Ideología y campañas

La ideología tendría que ser la piedra angular de cualquier movimiento político y, por ende, de cualquier campaña, porque a través de ella se muestra la visión de país que tiene cada candidato.

15 de marzo, 2024 Ideología y campañas

Dice Slavoj Žižek que “La ideología no reside primordialmente en una serie de historias inventadas (por los de arriba) para engañar a los demás, sino en una serie de historias inventadas por los sujetos para engañarse a sí mismos”*.

Aunque la cita resulta ingeniosa y, sin duda, tiene un grado importante de verdad, yo le quitaría el componente del “engaño”, en el sentido de que para pensar cualquier cosa, para asumir cualquier convicción, para tomar cualquier decisión moral se necesitan ciertos parámetros, ciertos referentes para hacerlo, y al final, esos referentes son la “ideología”, aquello en que creemos que es la forma adecuada de hacer algo. 

En todo caso las ideologías son discursos que sirven para justificar cierto tipo de actos. Es verdad que en muchos casos se manifiesta el autoengaño del que habla Žižek, sin embargo, en lo general, las ideologías son maneras concretas de experimentar la existencia. 

Hasta el día de hoy todas las ideologías que han encontrado un cuerpo político para materializarse han terminado por diluirse. Sin embargo esto no ocurrió necesariamente porque los “ideólogos” que dieron lugar a los faraones egipcios, al imperio romano y demás culturas y formas políticas de la antigüedad se autoengañaran. Sus construcciones políticas y religiosas respondían a contextos históricos determinados. 

Por el contrario, si nosotros que deseablemente hemos aprendido de la historia, asumimos que cierta ideología –la que sea– y que nos es ofrecida hoy como la única y verdadera solución a los problemas de la nación, es la manera definitiva de estar en el mundo, nosotros sí que nos estaríamos autoengañando. La sociedad humana es dinámica lo mismo que su retos y problemas, lo que exige cambios y ajustes conforme el tiempo pase, sin que implique que quien en un tiempo pensaba de un modo que ha dejado de funcionar se hubiera autoengañado en el pasado. Al contrario, se autoengaña si se aferra a una verdad caduca.  

La ideología tendría que ser la piedra angular de cualquier movimiento político y, por ende, de cualquier campaña, porque a través de ella es posible discernir la visión de país que tiene cada partido y el punto de llegada que tiene como meta cada gobierno. Por ello, en la coyuntura actual del país, resulta muy conducente hacernos una pregunta: ¿qué papel juega la ideología en la lucha electoral mexicana del 2024?

En el caso de la oposición directamente carece de ella. Ante el desprestigio de los sellos políticos que conforman el frente opositor y ante lo variopinto de sus tendencias ideológicas originales, no han tenido más remedio que construir la campaña de Xóchitl Gálvez a partir de contraponerse al discurso y actos del gobierno en funciones a partir de una especie de fórmula que podría resumirse así: si el gobierno ha hecho/dicho A, entonces lo correcto es B, pero siempre teniendo en cuenta el amplio apoyo social del que goza el Presidente.  

De este modo la oposición carece de construcción ideológica propia, y por lo tanto de una auténtica visión futura de país que, por lo demás, como ya se dijo, tomando en cuenta lo incompatible de quienes forman la alianza, sería imposible de elaborar. 

El caso del oficialismo es muy curioso. Flota en el ambiente la sensación de que se trata de un movimiento profundamente ideológico, pero lo que conocemos como «Cuarta Transformación» casi no es posible que se sostenga de lineamientos más vagos: eso que el presidente López Obrador llamó «humanismo mexicano» y que se resume en la frase “por el bien de todos, primero los pobres”.  Se trata, sin duda, de un eslogan eficaz para una campaña. En principio se trata de un programa de gobierno que basa sus políticas públicas en una amplio catálogo de programas sociales, casi todos de cariz asistencial, que ofrecen apariencia de justicia social y redistribución de la riqueza, aun cuando lo único que en efecto consiguen es aliviar las necesidades inmediatas de la población más vulnerable –lo cual es sin duda positivo– pero al precio de volverlas dependientes de dichos programas. 

El problema de esta visión asistencial de los programas sociales está en que no queda claro cómo habrá de sacárseles definitivamente de esa posición de pobreza y vulnerabilidad ni tampoco cómo habrán de fondearse dichos programas en el futuro, en especial si continúan implementándose nuevos de cara a cada campaña. 

Adicional al asunto de los recursos necesarios para sostenerlos, el fundamento ideológico asistencial tiene, a mi juicio, un problema grave: paradójicamente requiere, para seguir teniendo vigencia, de que siempre haya pobres. No se habla de “prosperidad para todos”, ni siquiera se habla de “justicia social” sino de “atender a los pobres”. De este modo, si imaginamos una visión de futuro, una meta a alcanzar –que para eso sirven las ideologías– de un México sin pobreza, la 4T no tendría cabida. Por lo tanto, desde el momento en que, como toda agrupación política del mundo, buscará su supervivencia, deberá por un lado asumirse como el movimiento paladín defensor de los pobres y por el otro conseguir que la pobreza y la marginación, que le da razón de ser, persista. 

Como se vio en la Ciudad de México en la elección intermedia de 2021, una sociedad formada por clases medias desafía, cuestiona, se inconforma, condiciona el apoyo, exige resultados, mientras que el México pobre, que depende de la ayuda del gobierno para subsistir, es incondicional. ¿Será esta la ideología sobre la que se asienta lo que conocemos como “Cuarta Transformación”? 

Como elector sin partido resulta desolador tener frente a nosotros una elección tan importante con semejante vacío de propuestas ideológicas. Quienes ni somos ricos ni requerimos de la asistencia del gobierno para sobrevivir necesitamos visiones de futuro que nos entusiasmen, que nos comprometan, que nos hagan soñar y sentirnos orgullosos de ser mexicanos y nos inyecten energía para luchar por ese sueño colectivo. Desafortunadamente nada de eso está en juego en la boleta depositaremos en la urna el 2 de junio. Ojalá algún día.  

* Žižek, Slavoj, Hegel y el cerebro conectado, Primera Edición, México, Paidós – Planeta, 2023, Págs. 33

Web: www.juancarlosaldir.com

Instagram: jcaldir

Twitter: @jcaldir   

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