Mucho y nada se habla sobre el proceso electoral que vivimos los mexicanos este fin de semana para elegir por voto directo a los representantes del Poder Judicial en nuestro país. Como todo tema, se volvió un pretexto para polemizar en opiniones. En una sociedad tan dividida como la nuestra lo que debería ser algo que tomemos por conveniencia general se vuelve un conflicto de opiniones y segmentación.
La jornada no fue sencilla, si bien había información clara en la página del Instituto Nacional Electoral sobre la ubicación de las casillas y el perfil de los candidatos, creo que a la mayoría de la gente le ocasionó cierto conflicto hacer algo nuevo, una dinámica en la que no hubo campañas mediáticas y en la que cada ciudadano por su cuenta tenía que hacer la tarea, realizar su propia investigación y decidir de entre muchísimos candidatos en rubros que hasta ahora no habíamos tenido acceso. Y no porque no nos concierna el poder Judicial puede parecer algo ajeno a la mayoría de la ciudadanía y lo es tal vez hasta que te toca, hasta el día que tienes que solicitar justicia o comparecer por alguna demanda, ese día sí que vamos a agradecer tener buenos representantes juzgadores con la preparación y la experiencia necesaria y elegidos justamente de una forma legítima y transparente.
Si bien no hubo campañas mediáticas, esto no impidió que líderes de opinión se manifestaran para convencer a sus simpatizantes sobre no votar, extrañamente los mismos que hace poco más de un año dejaban la vida en la principales plazas del país exigiendo su derecho al voto y a elegir.
Esta vez acusaron un proceso sucio y corrupto y decidieron castigar al estado con su abstinencia. Mi pregunta es: ¿Quién se castiga en realidad?
Los candidatos eran muchos y de todos los bastiones políticos y corrientes ideológicas, las casillas y las boletas allí estaban a la vista y al conocimiento de todos, si la gran mayoría de los mexicanos que pudiendo hacerlo eligieron ignorar el proceso ellos mismos fueron quienes decidieron dejar la elección en manos de la minoría, y al decir la minoría me refiero a quienes libremente acudimos a votar con la información que dedicándole un tiempo considerable al tema pudimos obtener para tomar una decisión, si fue buena o mala nos beneficiará o pesará a 100 millones de personas que dejamos la decisión en manos del 13%, que por cierto no es mucho menos del porcentaje de votos que obtuvo la candidata Xóchitl Gálvez hace un año a pesar de que sus simpatizantes aseguraban que “Todo México” había votado por ella y que incluso estaban dispuestos a impugnarla la elección por su inconformidad.
De este 13% que se tomó la molestia de salir a votar, seamos realistas, no estamos incluyendo a poblaciones aisladas tal vez rurales tal vez urbanas que lamentablemente todavía no tienen el conocimiento ni la información sobre el significado del poder Judicial. Esta es un tipo de elección nueva y por lo tanto compleja, a la que nos tenemos que acostumbrar y familiarizar, empezando por el conocimiento y por la idea de que si nos concierne elegir ya que ellos son quienes impartirán justicia como en un momento creemos que nos merecemos como país.
Lo más fácil habría sido como sucedió hace 30 años en el gobierno de Ernesto Zedillo, quien dando un golpe en la mesa disolvió el poder judicial y lo reconstituyó a su modo, lo complicado fue involucrar a la ciudadanía a participar en el proceso y que aún así ese famoso “Todo México” siga alegando que es una imposición y una burla a la democracia.
No votamos por el color de las fachadas ni por el número de alcantarillas, votamos por las personas que impartirán justicia en los siguientes años y de quienes dependen muchísimos temas, la prontitud y la imparcialidad en los procesos, la prioridad y visibilidad para las clases más vulnerables y olvidadas, la equidad en los juicios.
Yo voté por quien promete tomar en cuenta aspectos que para mí son prioritarios, por quien se compromete con la defensa de la mujer y de las personas originarias, las causas de los sectores más olvidados y vulnerables como las personas con discapacidad, las infancias, la comunidad LGBTTIQ, las madres autónomas y las buscadoras y por quien está en contra de los viejos hábitos de la clase privilegiada que durante décadas aplaudió y se benefició de un poder judicial que sin generalizar les apoyó en prácticas muy poco honestas como la evasión de impuestos a los grandes empresarios y a muchas marcas nacionales y trasnacionales por citar solo algunos ejemplos.
Reconozco que no todos tenemos las mismas prioridades y que cada quien debió ejercer su derecho a votar por lo que le parece más importante es por eso que había que acudir al llamado y. O dejar la elección en manos de unos cuantos cuando podíamos haber participado.
Es obvio que un sector importante de la sociedad se incomode por este cambio y se sienta traicionada y no representada, lo que polariza a nuestro país. Solo hay que recordar que cuando tuvieron el beneficio de su lado muy poco les importó que la mayoría de los mexicanos estuviéramos inconformes y aún así seguimos a pesar de nuestros argumentos pagando impuestos y por los servicios muchos los más caros del mundo sin necesidad y por imposición de unos pocos.
Me queda claro que la gente pide Democracia, pero si no es a su modo y de el color de su preferencia, la rechaza.
Una vez lecciones legitima a partir de 1% de participación, así es que está lo es. ¿Es legítima y transparente? Yo creo que si
¿Es correcta? El tiempo nos lo dirá.
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