La guerra suicida de la humanidad contra la naturaleza

“No se trata de salvar al planeta, se trata de salvarnos nosotros mismos”. -Sir David Attenborough “Estoy cansado de la humanidad, somos un virus con zapatos”. -H. P. Lovecraft “El mundo no será destruido por aquellos que...

7 de diciembre, 2020

“No se trata de salvar al planeta, se trata de salvarnos nosotros mismos”.

-Sir David Attenborough

“Estoy cansado de la humanidad, somos un virus con zapatos”.

-H. P. Lovecraft

“El mundo no será destruido por aquellos que hacen el mal, sino por aquellos que lo observan y no hacen nada”.

-Albert Einstein

No, no somos un virus. Somos una plaga, con la salvedad de que no solo destruimos todo lo que nos rodea, sino a nosotros mismos.  Estoy convencida de que esta pandemia puede ser la última oportunidad para despertar nuestra conciencia, pero esto requiere de desarrollar una gran capacidad de autocrítica y del restablecimiento de las verdaderas prioridades de la humanidad. Al mismo tiempo, coincido con muchos expertos en que estamos en un “momento bisagra”. Es quizás el momento más influyente de la historia de la humanidad. Lo que hagamos o dejemos de hacer ahora, es fundamental para garantizar nuestra supervivencia.

Durante estas semanas, los ojos del mundo han estado puestos en los resultados de las elecciones presidenciales de los EEUU. Yo en particular, no creo en ningún político (todos mienten), pero me gustaría creer en Joe Biden, por una sola razón: dentro de sus principales promesas de campaña incluyó reingresar al Acuerdo de París e impulsar el Green new deal. Pretende cambiar radicalmente la economía estadounidense (el segundo país con mayores emisiones de gas invernadero después de China) para luchar contra el cambio climático, sin dejar al mismo tiempo, de combatir la desigualdad y mantener los empleos.

El problema del cambio climático debería ser la principal preocupación de todos los gobiernos en el planeta. Si no se empieza a revertir de inmediato, el estado de nuestro medio ambiente en pocos años será totalmente inútil intentarlo. La biodiversidad se está deteriorando a un ritmo sin precedentes. Este deterioro se está intensificando exponencialmente. El aumento a 1.5 grados de la temperatura del planeta desde que inició la revolución industrial, ni en sus peores pesadillas lo hubieran imaginado los expertos en medio ambiente más pesimistas.

Se debe empezar por reducir la población, el consumo, migrar a energías renovables, cambiar hábitos alimenticios, métodos de explotación pesquera, agrícola y ganadera, llegar a emisiones ‘0’, y de ahí partir a restaurar la biodiversidad.  Esto requiere del compromiso y voluntad de todos, pero en especial de los que dirigen la industria, la economía, las finanzas, la política, la ciencia y la tecnología y que, por tanto, tienen en sus manos el futuro de nuestra especie.

Los bancos mundiales deben empezar a valorar la naturaleza y dejar de pagar para su destrucción. Las instituciones financieras están proporcionando ingentes cantidades en préstamos y créditos para la sobre explotación de la tierra y los mares, lo que pone a la biodiversidad en caída libre y exhibe una absoluta ignorancia o indiferencia ante las implicaciones medioambientales que la mayoría de la población ignora. Lo mismo ocurre con las grandes compañías que producen combustibles fósiles. 

Además, somos la sociedad de consumo más “contaminante” de la historia de la humanidad. Todos los productos que se venden, sean los que sean, son “de usar y tirar”, su vida útil es mínima y no es casual. A esto hay que agregar que la mercadotecnia provoca que se utilicen empaques totalmente innecesarios. 

Los “fenómenos naturales” ya son todo menos “naturales”.  Siempre han existido, pero su frecuencia e intensidad nos demuestra el desequilibrio del ecosistema. 2020 no solamente ha sido marcado por la pandemia del coronavirus, sino por devastadores incendios, huracanes y poderosas tormentas.

La escasez de agua, cada vez más preocupante, es provocada por la sobre explotación de fuentes naturales de agua, los patrones de consumo que no permiten su reutilización y uso razonable, su contaminación, su mala distribución y las sequías causadas por el calentamiento global. 

El derretimiento de los polos es sobrecogedor, prácticamente los científicos que monitorean su estado ya no tienen que usar ropa térmica y observan un paisaje desolador en el que encuentran entre otras cosas, osos polares famélicos canibalizándose.

La semana pasada, la OMM (Organización Mundial Meteorológica) publicó los datos que señalan que 2020 será unos de los tres años más calurosos en más de un siglo y medio de medición científica de las temperaturas; esto a pesar de los efectos de enfriamiento provocados por “La Niña”. 

A su vez, António Guterres, secretario general de la ONU, afirmó que la humanidad está librando una “guerra” suicida contra la naturaleza. Advirtió que esta guerra no tiene precedentes en la historia, y que el peligro es la destrucción de nuestro futuro antes de que comprendamos los alcances. Ante esta actitud suicida y destructiva de la humanidad, la naturaleza está contraatacando con fuerza y furia. 

La biodiversidad está colapsando. Un millón de especies están en peligro de extinción, ecosistemas, selvas y bosques enteros desaparecen, se está desertificando la tierra, los arrecifes de coral perecen, la contaminación ambiental está matando nueve millones de personas al año y están emergiendo enfermedades infecciosas que, como el Covid-19, proceden de los animales. Las futuras generaciones enfrentarán la ruina que provocan nuestras acciones hoy.

 

No obstante, Guterres vislumbra un atisbo de esperanza, que incluye a los mayores emisores de dióxido de carbono. China y el presidente electo de EEUU, Joe Biden, se han comprometido a alcanzar emisiones 0 alrededor de la mitad de este siglo. Las energías renovables son actualmente más baratas que el carbón, y nuevas tecnologías como los vehículos eléctricos están ganando terreno. Guterres afirmó que está convencido que 2021, puede ser un salto cuántico hacia la neutralidad de carbono. 

“Hacer las paces con la naturaleza es la tarea definitoria del siglo 21 (…) Las promesas y compromisos de los gobiernos, tienen que traducirse en políticas, planes y metas dentro de una cronología específica. Esto proporcionará certeza y confianza a los empresarios y al sector financiero para invertir en la consecución de 0 emisiones” concluyó. 

En algunos países del mundo se empiezan a hacer esfuerzos concretos aislados, pero estos son totalmente insuficientes. Por ser un problema global, la búsqueda de una solución también debe serlo. Esta puede ser la última llamada. Si no actuamos a la brevedad, en pocos años comenzarán a colapsar diferentes partes del planeta, y estaremos en la situación de los osos polares: luchando por sobrevivir.

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