El título de esta columna puede sonar catastrófico. Si apenas el país tiene indicios de estar “saliendo” de la tercera ola de contagios por COVID-19, ¿cómo es posible que se aproxime otra amenaza a la salud global? En 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reveló unos datos muy importantes respecto a la “Nueva Pandemia” y la resistencia antimicrobiana (o AMR, por sus siglas en inglés). Aproximadamente el 30% de los antibióticos suministrados diariamente en la población son administrados innecesariamente, simplemente no los necesitan. Esto ocasiona que las bacterias adquieran resistencia a estos medicamentos. Otro dato importante es que si seguimos con estas conductas, para el año 2050 no existirán antibióticos que puedan tratar las infecciones bacterianas de la población, por lo que de los 700 000 pacientes que mueren cada año debidos a este problema, la cifra ascenderá a más de 10 millones.
Hagamos un símil. Así como las especies animales evolucionan continuamente para resistir más y más a las inclemencias de ambiente, sus depredadores y otras circunstancias, las bacterias hacen lo mismo: tratan de sobrevivir lo mayor posible en cada organismo que infectan, pero lo malo es que los humanos terminamos lidiando con las consecuencias de ello.
¿Por qué es una amenaza que se precipitó tanto? En 1928, el médico británico Alexander Fleming descubrió lo que para su tiempo fue la panacea: la penicilina. Este fue el antibiótico más importante de la historia debido a que anteriormente una cantidad incontable de pacientes fallecía por infecciones bacterianas. Con la penicilina, Fleming se hizo acreedor al Premio Nobel de Medicina en 1945 y salvó millones de vidas, hasta que el medicamento entró en un sobreuso. Hoy en día la penicilina es de los antibióticos que menos se usan porque las bacterias actuales son resistentes a ella (la penicilina les hace lo que el viento a Juárez). De ahí una cantidad extraordinaria de antibióticos fueron descubiertos como otros ß lactámicos, aminoglucósidos, sulfas, carbapenémicos, macrólidos, etc. Y todos ellos han estado llegando al mismo final, se vuelven inútiles.
¿Qué causa el sobreuso de los antibióticos? En los años que llevo de práctica médica, he observado conductas muy marcadas que nos han llevado a esta tragedia. Aquí enumero algunos:
- Se administran antibióticos a cuadros infecciosos virales. Esto significa que a una gripe de causa viral (como el catarro común) se le da un antibiótico. Los antibióticos sirven para eliminar bacterias y los antivirales sirven para eliminar virus. Dar un antibiótico a un virus va a hacer dos cosas: nada y nada.
- Los pacientes se automedican con antibióticos, a pesar de las normativas establecidas por la Secretaría de Salud para la compra de antibióticos exclusivamente con receta médica. ¿Cómo los obtienen los antibióticos?: “Tenía guardado el medicamento de una infección pasada y me lo tomé”; “Me lo recomendó una vecina que lo tenía”; “El de la farmacia me lo vendió sin receta”; “La otra vez esto me curo, debe de funcionar igual”. Por solo mencionar algunas de las frases más comunes en el día a día.
- Los pacientes no concluyen sus tratamientos establecidos. Muchos pacientes requieren tratamientos de 7 o 14 días, pero suspenden el uso del medicamento cuando ya se empiezan a sentir bien. Esto solo produce que las bacterias que continúan en el organismo se vuelvan resistentes a los antibióticos.
- La costumbre de “si no me recetó antibiótico es mal doctor” o “sin antibiótico no me va a hacer nada”. Los profesionales de la salud nos hemos preparado por años en práctica clínica para otorgar los tratamientos correctos a los pacientes, cuando no hay necesidad de un antibiótico, simplemente no hay necesidad.
- Se administran antibióticos incorrectos para determinadas infecciones. Hay una gran variedad de antibióticos y una gran variedad de bacterias, cada uno con sus propiedades específicas, y no podemos tirarle una bomba atómica a una mosca, debemos eliminarla con un matamoscas (depende del sapo la pedrada). Esto solo produce que las bacterias se “acostumbren” a nuestros antibióticos más potentes, y por ende se vuelvan resistentes.
Todo lo anterior produce que cada día se nos agoten las herramientas que tenemos los profesionales de la salud para tratar infecciones, y con ello, se aumentan el número de defunciones en el mundo. Cada día, nuevas cepas de Neisseria gonorrhoeae, la bacteria que causa la gonorrea, de Escherichia coli, bacteria causante de infecciones en tracto urinario y varios otros órganos, Pseudomonas aeruginosa, etiología de múltiples infecciones del tracto respiratorio, además de varios órganos, y otras bacterias (no menos importantes) como Staphylococcus aureus, Acinetobacter baumannii, Clostridiodes difficile, entre otros, son multiresistentes a todos los antibióticos, a los más nuevos, a los más potentes.
Se han creado propuestas como la de la AMR Action Fund, una colaboración multinacional de los laboratorios más importantes del mundo como Merck, Pfizer, J&J, Bayer y GSK con la propuesta de crear de dos a cuatro nuevos antibióticos para 2030, pero a mi parecer no será suficiente. El cambio empieza con nosotros, con nuestra moderación del uso de dichos medicamentos y el seguimiento de las instrucciones que nos da nuestro médico. A la luz, hay productos prometedores, como los productos no antibióticos con propiedades antimicrobianas como Pebisut, producto mexicano que ha estado ofreciendo resultados muy positivos en el tratamiento de infecciones y de patologías como úlceras venosas por presión y pie diabético; pero con los pronósticos ofrecidos por la OMS, el mundo está en grave peligro de precipitar la pandemia que hoy en día está matando 700 000 pacientes anualmente, y va aumentando.
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