Para empezar, ¿qué es el racismo? Hay dos sentidos principales: una doctrina o actitud que afirma la existencia de razas humanas; una forma de pensar que sostiene la superioridad de una raza humana sobre las demás. Cualquiera que sea el significado, el racismo no tiene justificación científica.
El racismo está profundamente enraizado en la cultura occidental. Consideremos, por ejemplo, la iconografía de Jesucristo en occidente. Casi siempre es representado como un hombre blanco caucásico. Hoy sabemos, atendiendo a criterios científicos, que categorías como “caucásico” o “ario” no tienen sentido alguno. Ese Cristo rubio de ojos azul, espesa barba, nariz recta y blanquísima piel que utilizan algunas órdenes católicas no podría ser, bajo ningún parámetro, un judío de aquella época, y por lo tanto es una falsa imagen del Cristo histórico, una imagen profundamente racista. Ya lo dijo hace tres o cuatro años Justin Welby, Arzobispo de Canterbury: “Jesús no era un hombre blanco”. Y sin embargo, por una distorsión monstruosa en la cultura, los supremacistas blancos en Europa y Estados Unidos de algún modo albergan la idea de que Dios es blanco (God is white).
Así que desde los fundamentos mismos de nuestra civilización estamos mal. El pasaje de Génesis 9, 20-27 ha provocado las interpretaciones más terribles. Ahí se lee que Noé tenía tres hijos: Jafet, Sem y Cam, y que un día Noé bebió en exceso y quedó dormido y desnudo. Algo terrible sucedió. Aunque el pasaje bíblico no dice exactamente qué, los teólogos especulan que Noé pudo haber sido castrado, o quizá sodomizado por uno de sus hijos, Cam, o bien éste pudo haberse acostado con alguna de las esposas de su padre. Noé abominó a Cam y lo maldijo: “serás siervo y esclavo de tus hermanos”. Basados en este pasaje, algunos teólogos y filósofos cristianos pensaron que había tres razas humanas, y que estas tenían su origen en los hijos de Noé. Los blancos descendían de Jafet, los semitas de Sem, y los negros de Cam. La maldición de Noé se tradujo en la maldición de Dios sobre la raza negra. Las “bases teológicas” de la esclavitud quedaron puestas: las personas negras debían servir a las personas blancas.
Cada vez que un filósofo se atreve a hablar de “razas humanas”, termina diciendo una barbaridad. Aristóteles, por ejemplo, al tratar la esclavitud, que justificaba como natural, subrayaba que los griegos eran libres por naturaleza, así que si alguien no era griego, era susceptible de esclavitud. Kant, la “luz más brillante” de la ilustración alemana (Aufklärung), afirma en su ensayo sobre las razas humanas que los caucásicos son superiores; le siguen los amarillos, y luego, muy atrás, los negros. Y por si esto fuera poco, remata diciendo que hasta el fondo están los nativos americanos. Hegel, por no contener su bocota, acabó diciendo algo brutal: “África no pertenece a la historia del Mundo… los negros no tienen sentido de personalidad, su espíritu duerme, permanece hundido en sí mismo, no avanza.”
Y no solo desde la teología y la filosofía se ha tratado de justificar el racismo. También desde la ciencia. Los descubrimientos de Darwin, distorsionados y tergiversados por pseudocientíficos y pseudopensadores racistas, sirvieron para “justificar científicamente” la superioridad blanca, y sentenciar que los negros eran una sub-raza, y que, por tanto, los blancos tenían derecho a esclavizarlos. Ese fue el pan de cada día en la vergonzosa colonización europea del África negra en el siglo XIX. La distorsión del pensamiento darwiniano también sirvió a los nazis para justificar el exterminio de los judíos. Pero Darwin sostuvo algo muy distinto. En “Descendencia del Hombre” escribió que solo hay una especie humana, y que todos los hombres descienden de un ancestro común. En sentido estricto, no hay razas humanas. Y esa es la postura de la actual ciencia (cfr. Vida, Naturaleza y Ciencia, Ganten Detlev, Taurus, p. 377): no existen las razas humanas.
Investigadores del más alto nivel en biología y genética del Instituto Max Planck en Alemania han llegado a la conclusión de que genéticamente todos somos africanos: “La raza, en el sentido de las diferencias en el color de la piel, es vista desde la perspectiva actual como un fenómeno superficial sin la menor importancia.” Siguiendo esta conclusión, desde hace varias décadas la Unión Europea estableció una directiva (2000/43/EC del Consejo de la UE) que al día de hoy es vigente: “La Unión Europea rechaza cualquier teoría que pretenda establecer la existencia de razas humanas separadas.”
¿Es usted racista? Si usted cree que existen las razas humanas, lamento decirle que usted es racista, quizá en el sentido menos peligroso, suponiendo que no sostiene la superioridad de una raza sobre las demás, sino simplemente la existencia de diversas razas. Pero si usted cree que además de existir razas humanas una de ellas es superior, usted es racista ya en un sentido preocupante. Y si usted es una persona que además apoya y/o ejerce políticas, acciones y actitudes racistas, usted es un peligro para la humanidad. Si usted no es racista, pues felicidades, pero no es suficiente.
En una sociedad como la mexicana en la que el racismo está tan salvajemente arraigado, no basta decir que uno no es racista, porque eso en realidad es una actitud racista pasiva. Es necesario tomar acción, convertirse en Anti-racista. Eso es lo que afirma Ibram X. Kendi en su libro “How to be an antiracist” (Como ser un anti-racista). En efecto, decir que uno no es racista implica neutralidad, y no puede haber neutralidad tratándose de racismo. Esa neutralidad es un racismo pasivo. Hay que ser activos. ¿Cómo?
Ser anti-racista implica apoyar y ejercer activamente políticas y acciones anti-racistas, expresarse abiertamente contra el racismo y sostener siempre la igualdad. El racismo cree en la “jerarquía de razas”, tontería que sólo alguien con muchos prejuicios y mucha estupidez podría sostener; el anti-racista cree en la igualdad, sin importar las diferencias en el tono de piel. El racismo no existe en la biología ni en la naturaleza; existe en la sociedad y en la cultura, y ha sido fuente constante de opresión y de injusticia. Y por eso hay que erradicarlo: es un cáncer y se esparce por todo el cuerpo, y puede hacer metástasis…
Y lo mismo hay que decir de la “sangre”. No falta quien diga que tiene “sangre española”, o “sangre alemana”, o “sangre indígena”, o “sangre judía”. Eso también es racismo. La sangre es un tejido conectivo líquido que circula por venas, arterias y vasos capilares en los seres vertebrados, entre ellos nosotras. No existe la sangre española, alemana, indígena, judía ni de cualquier otro gentilicio; sostener algo así, es una monumental idiotez. La sangre es sangre, y lo que hay son grupos sanguíneos, no sangres nacionales.
Y para terminar, desde 1928, por iniciativa de José Vasconcelos, se celebraba en México de manera oficial el día de la raza iberoamericana, es decir, el mestizaje, coincidiendo con el 12 de octubre, día en que Colón llegó a la isla de Guanahani. Vasconcelos acuñó el lema de la Universidad Nacional: “por mi raza hablará el espíritu”… pero no existen las “razas humanas”. Entonces, ¿cuál raza?, ¿cuál espíritu? Habrá que replantear.
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