Un muy respetado y apreciado amigo ha publicado un artículo en el que relata la muerte de los dioses solares de muy variadas mitologías, interesante, documentado, pero incluye a Jesús de Nazaret en ese grupo de dioses, cosa con la que estoy en total desacuerdo y en consecuencia he iniciado un diálogo con mi amigo y al tratarse del asunto que se trata y siendo el tiempo de Semana Santa, considero apropiado compartir en este espacio la serie de colaboraciones que originará este coloquio.
LOS DIOSES NO MUEREN.
Efectivamente, para dar muerte a alguien o a algo es indispensable que esté vivo. Los dioses de las diferentes mitologías jamás han estado vivos, por lo cual es imposible darles muerte. Ya Platón en su diálogo con Eutifrón propone la inexistencia real de los dioses.
Sus imágenes seguirán existiendo mientras haya personas interesadas en la cultura, en la historia, en el devenir de los tiempos y en la evolución del pensamiento. Siempre serán interesantes y entretenidos. Son tan atrayentes que una persona culta como mi médico urólogo, catedrático de la UNAM y de reconocido prestigio, para felicitarme por mi recuperación, afirma con aparente convicción, que los dioses del Olimpo se han confabulado en mi favor para apoyar mi sanación.
Lo que no puede aceptarse es que se ubique a Jesús de Nazaret, centro de la historia del mundo occidental, al mismo nivel de los mitos históricos o presentes. Él ha vencido la muerte con su resurrección y ha dejado evidencia competente y suficiente para satisfacer a la humanidad de todos los tiempos y eso es lo que pienso compartir en una serie de comentarios, ya que hacerlo en uno solo sería demasiado extenso.
Es mi deseo que las observaciones sean compartidas con la mayor objetividad posible y que no caigamos en la superficialidad con la que suele comentarse en las redes sociales llenas de apasionamientos y espero que abramos la mente libre de prejuicios y busquemos la verdad científica y actualizada, asimismo espero la misma objetividad que ofreceré en los comentarios que me hagan llegar, en especial señalándome las fuentes que se puedan consultar donde encuentren imprecisiones de mis observaciones y que enriquezcan mis puntos de vista.
Para empezar, debo reconocer que una resurrección es tan improbable y sorprendente que hasta uno de los discípulos de Jesús no la aceptó por el testimonio de sus pares sino hasta que constató la presencia del maestro con sus propios ojos y metiendo sus dedos en sus heridas. Y el resucitado le ofreció la prueba con su presencia y tuvo la visión para dejar pruebas al resto de la humanidad en todos los tiempos, si, para el hombre que ha llegado a la Luna, que ha descubierto la cadena del ADN, desintegrado el átomo, que observa hasta los cúmulos de galaxias que sólo se pueden ver con telescopios como el Hubble, que conoce la mecánica cuántica, la nanotecnología y trabaja con los aceleradores de partículas que descubren la la llamada partícula de Dios, avistando la posibilidad de convertir la energía en materia y para quienes también ofrendó su Vida. Sólo quiere que le conozca y advierte, a aquéllos que tienen ojos y no quieren ver, oídos y se niegan a oír. Espero no formar parte de esos grupos.
Las pruebas de la resurrección se encuentran en el lienzo conocido como La Sábana Santa o Síndone de Turín y es el objeto material al que dedicaré mis observaciones.
Se trata de un lienzo de Lino de 4.32 x 1.10 m que se conserva en Turín, Italia, cuya historia no se encuentra documentada como se acostumbra por los historiadores, aunque existen suficientes documentos que constatan su paso por Pella y Edesa, existe la referencia de que se utilizó en el año 537 por órdenes de Justiniano I para medir la estatura de Jesús y su estancia en Jerusalén del 570 al 1077 donde se pierden registros confiables y se refieren tradiciones interesantes hasta que se le ubica en Constantinopla donde es venerada en público los viernes y es registrada en un inventario de tesoros de la Iglesia de Santa María de Blaquernae por un cruzado llamado Robert de Clary durante la cuarta cruzada en 1204, de allí hay referencias que la siguen ubicando en Constantinopla hasta 1247 y se presume permanece en poder de los Templarios hasta que reaparece en poder de Godofredo I de Charny en Lirey Francia en 1356, a partir de entonces no se le pierde la pista hasta su ubicación actual en Turín.
Con certeza no es la única reliquia que se conserva, existen al menos otros dos lienzos identificables como contacto con Cristo y son uno conocido como el Sudario de Oviedo, ubicado en España, y otro conocido como la Túnica de Argentuil, localizada en Francia de cuyas características y evidencias de su autenticidad podemos tratar en otro momento.
El punto importante de este asunto es la intervención de una ciencia de más reciente iniciación, trátase de la Palinología, que es el estudio de los pólenes como medio de datación donde el doctor Max Frei, uno de sus iniciadores, ha dedicado especial atención, concluyendo que las muestras obtenidas de la Síndone le permiten datarla en el siglo I de nuestra era con pólenes de la región de Jerusalén con plantas exclusivas de esa zona, algunas de las cuales ya están extintas y que hizo necesario excavar los terrenos hasta llegar a capas de terrenos correspondientes a esa época, corroborando con objetos arqueológicos perfectamente datados por diversos métodos, inclusive fue necesario en algunos casos recurrir a lodos de fondos marinos para datar con precisión algunas especies extintas.
Atención especial nos merece la datación por radiocarbono o Carbono 14, que fue desaconsejada por el mismo inventor de este método, ya que consideró que la pieza había sufrido demasiada exposición a contaminaciones de diferente tipo, en caso de ser veraz la historia que le antecedía, llegando a tener un 15% de su peso integrado por material ajeno.
Sin embargo, se insistió en llevarla a cabo por la comunidad científica concluyendo por tres universidades con diferentes muestras que su datación correspondía a diferentes fechas del siglo 12, sin embargo al revisarse la composición de las muestras se encontró que al proceder de una de las esquinas del lienzo que fue remendada en el siglo 16 mediante un zurcido invisible empleando hilo de algodón y no de lino como el original, perfectamente teñido pero de manufactura posterior hizo inválida estas pruebas ya que contenían diferentes porcentajes de algodón posterior lo que provocó los diferentes resultados y ninguno válido por la contaminación del lino antiguo con el algodón de menor edad. Esto provocó que uno de los analistas, el más recalcitrante de ellos a la aceptación de una fecha diferente, admitiera la necesidad de repetir la prueba pero con unas muestras previamente seleccionadas de material antiguo. Desafortunadamente, la Síndone ha sido lavada y desinfectada para conservarse ahora en atmósfera inerte y hace imposible una nueva datación por radiocarbono y habría que esperar un nuevo método de datación, aunque los métodos utilizados son más que suficientes.
Lo aquí comentado es sólo un aspecto ofrecido por la ciencia actual, posteriormente comentaré otros aspectos.
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