Hoy, hace 174 años en las alturas de Chapultepec, se desarrolló la batalla en la que se distinguieron especialmente los jóvenes cadetes del Colegio Militar conocidos como “los niños héroes”. (1)
La batalla de Chapultepec no puede entenderse sin la batalla de Molino del Rey ocurrida cinco días antes.
En esas dos batallas se perfilan dos figuras que encarnarán algunos años más tarde, la lucha entre liberales y conservadores en la que se conoce como Guerra de Reforma entre 1858 y 1861.
El 8 de septiembre de 1847, el Ejército Mexicano infligió considerables bajas al ejército invasor comandado por el General Winfield Scott; la única razón que impidió la consumación de la victoria mexicana, fue la traición del General (masón liberal) Juan N. Álvarez que se mantuvo inactivo en la Hacienda de Los Morales, con más de dos mil soldados a caballo, que si hubieran intervenido en la batalla, habrían consolidado la victoria mexicana y puesto un alto a la guerra iniciada por el presidente James Polk a partir de una mentira como la de Las Torres Gemelas de Nueva York conmemorada el sábado pasado.
La guerra contra México la inició el presidente James Polk declarando que nosotros habíamos invadido a Estados Unidos en 1846, “derramando sangre americana sobre suelo americano”.
La farsa era tan descarada como la del “9/11”, con la diferencia de que la invasión contra México fue impugnada abiertamente en el Congreso de Estados Unidos entre otros, por el Senador Thomas Corwin cuya defensa de México transcribí íntegra en mi libro “The Comeback River” (2)
El caso es que si el “benemérito” Juan Alvarez no hubiera actuado en connivencia con “sus hermanos masones” del ejército gringo, las hostilidades se habrían detenido y habríamos podido evitar el despojo de medio territorio nacional, porque existía un fuerte grupo en el Congreso de Estados Unidos opuesto a la guerra contra México y listo para enjuiciar y destituir al presidente Polk.
Seis años después, el “benemérito” Álvarez, encabezaría la llamada revolución de Ayutla cuyo propósito verdadero fue el de perseguir a la Iglesia Católica preparando el terreno para el inmenso negocio emprendido poco después por el otro “benemérito” masón, Benito Juárez que se robó conventos, hospitales, asilos, escuelas y propiedades que la Iglesia Católica destinaba a auxiliar a los más desvalidos.
Volviendo a septiembre de 1847, cinco días después de la traición de Juan Álvarez, hubo dos niños héroes que sobrevivieron para figurar en nuestra historia.
El más conocido e importante, fue Miguel Miramón Torelo, llamado “el joven macabeo”, ejemplo de patriota mexicano y líder del PARTIDO CONSERVADOR cuyas acciones son casi desconocidas en este México cuya verdadera historia no se enseña en las escuelas.
Esa historia, por desgracia, tampoco se transmite de generación en generación a través de la tradición oral que era la fuente más pura y cierta de la que se alimentaba nuestro amor por México.
Miguel Miramón era compañero de los niños héroes que aquella mañana ofrendaron su vida y que son recordados en el pase de lista de honor del Colegio Militar cuando después del nombre de cada uno de ellos, los hoy cadetes responden en voz alta y a coro: murió por la patria.
Esa lista de honor culmina cuando el oficial de mando termina el pase diciendo: Heroico Colegio Militar, a lo que los cadetes responden en voz alta con toda su fuerza: POR EL HONOR DE MÉXICO.
Miguel Miramón estuvo aquella mañana luchando por nuestra soberanía y cayendo prisionero al final de la batalla.
Con el tiempo, sería el presidente más joven de la República, cuando gracias a una maniobra de chapulines (3) Ignacio Comonfort renunció a la presidencia para que Benito Juárez se volviera el único presidente de nuestra historia que jamás fue elegido por el voto popular.
Mientras el chapulín Juárez intentaba vendernos a los Estados Unidos, Miramón ejerció como verdadero presidente de México.
La historia enfrentaría poco más adelante al joven macabeo, con el especulador inmobiliario oaxaqueño que se robó los bienes de la Iglesia Católica con el pretexto de que según él, eran bienes de manos muertas, para luego repartir el botín entre sus amigos (los de justicia y gracia) dando origen a una gran camada de nuevos ricos fifís liberales.
Miguel Miramón fue respetado y admirado por sus rivales de armas del partido liberal; hombres igualmente dignos como Mariano Escobedo que reconoció siempre en él su honorabilidad y su valentía.
Miramón sobrevivió Chapultepec para seguir luchando por México; fue así que se unió al Plan de Tacubaya encabezado por el General Félix Zuloaga contra la Constitución de 1857, redactada bajo instrucciones de la masonería para perseguir a la Iglesia Católica de México.
No fue casualidad que haya sido promulgada precisamente el 5 de febrero, para usurpar la festividad de San Felipe de Jesús, el primer santo mexicano muerto en martirio en Nagasaki, Japón en 1597.
Miguel Miramón estuvo a punto de capturar a Benito Juárez en Veracruz durante la Guerra de Reforma, de no ser porque “casualmente” intervino la marina de Estados Unidos para rescatar al “mister benemiritou of the Americas” para que los siguiera sirviendo como lo hizo con el tratado Mc Lane/Ocampo.
Veinte años después de su participación en la batalla de Chapultepec defendiendo a nuestra patria, Miramón se enfrentó al pelotón de fusilamiento en el Cerro de las Campanas (Querétaro) el 19 de junio de 1867.
Cuando tenía yo quince años de edad, estudiaba en el inolvidable Colegio Benavente de Puebla, donde mi querido maestro, el Hermano Lasallista Rubén Gómez Flores me hizo participar en el concurso de oratoria al que asistiría el gobernador del Estado Aarón Merino Fernández acompañado de nuestro rector, Don Emilio Reversat.
Aún recuerdo la cara del gobernador y de Don Emilio Reversat, al escuchar la primera frase de mi discurso:
- ¡En México a los héroes como Miguel Miramón se les fusila, y a los traidores se les erigen hemiciclos!
No fue una temeridad de adolescente; sigo pensando y sintiendo igual. Amo a mi patria y aborrezco “la historia por decreto”.
Quiero terminar estas líneas recordando el último gesto heroico de Miguel Miramón, el niño héroe y Joven Macabeo:
Momentos antes de recibir la descarga de fusilería, el Emperador Maximiliano de México hizo señal al comandante del pelotón de fusilamiento, deteniendo un instante la ejecución, para decir lo siguiente:
- Señor General Miramón; haga usted el favor de ocupar el sitio al centro; los valientes merecen el lugar de honor”.
…
- Los conocidos como Niños Héroes son: Agustín Melgar, Fernando Montes de Oca, Francisco Márquez, Juan de la Barrera, Juan Escutia y Vicente Suárez.
- The Comeback River es mi segundo libro sobre la guerra con Estados Unidos. El Discurso Corwin me fue obsequiado por el Coronel U.S.A.F. Joseph Troy Morgan. Es la defensa más apasionada hecha de México por un no mexicano, y además, fundamentado renglón a renglón en el Derecho Internacional.
- También entonces había “chapulines”; gracias al chapulineo (cambio de partidos y comercio de cargos públicos) Benito Juárez llegó a la Presidencia de la República sin haber vencido jamás en una elección popular.
NOTA CURIOSA: Otro niño héroe de aquel 13 de septiembre de 1847, fue el joven José Ramón Alejo Rodríguez Arangoiti que sobrevivió a la batalla para participar años después en el proyecto del Monumento a Cristóbal Colón desaparecido con mentiras por “la próxima presidenta de México”…
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