machos. El puesto de Vilda por las circunstancias pende de un hilo, pero antes del escándalo ya había sido ratificado por Rubiales por cuatro años, con un aumento salarial impresionante.
El futbol femenil es económicamente diametralmente opuesto al del favorecido y sobrevaluado masculino. Las jugadoras profesionales no siempre tienen la oportunidad de vivir de su amor al balompié, muchas deben conjugar sus vidas laborales y académicas con la práctica deportiva. En el caso del pasado mundial femenil, la proeza del campeonato mundial de la la selección de España es de subrayar, si bien su liga destaca en las competiciones europeas, sus jugadoras están aún lejos del nivel futbolístico de las estrellas estadounidenses, que es el futbol más ganador y con mejor nivel mundial.
La romántica historia del campeonato mundial femenino español quedará para su análisis y su imitación, fue éxito colectivo; sin embargo, las acciones de Rubiales y sus deleznables actos, eclipsaron el mérito deportivo. En el ambiente futbolístico español persisten abusos y agresiones que se habían normalizado ante la impunidad del verdadero pacto patriarcal. El poderoso negocio que es el futbol profesional es la punta del iceberg de un fenómeno social de desigualdad. España había presentado su candidatura junto con Portugal para ser sede del mundial 2030.
Rubiales y sus “palmeros” no imaginaron el efecto domino que sus desplantes machistas provocaron, por lo pronto el pasado lunes 28 de agosto se dio una manifestación feminista en la que la participo Irene Montero, titular del ministerio de igualdad para solidarizarse con un movimiento que ya se conoce como el #SeAcabó heredero del mítico #MeToo. Montero cosechó el esfuerzo desgastante de luchar para lograr leyes a favor de la lucha feminista y de derechos de minorías, con el triunfo de imponer el consentimiento como tema central en una relación consensuada.
La lógica politización del caso Rubiales podría escalar a mayores niveles, al ser judicializado como agresión sexual, delito tipificado en la nueva ley de “Solo si es si”, impulsada por el grupo progresista de la coalición gobernante a cargo de Pedro Sánchez. La fiscalía está a la espera de que la futbolista Jenni Hermoso acuda a ratificar la denuncia levantada por oficio, que podría dar mayor peso a las acusaciones en contra de Rubiales, que de ser encontrado culpable le representarían una pena de tres a cuatro años de cárcel.
En el tsunami de reacciones, Yolanda Díaz, vicepresidente de gobierno, ya había informado que se trabajaba en la igualdad salarial de las seleccionadas respecto a sus pares masculinos, así como estar pendiente de la evolución del lamentable caso Rubiales que ensombreció a España y al mundo. Se sabe que se trata de imponer la cuota de género a la nueva junta directiva de la RFEF, para que los pasos en materia de igualdad sean irrenunciables, aunque deberán sortear que la federación es una entidad privada.
Por su parte la reacción de los grupos de extrema derecha ya enfocaron su persecución contra Jenni Hermoso, para descalificarla en sus acusaciones, al filtrarse fragmentos de un video donde en medio de la celebración minimizan la agresión. Incluso la madre de Rubiales se declaró en huelga de hambre y se enclaustró en una iglesia por unos días, para después ser llevada a un hospital, esto con la finalidad de hacer despresurizar el aluvión de acusaciones que enfrenta su hijo.
La cloaca de abusos invisibilizados y normalizados desde el poderoso mundo del futbol tendrían que llegar a su fin, con la autodestructiva acción de Rubiales se desnudó el patriarcado reinante en muchos ámbitos laborales y sociales que se mantenían como dolorosos costumbrismos culturales. Aun en países occidentales con una tradición democrática más adelantada, queda demostrado que la agenda igualitaria está inconclusa y pendiente de avanzar a pasos agigantados.
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