Prácticamente dos décadas recorriendo de forma incansable el país, denunciando sin pausa los abusos y falencias de una clase política cada vez más dogmatizada por el credo neoliberal, actuando a favor de lo privado y en detrimento de lo público, representado por las instituciones del Estado mexicano, Andrés Manuel López Obrador no sólo logró lo que por momentos incluso él mismo pensó como imposible: llegar a ocupar la presidencia de la República. Su tenacidad y principios hacen que se tengan ya casi nulos argumentos en contra, y los que llegan a salir, esporádicamente, no hacen mella en su popularidad y aceptación.
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Pero hay un fenómeno social alrededor de Andrés Manuel y su movimiento, tejido con la paciencia de un caracol pero con la fortaleza inquebrantable de una araña que construye su tela para sobrevivir y perpetuar su especie. De ese movimiento, y debido a sus hondas raíces sociales, se puede llegar hoy incluso a afirmar que el lopezobradorismo es una suerte de religión laica, en el que su líder/profeta tiene vida y transforma su palabra en acciones (José Francisco Ruiz Massieu afirmaba que la política era eso, PENSAMIENTO Y ACCIÓN).
Debido a eso es que tantos millones de mexicanos lo siguen sin cortapisas ni condiciones, porque entre otras muchas cosas los ha tratado como a PERSONAS, no como a simples números; tomados en cuenta en su dignidad, no humillados y lucrando con sus dolores y problemas. En alguna ocasión lo comparé en un texto con el fenómeno y astro del fútbol argentino, Diego Armando Maradona: millones de argentinos (y también italianos napolitanos) siempre estuvieron dispuestos a perdonarle TODO porque había salido de lo más profundo del Pueblo y era y se comportaba como uno más de ellos, casualmente también en Argentina, caso parecido es el de Eva Duarte de Perón, elevada a nivel de una Santa, quizás con más ascendencia sobre su gente que algunas figuras del mismo santoral católico.
Por todo lo anterior, pues, es que la elitista y miope oposición en México está desesperada y sencillamente no atina a bajar un solo punto porcentual sus niveles de aceptación y popularidad entre el electorado; membretes y acciones van y vienen que sólo ven como resultado el fracaso rotundo: desde “FRENAAA, VA POR MÉXICO, ALIANZA POR MÉXICO, conspiraciones rusas, guacamayos” y un no corto etcétera, publicación de folletines con intentos denostadores, calumnias y cuanta ocurrencia más salga a la opinión pública en el tiempo que le resta cómo Presidente, hasta el último día de su vida e incluso hasta la posteridad que otorga la Historia, esa que se escribe con “H” mayúscula.
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