Tres grandes disputas ilustran la encrucijada en que se encuentra el mundo al iniciar el tercer decenio del siglo 21, de la solución que se encuentre para cada una de ellas surgirá el equilibrio geopolítico que dominará el siglo que vivimos. En 1989 la humanidad pensó que la primera disputa se había resuelto en favor de la democracia como forma de gobierno. Una vez que EEUU abandonara la defensa de la democracia en los años de presidencia de Donald Trump, el período 2016-2020 propició que regímenes autoritarios florecieran en el mundo encabezados por el éxito económico de China, el país más representativo de esta forma de gobierno. Al iniciar 2021, regímenes autoritarios florecen en el mundo, México es un ejemplo de ello.
Aprovechando la desigualdad económica producto de economías con mercados oligopólicos, la segunda disputa enfrenta a quienes creen que el mercado debe ser quien asigne recursos en una sociedad y quienes están convencidos que el Estado debe controlar dicha asignación cuestionando al sistema capitalista que dominó el ambiente económico durante la segunda mitad del siglo 20 y primeros años del 21. Encabezada por países como China y Rusia, esta disputa determinará si el siglo 21 es uno donde la innovación e individualismo prevalecen, u otro donde el resurgimiento de empresas monopólicas estatales restringe la libertad individual y la innovación que solo puede darse en economías con libertad de emprendimiento.
Magnificada por la crisis sanitaria y económica del Covid-19 y la disponibilidad mundial de vacunas para eliminarla, la tercera disputa se da entre defensores de la globalización o de la soberanía nacional para responder a los problemas que afrontará la humanidad en el resto de este siglo: crisis ambiental, desigualdad económica y crisis de salud.
Es difícil prever el resultado final de estas disputas. De lo que no cabe duda es que en nuestro país, como en muchos otros, la discusión y análisis de sus posibles soluciones determinará si reanudamos el difícil sendero de libertad individual, justicia social y democracia que desde el año 1997 iniciamos. Hoy, más que nunca, es necesario que sea la razón y no la emoción la que domine el proceso electoral que pronto enfrentaremos. Solo así podremos garantizar que al final de este 6 de junio México será un país mejor.
¿Podremos hacerlo? Hasta este día todo indica que no será así.
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