No me cabe duda que a la mayoría de los lectores jóvenes de esta columna, y a muchos de los mayores, no les será fácil…
No me cabe duda que a la mayoría de los lectores jóvenes de esta columna, y a muchos de los mayores, no les será fácil encontrarle sentido al neologismo con que titulo la presente.
A manera de aclaración haremos relación sucinta de lo que la historia nos platica.
En uno de los chorrocientos mil diferendos mexicanos se formó una facción armada cuyos dirigentes eran aficionados a bailar las polkas, baile de moda, y de quienes se dice fueron apoyados por el décimo primer presidente de Estados Unidos, James K. Polk, “haiga sido como haiga sido”, según nuestro presidente Calderón, el grupo armado de los Polkos se popularizó, por su afición al baile y por estar integrado por personas de las clases acomodadas, respaldados por lo que hoy llamaríamos derecha.
Discusiones que a lo lejos se observan baladíes, que si se puede disponer o no de los bienes de manos muertas, que si es necesaria la participación de “personas de bien” en la guerra o hay que dejar que la peleen los pelados que integran la tropa, que si los polkos son cobardes, etc.
Es tan absurda la discusión que transcribo una opinión estadounidense:
El cónsul norteamericano Black John escribe acerca del suceso: “¿Qué pueden pensar las naciones extranjeras de esta gente, que bajo ninguna circunstancia deja de entregarse a luchas civiles para aniquilarse recíprocamente, no obstante que más de la mitad de su país se encuentra ocupado por fuerzas extranjeras, y la otra en peligro de correr la misma suerte? Su conducta los exhibe como incapaces, tanto para gobernarse por sí mismos, como para ser gobernados por los demás, aunque su proceder los arrastra a este último destino, hasta el grado de que, si persisten un poco más, no dejarán otra alternativa a nuestro país que someterlos a su protección paternal.”
Los polkos reflejan la actitud mexicana ante la guerra, no es excepcional sino representativa de la falta de consciencia nacional, un protagonismo rampante, un impedir la victoria de un compañero porque quiero la victoria para mí, no estoy seguro de la autenticidad de la frase “si hubiera parque no estaría usted aquí”, pero sería otro interesante botón de muestra de la falta de coordinación y patriotismo de las tropas mexicanas.
Lo que todos sabemos es el resultado final de estos dimes y diretes, le entregaron el poder al ídolo del momento, el señor López (de Santa Ana), la pérdida del 50% del territorio nacional, la humillación, desperdicio de hombres y recursos que retrasó nuestro concurso como país.
Situación similar se nos presenta a la de aquella época, el enemigo común se está saliendo con la suya.
Lo primero que requerimos hacer es dar a conocer claramente quien es el enemigo común. La salida fácil es identificarlo con algún candidato a la presidencia, pero éste sería mi adversario y no sería aceptado como tal para todos los mexicanos; un camino equivocado también nos lleva al expediente de buscar culpables y los hay para todos los gustos, otra opción está en el extranjero, imperialismos rojos y azules, también se presenta la opción de la desestabilización interna, con revoluciones sindicales o de las otras.
Narcotráfico, corrupción, impunidad, deshonestidad, irresponsabilidad, complicidad activa o pasiva, tapáos los unos a los otros.
¿Son ésos los enemigos comunes? De ninguna manera, ésos son los resultados de aceptar en nuestro interior la permanencia del enemigo.
La pérdida de valores.
Cursaba la primaria cuando, sin entender, escuché una discusión entre mentores que protestaban la eliminación de la materia de civismo que se dio por terminada cuando alguien con autoridad dijo que lo que necesitaba el país era gente educada, capacitada para desempeñar un trabajo productivo y que si en el trayecto se hacía de algunos bienes de manera no muy limpia no afectaba el crecimiento siempre y cuando produjera más que lo que sustraía.
No puede decirse que la autoridad que dictaba esa política, indudablemente mucho más arriba que quien yo escuchaba, sea el enemigo común hoy buscado, la consigna fue obedecida y, como la humedad se fue filtrando por los cimientos de nuestra casa hasta encontrarla hoy hasta el techo y nosotros… bien gracias.
Los candidatos están enfrascados en una competencia para demostrar que son cada uno el menos corrupto de los tres y ninguno habla de secar esa humedad, los tres son producto de la misma cultura y los motiva la misma ambición, cada uno con sus características, pero los tres tienen cola que les pisen, pero son todo lo que tenemos y en la situación actual ganaría el más corrupto y marrullero, otro señor López, pero si buscando encarar al enemigo común de frente y con lealtad ganara, se lo reconocería
Bien harían en ponerse de acuerdo en identificar al enemigo común y proponernos sus soluciones, con su personalidad y sus valores.
O ¿estará la solución en un candidato independiente?
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